junio 15, 2008

Vida que da vida

Hoy en Perú celebramos el día del Padre. Un saludo muy especial a los papás, quienes nos dieron la vida para estar en este mundo y poder buscar nuestra felicidad. Que el Padre de todos nosotros les bendiga e ilumine en su rol.

Y un recuerdo para todos esos hombres que renunciaron a tener una familia propia y se dedican día a día a dar su vida a multitudes de hijos. Soy feliz de ser parte de un gran y variado grupo de estos hijos, y hoy envío mi saludo y reconocimiento para el querido padre José María: Feliz día, padrecito!


Vivir dando vida

El Señor nos ha dado su Vida, que para nosotros es Vida Nueva, pues nos restituye en la que fue el primer y único proyecto de Dios: ser reconocido y gozado como nuestro real y único Padre amado, pues sólo Él puede llenar de felicidad regocijante nuestra vida, la única que tenemos y sobre la que tenemos grave e intransferible responsabilidad.

Recibimos esta Vida con una doble misión: una interior y otra exterior. La primera nos llama a vivir conforme a esta Vida de hijos adoptivos de Dios; la segunda nos invita a proponer este estilo de Vida a los que nos rodean, pues también ellos están llamados, por explícita vo-luntad de Dios al crear a cada persona humana, a vivir como hijos amados de Dios.

Dios no hace ninguna discriminación de personas, jamás la ha hecho, ni cuando nosotros vivíamos como despreciando sus dones más preciosos al dar cabida en nuestra vida al pecado.

Ser santos es nuestra vocación y sólo esto da gloria a Dios.

La Fe nos invita a la santidad

El Señor nos llama cada día a acercarnos, como llamó tantas veces a Moisés y a lo largo de la historia al pueblo de Israel y de Judá.

La vocación humana es ser pueblo amado de Dios, al estilo de la familia de Jesús.

Conocer a Dios nos permite comprender cuál es su ilusión: nos ha llamado a la vida para gozar la filiación divina y nos ha redimido de la esclavitud del pecado, a la que nos sentimos inclinados, para que podamos ser testimonio luminoso de su felicidad y paz ante todos.

Para ser santos es necesario aceptar ser cada día pueblo de Dios

Ser santo significa aceptar vivir como Dios
: la alegría desbordante y creadora de dar vida dando la propia vida.

Realmente no resulta cómodo ser santo en nuestro ambiente, tan distantemente agresivo respecto a Dios y todo lo que a Él se refiera explícitamente, es más fácil esconderse en el anonimato, en la masa, en la inutilidad perjudicial del individualismo estéril para todos.

Dios nos llama todos los días a ser su pueblo: fecundos cultores de la Vida Nueva, celebrantes de la santidad de Dios en el sacrificio eucarístico del don de la vida cotidiana, ciuda-danos generosos del Reino, testigos luminosos del amor regenerador de Dios.

Los demás tienen derecho de recibir de nosotros, con generosidad, todo lo que hemos recibido

Jesús nos pide entregar nuestra vida para el bien permanente de los demás
. Sabe que no será suficiente nuestro esfuerzo, se necesitan muchas manos: ¡hay que pedirlas sin fin!

Debemos creer que la salvación es real y posible para todos. Creer es regalar la vida personal para la causa del Reino. Sin condición, sin ninguna restricción, como Jesús: ¡ser Santo!

Pedimos a María nos enseñe a caminar en la historia como Dios: dar la vida dando Vida.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI

Ex. 19, 2-6a: "En aquellos días... llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí... Moisés subió a la montaña... Dios le llamó y le dijo: «Habla a la casa de Jacob, comunica esto a los israelitas: ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios... si Uds. me escuchan y observan las condiciones de mi alianza, serán mi posesión personal... sacerdocio real, mi nación sagrada.»"

Salmo 99: "Somos su pueblo y el rebaño que Él guía."

Rm. 5, 6-11:
"...Dios probó su amor cuando Cristo murió por nosotros, que éramos pecadores... si fuimos reconciliados con Dios al precio de la muerte de su Hijo cuando éramos enemigos, mucho más ahora que ya estamos reconciliados con Dios al precio de su vida. Más todavía: gracias a Jesucristo, nuestro Señor, que nos ha reconciliado, tenemos el honor de gloriarnos en Dios."

Mt. 9, 36-10, 8: "Jesús al ver a la multitud sin esperanza... dijo a sus discípulos: «La mies es mucha, pero pocos los segadores, pidan al dueño de los sembradíos que envíe más segadores». Llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar espíritus malignos y curar toda enfermedad... Jesús envió a los doce dándoles estas instrucciones: «...vayan, más bien, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel... Prediquen por el camino y anuncien que el Reino de Dios está cerca. Curen..., resuciten..., purifiquen..., expulsen..., Lo que han recibido gratis, denlo gratis.»"

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