Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 28 de octubre.
Este domingo el Señor preguntará al ciego, y también a nosotros: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Es una pregunta importante, básica. La respuesta presenta el camino en el que está nuestra Fe. Cuanto más adentro conduzca la respuesta, más profundo es el camino de nuestra Fe.
“¡Señor, que vea!”, contesta el ciego. ¿Reconocemos necesitar nosotros esto?
El pedido del ciego a Jesús era vital y profundo, y lo demostró su esfuerzo por hacerse escuchar y atender por Jesús. No le importó que los otros se fastidiaran. Lo que necesitaba era muy importante y vital, y reconocía que el único que le podía ayudar a conseguirlo era el mismo Jesús, el Hijo de David, título explícitamente mesiánico: no solo era importante la luz física, sino el sentido de toda su vida personal. Toda su interioridad pedía la Salvación, por eso Jesús le asegura que su Fe le ha salvado.
Dios puede, y quiere, transformar muestra vida, la puede levantar; ¡más!, nos llama para que ayudemos a otros a levantarse, a acercarse a Jesús, a recuperar la dignidad, la alegría, las ganas de vivir, la Felicidad, la Paz, la Vida en la dinámica divina de crecer en plenitud al alimentarse de la misma Vida de Dios, a través de la entrega del Sumo Sacerdote, Cristo, que no sólo habla sino que se da a sí mismo en sacrificio.
Estemos llamados a ser sacerdotes –cada uno en su ambiente y con su temperamento, estado de vida, profesión e historia– de la Vida nueva, de la Luz nueva, de la Paz nueva, de la Felicidad nueva, de Cristo, el Salvador.
No todos los ciegos gritarán como Timeo (“Hijo de la Justicia”, eso significa este nombre); a muchos habrá que despertarlos, pues no solo están ciegos, sino que están dormidos y sordos y mudos...
Dios quiere lo mejor para nosotros, pero no siempre nos encuentra atentos: por eso nos llamó a nosotros, para que ayudemos a nuestros hermanos: “¡Ánimo, levántate! El Señor te llama”, le dijeron al ciego... Otro tanto deberemos hacer nosotros en nuestros ambientes.
María nos asista y ayude en tan maravillosa y responsable tarea sacerdotal-misionera: así seremos verdaderos discípulos de de Cristo, la Verdad.
Dios nos bendiga y nos ayude a crecer en la Fe para que podamos ayudar a nuestros hermanos.
Unidos en oración con María; nuestra auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
La única ‘identificación’ del ciego de Jericó es “Hijo de Timeo” –es decir, ‘hijo de la Justicia’, como san José–. ¿Por eso, una vez sanado, toma la decisión de seguir a Jesús en el camino de la entrega para rescatarnos? El camino de Jesús lleva a Jerusalén, dando su vida para que tengamos Vida abundante.
Lo que liberó al ciego fue su profunda Fe convencida, que le llevó a gritar, aunque lo recriminaran.
Muchos somos ciegos y mendigos, sentados al borde de la vida, de la alegría, de la paz de Cristo, al que no acabamos de asumir como nuestro Maestro. No somos malos, pero tampoco discípulos decididos.
Dios desea contar con nosotros, somos los sacerdotes del mundo: hijos de nuestra historia, con sus valores y sus miserias, pero Dios desea hacer sus maravillas con cada uno, pero no puede imponérsenos.
Aprendamos a escuchar las preguntas de Dios en nuestro ambiente y contestemos –gritemos– con el alma y la vida. Las preguntas de Dios nos despiertan y nos liberan de nuestras esclavitudes, nos regresan a nuestra tierra original: el Amor del Padre, la Salvación del Hijo, la Santidad del Espíritu: la Justicia.
Buscando a Dios en su justicia, lo encontraremos con su salvación: ¡sigámoslo en el don de la vida!
Dios puede transformar nuestra historia, personal y comunitaria, pero depende de nuestra docilidad
Dios hace maravillas en la medida que nos encuentra disponibles, no solo deseosos de serlo. No importa cómo estemos; Él puede liberarnos a todo porque es nuestro padre. ¿Lo vivimos como a tal?
Dios llama a personas como nosotros para que, en su nombre, nos lleven a encontrarnos con Él
Jesús mandó llamar a ciego. Puso unos intermediarios para que le hicieran llegar su llamado a la Vida nueva y le ayudaran en su aproximarse a Jesús. Por ellos el ciego vio la Luz –Cristo– y le siguió.
Es la tarea del sacerdote, de la Comunidad. En la Comunidad el sacerdote es la voz de Jesús para los hermanos; los hermanos son los ‘sacerdotes’, la voz, la presencia de Jesús, que se acerca para el mundo.
