agosto 19, 2007

El que no ama a su hermano a quien ve...

Queridos todos, acaba de terminar la emisión de la Santa Misa que celebró el cardenal Cipriani por nuestros hermanos del Sur.

Agradeciendo a todos aquellos hermanos de otros países que envían incesantemente toneladas de ayuda, Monseñor Cipriani recordó la invocación de SS. Benedicto XVI, a colaborar todos nosotros. Citó la frase evangélica con que titulo esta entrada: "El que no ama a su hermano a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve".

Colaboremos todos de la manera que nos resulte posible. He visto conmovida por TV que muchos limeños de condición humilde sacan de su propia alacena aún una bolsita de arroz para mandarles a nuestros pobrecitos hermanos de Cañete, Lunahuaná, Chincha, Pisco, Huaytará, Humay, etc. Si podemos, pongamos una dedicatoria, un mensajito de aliento, que lo necesitan mucho en este momento. Si tenemos ropita en buen estado, dividamos la ropa de hombre y mujer, la de bebe, en bolsa plástica, para que en el Estadio los voluntarios lo puedan acomodar mejor. Un papelito, una estampita dentro, pueden consolar tanto a una persona!

Acá en Lima, aunque las réplicas fuertes se suceden hasta hoy (2 am la última) gracias a Dios y a la protección de la Auxiliadora estamos bien. Doy gracias porque mis amistades de Cañete, Chincha e Ica están bien y a salvo.
El mejor gracias es el compromiso. Les invito a ayudar en la medida de sus posibilidades. Nosotros, devotos de nuestra Madre Auxiliadora, tenemos un doble deber: ¿cómo va a extenderse el manto de auxilio de nuestra mamita si no lo jalamos nosotros para extenderlo con nuestras propias manos?

En otro momento les haré saber algunas delicadezas que nuestra Madre ha tenido con sus hijos durante el terremoto en Lima. Por ahora, les dejo el comentario homilético del querido padre José María, con quien permanecemos siempre unidos en oración y encoméndandolo a nuestra Madre del cielo. Les recomiendo muy especialmente la reflexión de estas líneas, pues nos competen en este momento específico: nuestra fidelidad a Cristo se ve compelida, y tenemos que dar respuestas concretas e inmediatas.

Como cada domingo, al final del texto el Padre coloca las lecturas del día, para que podamos repasarlas a lo largo de la semana y permitir al Señor que nos diga qué quiere de nosotros. Es asombroso que el salmo de hoy diga: ¡Señor, date prisa en socorrerme! Pensando en nuestros hermanos del Sur, date prisa en socorrerlos, Padre bueno; mueve mis manos y mi corazón para socorrer a mis hermanos en tu nombre, para demostrarte mi amor y fidelidad!

Bendiciones.
Mi esfuerzo por vivir en fidelidad a Cristo

¡La verdadera vida cristiana comporta confrontaciones no por unas ideas, ritos, organización o liderazgo, sino por su fidelidad a la Voluntad del Padre!

Las personalidades fuertes y las convicciones firmes siempre despiertan o admiración y seguimiento o agresión y aversión. Jeremías tenía las cosas muy claras y se sentía impulsado interiormente a ser fiel a lo que Dios le pedía... Eso le trajo muchos enfrentamientos que él no propició, pero que tuvo que soportar por la oposición que vivían sus adversarios ante lo que les comunicaba como Voluntad de Dios y que ellos no estaban dispuestas a soportar.

Fue, como Jesús y tantos de sus discípulos después, un verdadero signo de contradicción, con todos los problemas y sufrimientos que esto trae.

El autor de la carta a los hebreos, nos invita a vivir en un continuo esfuerzo de fidelidad al Señor que nos ha otorgado la Fe, para eso nos apoyamos, por un lado, en la multitud de testigos que nos demuestran que esta dolorosa, y fecunda, fidelidad es posible y, por otro, en la seguridad de que el auxilio del Señor, que debemos pedir, nunca nos va a faltar.

La reflexión del autor de la carta anterior nos hace reparar que, en nuestra lucha por la fidelidad, no hemos llegado al derramamiento de la sangre, aunque las incomodidades y perjuicios haya sido muchos y dolorosos, pero nos han respetado la integridad, que otros muchos no pudieron conservar. Lo más importante en estas circunstancias es no perder la paz interior, fruto de la oración y de la intimidad con aquél que es nuestro auxilio y fortaleza.

Nadie ha sufrido más injusticia y brutalidad en la contestación y contradicción de la que fue objeto que Jesucristo... Nadie más fiel y conciliador, nadie más comprensivo y estimulante de la vida, nadie más acogedor y sanador, nadie más pacífico y claro en su mensaje, pero también nadie más atacado, despreciado, incomprendido, abandonado, humillado, agredido de múltiples modos: psicológica, espiritual, físicamente... Nadie como Él fue signo de contradicción real y objetiva. Nadie como Él supo ratificar su testimonio con una vida integérrima y de entrega objetivamente hecha sacrificio voluntario, consciente y extremadamente doloroso. Nadie más coherente y serio en su propuesta de vida, desde la vida y para la vida de todos.

La paz barata, la que evita las confrontaciones “para no tener problemas”, es la paz de los cobardes, de los secretarios de la muerte y de los que propician, con su no comprometerse, la destrucción de nuestra sociedad, de los más débiles y de la vida, a cualquier nivel: a fuerza de no querer meterse en problemas, dejamos que los problemas y la muerte social, cultural y política se vaya esparciendo como un cáncer o una mancha de aceite que todo lo ensucia y afea.

Esa paz no es la de Cristo, pues no respeta la verdad de la dignidad y derechos de la persona humana, por la que Él dio toda su vida y Jeremías luchó y sufrió, como lo hicieron también Pablo y los demás apóstoles a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Son muchos los que, con su vida inflamada en el Amor de Dios, que Jesús nos trajo, nos demuestran que el único modo de vivir con dignidad en este mundo es vivir en serio nuestra vocación: dar la vida para que los demás puedan tener vida digna y en abundancia.

Pidamos a María su valentía: vivir el riesgo de la fidelidad, aunque cueste y duela mucho.


TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XX- CICLO C

Jr. 38, 4-6.8-10: "...dijeron al rey: «Que Jeremías muera de una vez...»... Tomaron a Jeremías... y lo hundieron en el barro... Abdemelec... dijo al rey: «...no está bien lo que estos hombres le han hecho al profeta...» El rey le dio esta orden... «...saquen de la cisterna al profeta Jeremías...»"
Salmo 39: "Señor, date prisa en socorrerme."
Hb. 12, 1-14: "Con una nube tan grande de testigos de la Fe... sin cansarnos corramos la carrera que nos toca. Teniendo la mirada fija en Jesucristo... para llegar a la felicidad... aceptó el suplicio de la cruz... En su lucha contra el pecado Uds. todavía no han tenido que enfrentar el derramamiento de la sangre."
Lc. 12, 49-53: "He venido a prender fuego a la tierra y ¡cómo quisiera que ya ardiera!... Siento mi corazón angustiado pensado en la hora que se me aproxima... No he venido a traer paz, sino división..."

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