Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 14 de octubre.
Los dones de Dios no se conquistan, no se ganan, no se merecen: sólo se aceptan con las actitudes personales traducidas en hechos concretos. Son un don gratuito de Dios, ya pensado por Él para nosotros desde el principio. Fuimos creados para gozarlos. No aceptarlos con sencilla y dócil humildad, como los niños, nos decía el domingo pasado el Señor, se convierte en una gran desgracia, de la que siempre nos arrepentiremos y, si lo hacemos demasiado tarde, lo lamentaremos para siempre sin remedio alguno, pues Dios toma muy en serio nuestras decisiones y por eso jamás nos deja a nuestra suerte, pues sabe muy bien que solos nada podemos hacer, ya que el pecado nos ha desequilibrado.
Dios mismo se nos da en Cristo Jesús, persona histórica y ahora Comunidad histórica. Lo que nos toca a nosotros es seguirlo, es decir, aceptar ser orientados por Él, confiar a Él nuestra vida y luchar por vivir en sus criterios, que son los mejores. ¡Ésta es nuestra responsabilidad! En esto nadie puede sustituirnos.
Alguno dirá que somos todos muy débiles y pecadores, es cierto; y, de ordinario, los que se creen mejores son los más lejanos del Señor, pues nada nos aleja más que centrarnos en nosotros mismos y nuestras ‘bondades’ o ‘maldades’... Dejemos lo que vivimos en las manos de Dios, que es Padre de misericordia. y preocupémonos tan sólo cada día de vivir siempre lo mejor posible en su Voluntad. Para eso necesitamos aprender la sabiduría de escuchar su Palabra con la sencillez del que cree de verdad en su Maestro y a amado Señor.
El problema del joven adulto, que nos presenta el evangelio, fue no fiarse de Dios, sino de sí mismo: quería más, pero dentro de sus criterios, y Jesús le invitaba a ser más libre y ahí es donde se estrelló: él tenía sus planes y éstos no coincidían con los del Señor, por eso se fue. Sin duda era buena gente y buen administrador, sin usura, pero no lograba vivir para favorecer la vida de los demás, como nos enseña Dios, el Padre de Jesús, y nuestro Padre, el Señor de la Vida, y por eso de la Justicia y de la Paz.
Pidamos a María, la Madre del servicio sencillo y humilde, lleno de vida abierta a todos y sus necesidades, que nos enseñe a estar a disposición de lo que Dios nos pida, ante todo para dar vida a los que nos rodean, sobre todo los más pobres, pues ya con eso nos parecemos más y más a Dios, nuestra única y sobre-abundante herencia desde toda la eternidad.
Dios nos bendiga para ser generosos con Él y como Él lo es con nosotros: eso es ser su hijo.
Unidos en oración con María, nuestra Madre y Maestra, Inmaculada y Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
«Ven y sígueme!»
Dos caminos, dos actitudes: El joven adulto, que tenía afanes de heredar los bienes de Dios y Jesús.
Ley y vida de Amor que se entrega para la vida de los últimos, de los marginados, de los atrapados en...
La sabiduría está en saber distinguir lo que me lleva a madurar, de lo que me atrapa en apariencias de bien; las sólo apariencias nos engañan y, al final, perjudican. Sólo la realidad objetiva es la verdad y por eso lleva al bien. No basta la ley, es básico desarrollar la vida que lleva a dar vida, lo otro es muerte.
Quien aprende escuchar la Palabra de Dios, fruto de la Sabiduría de Dios, se abre a una constante maduración y liberación de todo en el Amor de Dios: se abre a una vida creciente que le lleva a vivir como el Señor de la vida y, con Él, sin pretenderlo conquistar, heredará la Vida eterna, que es Dios.
¿Qué hacemos con nuestras ‘riquezas’? ¿Las ‘administramos bien’, para llevarlas a más y más, o las destinamos para favorecer en los pobres que nos rodean una vida más digna y productiva en el Amor?
Las riquezas no son nuestras: nos las han confiado para el bien de todos, comenzando por los últimos.
No hay nada más importante que tener la sabiduría para tomar las decisiones que nos llevan a la vida
Todos estamos llenos de riquezas, ¿sabemos cuáles son? ¿Qué hacemos con ellas? Nacimos para los demás, pues sólo ellos nos liberan al buscar, para ellos, mejor vida y su bien. Ahí está la sabiduría de Dios.
La Palabra de Dios nos penetra y nos ayuda a descubrir en qué debemos, cada día, madurar nuestra Fe
La Luz de la Palabra nos libera del egoísmo, codicia o afán de poder; nos evita dejemos engañar por apariencias de bondad o generosidad: lo importante es dar vida a los que menos tienen y más necesitan.
Si seguimos a Cristo, libres de toda atadura, ya tenemos en Él la Vida eterna y los bienes que ella trae.
El joven adulto no aparece como malo, era individualmente bueno, cumplía, pero no tenía como criterio el ser dador de vida como Dios. Llevaba bien las riquezas, sin afán de lucro, pero sin afán de dar oportunidades de vida más digna los más pobres. Jesús le pide ser como Él: ¡sal de ti; sé de los demás!
Ninguna riqueza es un mal; pero vivir deseándola y buscándola, sí, pues aleja de Dios y su Voluntad.
Sólo Jesús da la Vida eterna, porque Él es la Vida eterna. Ésta no se pude encontrar por otro camino.
¿Quién es el centro de mi corazón? ¿Dónde están mis mayores intereses? Si somos nosotros mismos, estamos perdidos: ¡qué difícil será que nos salvemos! Los ricos la tienen muy difícil, pues el centro de su vida son ellos, no los pobres.
¡Entreguémonos como Jesús, sigámosle! Ésa es la propuesta de Jesús.
Pidamos a María desprendernos de todo lo que nos impida seguir a Jesús sirviendo a los pobres.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXVIII
Sb. 7, 7-11: "Oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de Sabiduría... tuve por nada las riquezas en comparación con ella... todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena... la amé más que la salud y la hermosura, y la quise más que la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los bienes...".
Salmo 89, 12-17: "Señor, sácianos con tu Amor".
Hb. 4, 12-13: "La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu... y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón... todo está... descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas".
Mc. 10, 17-30: "Jesús se puso en camino. Uno corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos...» El hombre le respondió: «Maestro todo lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve vende lo que tienes y dalo a los pobres... Después, ven y sígueme». Él... se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron..., pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos... Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:«Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús fijando la mirada en ellos, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible». Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, padre y madre, hijos o campos, por Mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno... en medio de las persecuciones; y, en el mundo futuro... la vida eterna»."
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