Seguir a Jesús es lo más vital, pero para eso necesitamos buscarlo y salir de nuestra ceguera hacia Él
El ciego, hijo de la justicia, reconocía su limitación y necesitar a Jesús, porque lo aceptaba como su Salvador, el enviado por Dios: el Hijo de David. Por eso está atento, busca, grita, insiste.
¿No estamos, también nosotros, ciegos? ¿No estamos demasiado centrados en nuestros
individualismos? Grave forma de ceguera, que nos mantiene fuera de la realidad objetiva, y de la que necesitamos salir.
¿No estamos, también nosotros, sentados al borde del camino, de las enseñanzas de Jesús, pues no las asumimos sinceramente y en primera persona? ¿Sentimos la necesidad de ver al que es la Luz?
Jesús le llama para renovar su vida, según su apertura, su justicia. Le dicen al
ciego: “¡Levántate!” (el verbo usado es el de la resurrección) “Te llama” (el mismo verbo usado al llamar a los apóstoles, la vocación). El ciego es dócil, está centrado en Jesús, no en sí mismo, por eso le sigue. ¿Y nosotros?
Pidamos a María que sepamos escuchar a Jesús que pasa y le pidamos nos dé su Luz y le sigamos.
Jr. 31, 7-9: "Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob...! ...digan: «¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo... Porque yo soy un padre para Israel y Efraín es mi primogénito".
Salmo 1251-6: "Grandes cosas hizo el Señor por nosotros".
Hb. 5, 1-6: "Todo sumo sacerdote... es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios... Él puede mostrarse indulgente... porque él mismo está sujeto a la debilidad humana... Y nadie se arroga esta dignidad si no es llamado por Dios... Por esto Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser sumo sacerdote, sino que la recibió de aquél que le dijo: «Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy». Como también
dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec»."
Mc. 10, 46-52: "Cuando Jesús salía de Jericó..., el hijo de Timeo, Bartimeo,un mendigo ciego, estaba sentado al borde del camino. Al enterarse que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino".
Este domingo el Señor preguntará al ciego, y también a nosotros: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Es una pregunta importante, básica. La respuesta presenta el camino en el que está nuestra Fe. Cuanto más adentro conduzca la respuesta, más profundo es el camino de nuestra Fe.
“¡Señor, que vea!”, contesta el ciego. ¿Reconocemos necesitar nosotros esto?
El pedido del ciego a Jesús era vital y profundo, y lo demostró su esfuerzo por hacerse escuchar y atender por Jesús. No le importó que los otros se fastidiaran. Lo que necesitaba era muy importante y vital, y reconocía que el único que le podía ayudar a conseguirlo era el mismo Jesús, el Hijo de David, título explícitamente mesiánico: no solo era importante la luz física, sino el sentido de toda su vida personal. Toda su interioridad pedía la Salvación, por eso Jesús le asegura que su Fe le ha salvado.
Dios puede, y quiere, transformar muestra vida, la puede levantar; ¡más!, nos llama para que ayudemos a otros a levantarse, a acercarse a Jesús, a recuperar la dignidad, la alegría, las ganas de vivir, la Felicidad, la Paz, la Vida en la dinámica divina de crecer en plenitud al alimentarse de la misma Vida de Dios, a través de la entrega del Sumo Sacerdote, Cristo, que no sólo habla sino que se da a sí mismo en sacrificio.
Estemos llamados a ser sacerdotes –cada uno en su ambiente y con su temperamento, estado de vida, profesión e historia– de la Vida nueva, de la Luz nueva, de la Paz nueva, de la Felicidad nueva, de Cristo, el Salvador.
No todos los ciegos gritarán como Timeo (“Hijo de la Justicia”, eso significa este nombre); a muchos habrá que despertarlos, pues no solo están ciegos, sino que están dormidos y sordos y mudos...
Dios quiere lo mejor para nosotros, pero no siempre nos encuentra atentos: por eso nos llamó a nosotros, para que ayudemos a nuestros hermanos: “¡Ánimo, levántate! El Señor te llama”, le dijeron al ciego... Otro tanto deberemos hacer nosotros en nuestros ambientes.
María nos asista y ayude en tan maravillosa y responsable tarea sacerdotal-misionera: así seremos verdaderos discípulos de de Cristo, la Verdad.
Dios nos bendiga y nos ayude a crecer en la Fe para que podamos ayudar a nuestros hermanos.
