Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este jueves 17 de abril, Jueves Santo.
Nadie como Jesús nos enseña el verdadero –y único– camino del éxito para la vida humana. No se trata de ser cristiano o formar parte de una religión determinada, sino de ser aquello para lo que fuimos creados, y eso nadie lo sabe mejor que quien nos creó. Algo similar a lo que pasa con una máquina o sistema tecnológico: nadie como el que lo creó nos puede indicar el mejor modo de usarlo sin quitarle eficiencia y sin arruinarlo. ¡Cuántos, por vivir a su modo y sin hacer caso las indicaciones de los que saben, han arruinado su vida y, si son inteligentes, después lo han tenido que reconocer y, dejándose guiar con humildad y esfuerzo, han tenido que luchar por superar el desastre en el que se han metido y también las consecuencias que con esto han generado.
La Semana Santa nos enseña a dar vida como Cristo para tener cada día más vida y tenerla plena.
Él no solo nos la da con su palabra en la Comunidad, sino que se nos da como alimento, nos da su Vida en sacrificio de Salvación y nos muestra que éste es el camino para vivir en la novedad plena de la Resurrección, que todo lo transforma y lo llena de Vida nueva en el Amor del Espíritu de Dios. Es la semana del hombre nuevo, del hombre libre en el servicio, en el sacrificio, en el triunfo, en la vida, en la alegría renovadora y reconstructora de toda ruptura, en el gozo de la Luz que todo lo ilumina y nos enseña a vivir con esperanza y entrega sin miedo a la muerte, pues ésta ya fue definitivamente vencida: solo tendrá poder destructor en quien se lo dé, pues ya la Vida triunfó sobre la muerte para siempre y para todos lo que, en su buena voluntad, acepten al Señor.
Dios nos bendiga a todos copiosamente. Pidamos al Señor Resucitado que su Vida nueva nos renueve y nos lleve a profundizar nuestra voluntad de recibir y vivir la resurrección del Señor con un compromiso revitalizado de convertirnos a Él y dejar que su Vida, Paz y Perdón nos llenen y nos hagan constructores de vida, paz y perdón donde estemos y actuemos, especialmente entre los que más nos necesiten siguiendo al Maestro y su Espíritu, aunque no nos resulte cómodo o fácil.
Unidos en oración con María, la feliz Madre del Resucitado:
P. José Mª Domènech SDB
«¿Entienden lo que he hecho?»
El jueves santo celebramos el Amor, cuya fuente es el mismo Dios, que vive hasta el extremo su compromiso de vida: dar la propia vida para servir desinteresadamente al otro para su bien y hasta el punto de hacerse oblación y alimento...
¡No existir para otra cosa que para ‘ser comido y asimilado’, según las posibilidades y necesidades del otro para que el otro madure en la vida que Dios mismo le ha confiado!
Éste es el éxito personal del cristiano, que aprende a ser servidor maduro. Esto no se busca ni exige: es resultado del don de la propia vida buscando que el otro tenga vida y la tenga en abundancia; así nuestra alegría llegará a ser plena, como Jesús dice durante la última cena.
Ser cristiano es servir a la vida plena y liberación de toda esclavitud del hermano, como Jesús
El evangelio de san Juan marca el sentido interior de la Eucaristía: servir a todos para la Vida nueva de todos, sobre todo de los pecadores, pues a todos debe extenderse el beneficio del gesto de libertad suprema del Maestro, sin otra finalidad escondida, por noble que sea.
El Señor entrega su vida en sacrifico de amor para la Vida nueva de todos, su razón es comunicar y compartir el Amor libérrimo de Dios, Padre-Hijo-Espíritu, desde siempre.
Los ministros ordenados deben aprender de su Maestro a vivir así: ése es su único éxito.
La entrega sacramental del Señor nos interpela, aclara Pablo en su primera carta a los corintios: debemos celebrar el don de la vida del Señor con intención y voluntad de vivir en el Señor los criterios de vida que Él nos ha confiado a beneficio de la entera humanidad. No hacerlo así es hacerse reo de la Salvación y de la Vida Nueva que Él nos confía en la Eucaristía.
Vivimos la Eucaristía al hacernos Eucaristía dando al mundo la Salvación del Dios de la vida
El pueblo de Israel se ciñó a las indicaciones de la celebración pascual para que el Señor no les dejara en la muerte de Egipto. Así el pueblo cristiano debe valorar la celebración eucarística: paso del Señor-Salvador por nuestra vida para llenarla de su Amor y llevarnos a nuestros hermanos para que el mundo conozca y pueda aceptar la Salvación de Dios.
Necesitamos vivir este Amor del Señor para asimilar la Vida Plena que Él nos ofrece en cada Eucaristía. Debemos hacerlo nuestro, servir como Él en oblación para bien de todos.
No hacerlo así es como ‘rebelarnos’ al modo de Pedro y de tantos otros. Eso nos deja en la pobreza y limitación de criterios de nuestro mundo, con su el individualismo, y su carga de disociación familiar y social; con su pensamiento débil y caduco en las ideologías de todo género, que pretenden imponersenos, pero no enriquecen ni a la persona ni a la sociedad sino que más bien perturban todas las relaciones humanas; con el culto a la apariencia, al prestigio, al poder y la consecuente desfiguración y manipulación de la conciencia y la perversión de los valores.
Agradecer a Dios pide entregar la vida que se nos ha confiado para el bien de los demás
Sólo agradecemos a Dios la Vida y Salvación recibida cuando vivimos con obras de vida y salvación para todos. Eso nos dice el salmo 115, que el Señor pone hoy en nuestros labios.
El Señor pide a los apóstoles que repitan en su memoria el gesto de servicio: que sean instrumento de vida y de renovación interior, que reciban a todos, que sirvan como Él, sin juzgar ni condenar, que construyan Comunión al estilo del Padre. Pero para hacerlo bien es necesario que, tanto el sacerdote como todo cristiano, se acerque al Señor de la Vida y aprenda a vivir como Él, con sus criterios. Esto es imposible sin escucharle con la humildad, atención y esfuerzo del que ama de verdad.
Pidamos a María nos enseñe a vivir cada Eucaristía escuchando al Señor para vivir como Él.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
SEMANA SANTA - JUEVES SANTO
Haber sido creados a imagen de Dios significa aprender a ofrecer nuestra vida a Dios, como Jesús, siendo servidores de vida para los hermanos
Haber sido creados a imagen de Dios significa aprender a ofrecer nuestra vida a Dios, como Jesús, siendo servidores de vida para los hermanos
Ex.12, 1-8.11-14: ...Elijan un cordero... lo inmolarán...; con un poco de su sangre marcarán los postes y el dintel de la puerta de la casa... comerán la carne de prisa, con las sandalias puestas y el bastón en la mano, pues es el paso del Señor. ...la sangre será señal para indicar las casas donde ustedes están... y así ustedes se liberarán... Este día será ustedes un memorial... lo celebrarán por todas las generaciones...
Salmo 11512-13.15-16.17-18: ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
1Cor. 11, 23-26: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, viene el Señor... siempre que coman de este pan y beban de este cáliz proclaman la muerte del Señor hasta que vuelva.
Jn. 13, 1-15: ...sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre... les amó hasta el extremo... y empezó a lavarles los pies... ¿Entienden lo que he hecho?... Yo... el Maestro y el Señor... les he dado ejemplo para que ustedes hagan lo mismo que yo he hecho.
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