Cuarto domingo de Cuaresma
Dios nos busca para entregarnos su gracia. Él nos salva del anonimato y de las tinieblas. Quiere el éxito de nuestra vida y que veamos la realidad con claridad, pero es necesario que nosotros pongamos también de nuestra parte, que nos arriesguemos aceptando la verdad y reconociendo el bien como tarea personal y responsabilidad social.
El Señor es nuestro pastor y nada nos faltará, pero la condición es que nos dejemos guiar y caminemos en su luz mirando la realidad como una invitación del Señor al compromiso.
Es nuestra decisión y tiene sus riesgos de lucha, apertura y posible rechazo de los que creen saber o dominar la verdad y prudencia de la ciencia, de la cultura o de las religiones.
1. Dios no es indiferente a nuestra vida:
La vida de cada persona es muy importante para Dios: es Padre de cada persona humana; camina por nuestros caminos; conoce nuestras cegueras y, desde el ‘barro’ de nuestra realidad, encuentra caminos para librarnos de nuestras esclavitudes y tinieblas.
Nadie, en nuestra historia cotidiana, tiene más libertad que Dios a la hora de acercarse a nosotros para ofrecernos su intimidad fecunda, su mano firme y su mirada de amor sincero.
2. La luz nos compromete a descubrir su origen y sus exigencias:
Dios lo ve mucho más profundamente e ilumina a cada persona, transformándola.
Cuando se encuentra con nosotros nos consagra para misiones para las que no nos creíamos capaces, pero Él es el Señor y el pastor que nos guía, debemos profundizar nuestra intimidad con Él, si no queremos fracasar y volver a las tinieblas y al actual desconcierto común.
3. Jesús es el Salvador y siempre se nos da a conocer: nos toca decidirnos ante Él:
El Señor de la luz que da libertad para la vida nos invita a escuchar sus pasos en nuestra historia y a comprometer nuestra vida en su arriesgada misión salvífica.
Cometemos muchos errores por nuestras cegueras, cobardías e ignorancia, pero de todo nos puede librar el Señor si nos dejamos guiar con humilde arrepentimiento, búsqueda y defensa honesta de la verdad, acogida sincera de su presencia en nuestra vida y la de nuestros hermanos hasta convertirnos en verdaderos testigos y misioneros de su amor, que nos ha salvado.
Pidamos a María saber abrirnos a la sanación del Dios de la verdad: Él nos lleva a la vida plena con Cristo hasta transformarnos y comprometernos para el bien de todos.
El Señor es nuestro pastor y nada nos faltará, pero la condición es que nos dejemos guiar y caminemos en su luz mirando la realidad como una invitación del Señor al compromiso.
Es nuestra decisión y tiene sus riesgos de lucha, apertura y posible rechazo de los que creen saber o dominar la verdad y prudencia de la ciencia, de la cultura o de las religiones.
1. Dios no es indiferente a nuestra vida:
La vida de cada persona es muy importante para Dios: es Padre de cada persona humana; camina por nuestros caminos; conoce nuestras cegueras y, desde el ‘barro’ de nuestra realidad, encuentra caminos para librarnos de nuestras esclavitudes y tinieblas.
Nadie, en nuestra historia cotidiana, tiene más libertad que Dios a la hora de acercarse a nosotros para ofrecernos su intimidad fecunda, su mano firme y su mirada de amor sincero.
2. La luz nos compromete a descubrir su origen y sus exigencias:
Dios lo ve mucho más profundamente e ilumina a cada persona, transformándola.
Cuando se encuentra con nosotros nos consagra para misiones para las que no nos creíamos capaces, pero Él es el Señor y el pastor que nos guía, debemos profundizar nuestra intimidad con Él, si no queremos fracasar y volver a las tinieblas y al actual desconcierto común.
3. Jesús es el Salvador y siempre se nos da a conocer: nos toca decidirnos ante Él:
El Señor de la luz que da libertad para la vida nos invita a escuchar sus pasos en nuestra historia y a comprometer nuestra vida en su arriesgada misión salvífica.
