abril 18, 2014

Semana Santa: Viernes Santo


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este 18 de abril, Viernes Santo.


El viernes santo es el día del amor hasta el extremo: dar la propia vida en sacrificio expiatorio por nuestra salvación y esto hasta el punto de no quedarle nada... Judas le entrega, Pedro le niega, los otros escapan... solo una mujeres le siguen... Queda solo y lo siente profundamente en el alma.

Existió sino para salvar y socorrer a los débiles, pecadores, enfermos; a los que mal-viven según sus limitadísimas posibilidades y no logran comprender sus reales necesidades para cumplir el fin profundo y más real de su vida, que les tiene existencial y sistemáticamente inquietos.

Fue masacrado por nuestras rebeliones, dice el profeta, y lo creímos condenado. Su salvación fue la íntima, constante e incondicional fidelidad al Amor de su Padre, que lo había enviado.

Si vivimos así: ésa será nuestra Salvación. El Padre confía en nosotros y espera lo mismo.

Nacimos para algo más que para pasarla bien o para vendernos a los aplausos efímeros de otros

El éxito humano, y sobre todo del creyente, en maduración continua, está en desarrollar la vida dándola, sin buscarse a sí mismo ni esperar el efímero –y muchas veces falso– aplauso de los otros.

Es evidente que esto cuesta y duele. Todo lo valioso se consigue con disciplina y sacrificio.

El autor de la carta a los hebreos lo dice con claridad: sufriendo aprendió a obedecer... y la obediencia le enseñó el camino de la libertad que da fuerza liberadora a la propia vida: asumir el dolor que trae consigo el dar vida a otros y la disciplina de buscar la verdad para el bien a fin de no quedar atados a las apariencias del brillo de lo pasajero, que mañana ya no es considerado valioso.

El Señor da la Vida, porque la tiene plena en sí, para que seamos felices desde lo más profundo.

Todo Dios se nos entrega en amor para la Vida de todos sin distinción: Él nos busca a todos

Esta entrega redentora del Señor en sacrifico de amor para la Vida nueva de todos, tiene sólo una motivación: comunicarnos y compartir con quienes lo acepten, el Amor libérrimo de la Comunión Trinitaria, entregado a nosotros, libre de toda atadura, por el Hijo obediente al Padre, pues vive con la fuerza transformadora del Espíritu, de quien se ha dejado siempre conducir.

Las tres personas del Dios-Trinidad estuvieron, y siguen estándolo, presentes en el sacrificio del Calvario, tanto el cruento de hace más de 20 siglos, como el incruento que celebramos en cada una de las Misas a lo largo y ancho del mundo, celebradas a cada momento de nuestro día.

Hoy el pueblo de Dios ora al Padre, como Jesús en la cruz, por todos los hombres, de cualquier cultura, sexo y condición social y religiosa, porque Cristo se dio por todos, sin excepción alguna.

No es el sacrificio en sí ni sus razones lo que salva, sino el Amor del Dios que nos ama y da su vida

La horrible experiencia de Jesús debe ser mirada desde la fidelísima obediencia de Jesús a la Voluntad salvífica de su Padre; solo esta mirada nos da la perspectiva adecuada.

O lo miramos todo desde arriba o nos perdemos en la maraña complicadísima de la historia, que, por eso, muchas veces nos resulta incomprensible.

Son millones las visiones de la realidad: ¡y su mayoría están seguras de tener razón casi en forma incuestionable! Ellas pueden cuestionar a los demás, porque ellas están convencidas de que saben, conocen, tienen la verdadera perspectiva. ‘¿Quién, que sea inteligente, podrá dudarlo?’, dicen.

¿No hace, esta actitud, dificilísima la convivencia?: ¡cuántas guerras –pequeñas y grandes– sociales; familiares; ideológicas y supuestamente religiosas! Quienes las arman no se creen necios, están convencidos de tener razones ‘justas’. Pero, de ordinario, no tienen ni la perspectiva adecuada.

Jesús sí la tenía, por eso no hizo guerra, sino que dio su Vida a favor de la nuestra.

Necesitamos vivir en el Amor del Señor hasta el final para poder hacer nuestra la Vida nueva que Él nos ofrece en cada celebración litúrgica. Así seremos Cristo en el mundo.

Pidamos a María nos enseñe, y ayude a cada familia cristiana, a vivir dando la propia vida.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.

SEMANA SANTA - VIERNES SANTO

La solidaridad honesta, que vive al estilo de Dios buscando el bien de cada persona, es presupuesto básico para el desarrollo integral de la vida

Is. 52, 13-53, 12:
Mi servidor triunfará... fue traspasado por nuestras rebeldías... e intercedía...

Salmo 302.6.12-13.15-17.25: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.


Hb. 4, 14-16; 5, 7-9:
...sometido a las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado... sufriendo aprendió a obedecer. Así llegó a ser, para los que le obedecen, causa de salvación.

Jn. 18, 1-19, 42: Prendieron a Jesús y lo ataron como a un malhechor... «¿No eres tú también de sus discípulos?» «¡No lo soy!» «Mi Reino no es de este mundo... He venido para dar testimonio de la Verdad...» Lo crucificaron y con él a otros dos malhechores... «Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre...» «Tengo sed»... «Todo está cumplido»... y expiró.








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