Unidos en oración con María; nuestra auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
«Tu fe te ha salvado»
La única ‘identificación’ del ciego de Jericó es “Hijo de Timeo” –es decir, ‘hijo de la Justicia’, como san José–. ¿Por eso, una vez sanado, toma la decisión de seguir a Jesús en el camino de la entrega para rescatarnos? El camino de Jesús lleva a Jerusalén, dando su vida para que tengamos Vida abundante.
Lo que liberó al ciego fue su profunda Fe convencida, que le llevó a gritar, aunque lo recriminaran.
Muchos somos ciegos y mendigos, sentados al borde de la vida, de la alegría, de la paz de Cristo, al que no acabamos de asumir como nuestro Maestro. No somos malos, pero tampoco discípulos decididos.
Dios desea contar con nosotros, somos los sacerdotes del mundo: hijos de nuestra historia, con sus valores y sus miserias, pero Dios desea hacer sus maravillas con cada uno, pero no puede imponérsenos.
Aprendamos a escuchar las preguntas de Dios en nuestro ambiente y contestemos –gritemos– con el alma y la vida. Las preguntas de Dios nos despiertan y nos liberan de nuestras esclavitudes, nos regresan a nuestra tierra original: el Amor del Padre, la Salvación del Hijo, la Santidad del Espíritu: la Justicia.
Buscando a Dios en su justicia, lo encontraremos con su salvación: ¡sigámoslo en el don de la vida!
Dios puede transformar nuestra historia, personal y comunitaria, pero depende de nuestra docilidad
Dios hace maravillas en la medida que nos encuentra disponibles, no solo deseosos de serlo. No importa cómo estemos; Él puede liberarnos a todo porque es nuestro padre. ¿Lo vivimos como a tal?
Dios llama a personas como nosotros para que, en su nombre, nos lleven a encontrarnos con Él
Jesús mandó llamar a ciego. Puso unos intermediarios para que le hicieran llegar su llamado a la Vida nueva y le ayudaran en su aproximarse a Jesús. Por ellos el ciego vio la Luz –Cristo– y le siguió.
Es la tarea del sacerdote, de la Comunidad. En la Comunidad el sacerdote es la voz de Jesús para los hermanos; los hermanos son los ‘sacerdotes’, la voz, la presencia de Jesús, que se acerca para el mundo.
Seguir a Jesús es lo más vital, pero para eso necesitamos buscarlo y salir de nuestra ceguera hacia Él
El ciego, hijo de la justicia, reconocía su limitación y necesitar a Jesús, porque lo aceptaba como su Salvador, el enviado por Dios: el Hijo de David. Por eso está atento, busca, grita, insiste.
¿No estamos, también nosotros, ciegos? ¿No estamos demasiado centrados en nuestros
individualismos? Grave forma de ceguera, que nos mantiene fuera de la realidad objetiva, y de la que necesitamos salir.
¿No estamos, también nosotros, sentados al borde del camino, de las enseñanzas de Jesús, pues no las asumimos sinceramente y en primera persona? ¿Sentimos la necesidad de ver al que es la Luz?
Jesús le llama para renovar su vida, según su apertura, su justicia. Le dicen al
ciego: “¡Levántate!” (el verbo usado es el de la resurrección) “Te llama” (el mismo verbo usado al llamar a los apóstoles, la vocación). El ciego es dócil, está centrado en Jesús, no en sí mismo, por eso le sigue. ¿Y nosotros?
Pidamos a María que sepamos escuchar a Jesús que pasa y le pidamos nos dé su Luz y le sigamos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXX
En la vida hay muchos momentos de ceguera: se nos invita a creer en Cristo Jesús y, por eso, a buscarlo, gritarle, suplicarle y seguirle a Él, nuestra Luz
En la vida hay muchos momentos de ceguera: se nos invita a creer en Cristo Jesús y, por eso, a buscarlo, gritarle, suplicarle y seguirle a Él, nuestra Luz
Jr. 31, 7-9: "Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob...! ...digan: «¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo... Porque yo soy un padre para Israel y Efraín es mi primogénito".
Salmo 1251-6: "Grandes cosas hizo el Señor por nosotros".
Hb. 5, 1-6: "Todo sumo sacerdote... es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios... Él puede mostrarse indulgente... porque él mismo está sujeto a la debilidad humana... Y nadie se arroga esta dignidad si no es llamado por Dios... Por esto Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser sumo sacerdote, sino que la recibió de aquél que le dijo: «Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy». Como también
dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec»."
Mc. 10, 46-52: "Cuando Jesús salía de Jericó..., el hijo de Timeo, Bartimeo,un mendigo ciego, estaba sentado al borde del camino. Al enterarse que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino".
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