Cometemos muchos errores por nuestras cegueras, cobardías e ignorancia, pero de todo nos puede librar el Señor si nos dejamos guiar con humilde arrepentimiento, búsqueda y defensa honesta de la verdad, acogida sincera de su presencia en nuestra vida y la de nuestros hermanos hasta convertirnos en verdaderos testigos y misioneros de su amor, que nos ha salvado.
Pidamos a María saber abrirnos a la sanación del Dios de la verdad: Él nos lleva a la vida plena con Cristo hasta transformarnos y comprometernos para el bien de todos.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO IV
1S. 16, 1.6-7.10-13a: "El Señor dijo a Samuel: «...Te envío a la casa de Jesé... veo entre sus hijos al que yo quiero como rey... No te fijes en las apariencias... Dios ve el fondo del corazón» ...Samuel dijo a Jesé: «¿No queda ningún hijo más?» Jesé respondió: «Todavía queda el más pequeño...» Samuel le dijo: «Váyanlo a buscar...» El Señor le dijo a Samuel: «Úngelo que es él» Samuel... lo ungió en medio de sus hermanos y, desde aquel momento, el Espíritu del Señor se posó sobre David."
Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.»"
Ef. 5, 8-14: "Antes ustedes eran oscuridad, pero ahora, que están en el Señor, son luz. Vivan como los que son de la luz... Fíjense bien cuáles son las cosas que agradan al Señor y no se hagan solidarios con las obras infructuosas que se cometen en las tinieblas... «Despierta, tú que duermes; resucita de entre los muertos y Cristo te iluminará.»"
Jn. 9, 1-41: "Jesús, al pasar, vio un ciego de nacimiento... escupió en tierra para hacer con la saliva un poco de barro, se lo puso en los ojos y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»... La gente... decía: «¿No es éste el ciego que veíamos siempre pidiendo limosna?...» Él contestó: «Sí, lo soy»... Lo llevaron a los fariseos... Él les dijo: «Hizo barro... me lavé y ahora veo»... éstos comentaban: «Este hombre que no respeta el sábado no puede ser de Dios... pero ¿cómo es posible que un pecador haga milagros?» Le preguntaron al ciego: «...Tú ¿qué dices de él?» Él contestó: «Que es un profeta» Le respondieron: «Todo tú has nacido en pecado ¿y quieres darnos lecciones?» Y lo expulsaron de la sinagoga. Jesús se hizo el encontradizo con él y le preguntó: «¿Crees en el Hijo del Hombre?... Lo has visto: soy yo, el que habla contigo» Él le dijo: «Creo, Señor» Y lo adoró."
Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.»"
Ef. 5, 8-14: "Antes ustedes eran oscuridad, pero ahora, que están en el Señor, son luz. Vivan como los que son de la luz... Fíjense bien cuáles son las cosas que agradan al Señor y no se hagan solidarios con las obras infructuosas que se cometen en las tinieblas... «Despierta, tú que duermes; resucita de entre los muertos y Cristo te iluminará.»"
Jn. 9, 1-41: "Jesús, al pasar, vio un ciego de nacimiento... escupió en tierra para hacer con la saliva un poco de barro, se lo puso en los ojos y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»... La gente... decía: «¿No es éste el ciego que veíamos siempre pidiendo limosna?...» Él contestó: «Sí, lo soy»... Lo llevaron a los fariseos... Él les dijo: «Hizo barro... me lavé y ahora veo»... éstos comentaban: «Este hombre que no respeta el sábado no puede ser de Dios... pero ¿cómo es posible que un pecador haga milagros?» Le preguntaron al ciego: «...Tú ¿qué dices de él?» Él contestó: «Que es un profeta» Le respondieron: «Todo tú has nacido en pecado ¿y quieres darnos lecciones?» Y lo expulsaron de la sinagoga. Jesús se hizo el encontradizo con él y le preguntó: «¿Crees en el Hijo del Hombre?... Lo has visto: soy yo, el que habla contigo» Él le dijo: «Creo, Señor» Y lo adoró."
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