agosto 23, 2008

Dios es nuestra vocación primera

El Padre José María nos dice:

"El Señor nos cuestiona siempre: ¿Quién soy yo para ti?

Somos responsables de nuestra vida de Fe. La Iglesia mucho antes que una institución social, que no deja de serlo, es una comunidad de Fe formada por los discípulos a los que el Maestro llamó para que vivieran con Él y los siguieran adonde quiera que Él vaya.

El mundo, en gran parte, está atento a lo que los cristianos viven, o para aprender o para criticar. El daño más grande que le podemos hacer es superficializar nuestra vida de Fe.

Toda la sabiduría de Dios nos apoya y acompaña, pero no sustituye nuestras decisiones: lo que nos enriquece no son nuestras declaraciones sino nuestras decisiones actuales, pues las del pasado ya no están en nuestro poder, aunque nos afecten, y las del futuro todavía no existen, aunque con nuestras actuales decisiones y pensamientos y con la profundidad de nuestra interioridad las estemos construyendo o preparando.

Nos toca tomar en serio este presente y dejarnos guiar por la sabiduría misericordiosa y providente de Dios, nuestro Padre: es nuestra entera responsabilidad.

El Señor nos ayude a ser cada día más profundamente fieles al Amor incondicional de Dios."

Nuestra vocación: Dios

La Iglesia es la comunidad de la Fe. Dios nos concede conocer y creer en el Amor encarnado. Nos invita a percibir cómo construye la historia como lo que es: Historia de Salvación o Historia del Amor Encarnado que, con infinita sabiduría, crea y recrea la vida para que pueda gozar de la Vida Eterna, gracias a su Misericordia, ya desde el tiempo.

Recibimos de Dios la invitación a vivir como Él. No debemos esperar que no nos sea costoso el aceptar sus dones. La sabiduría de Dios ha planificado que todos los dones sean aceptados personalmente y cada persona aprenda a vivirlos desde su propia realidad y sin que nada sea automático. En la Fe cristiana no existe la magia: a todo don le corresponde una real y grave responsabilidad personal, ciertamente animada, apoyada y asistida por la Gracia, que es un Don, que actúa incansablemente a nuestro favor, pero sin sustituirnos nunca.

Dios nos invita a asumir nuestras responsabilidades, pues ellas traen consigo muchas ventajas, pero también perjudiciales consecuencias si no se viven con sinceridad.

El cristiano centra su vida en la Voluntad de Dios y se fía de su sabiduría porque ésta está llena de misericordia y así nos lleva, por los caminos de la solidaridad subsidiaria, hacia la Vida Plena y Paz Verdadera porque llega a la máxima profundidad de cada persona.

1. La responsabilidad es el eje de la vida cristiana: no hay magias.-

El hombre, varón o mujer, desea ver resultados y ¡rápido! por eso muchas veces echa mano de la magia, pero la vida solo da resultados reales, es decir, con raíces, imposibles con la magia. Las cosas fáciles generan superficialidad. La grandeza de Dios en el hombre supone profundidad, esfuerzo, disciplina, renovación continua, conversión, imposible sin confianza.

Los dones de Dios generan responsabilidad personal y ésta lleva a la libertad de una respuesta que llena de alegría, pues vive con la maravillosa Misericordia de Dios y su Bondad.

2. Nacimos para ser como Dios en este mundo, nadie puede sustituirnos: la respuesta es personal.-

Ser como Dios es nuestra primera y básica vocación. No es poesía, sino grave responsabilidad personal: de nuestra respuesta depende el mundo, interior y exterior, que generamos.

Deseamos tener éxito, pero parecería que quisiéramos que otros asuman el costo de este reto vital. No. Nuestra decisión es insustituible. Lo que nosotros demos hacer, no lo harán otros.

Dios inspira, nosotros decidimos y todos vivimos las consecuencias, por esto el Señor nos pide prudencia, verdad y conversión diaria. Él da la gracia, nosotros debemos poner la vida.

3. No estamos solos: Dios nos ilumina para que podamos tomar, y mantener, nuestras decisiones.-

Dios no falla, pero tampoco minimiza nuestras tareas
. Jesús aprendió, en el trabajo cotidiano, cómo ser fiel a Dios en las realidades de su mundo concreto, aun en el dolor, y el resultado fue la Gloria para Él y la Salvación para nosotros. El fruto, su Iglesia, su cuerpo místico.

Debemos aprender a decir sí, aun cuando temamos las consecuencias. El mundo nos reta, pues no cree ni en Dios, ni en nosotros, ni en los valores que proclamamos. Depende de nosotros convencerlos: es lo que hicieron los santos. Ésta es nuestra gran misión: nos la confió Cristo.

Pedimos a María saber meditar la Palabra para vivir en la sabiduría de Dios cada día.
P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXI

Is. 22, 19-23: "«Te haré caer de tu pedestal... Aquel día llamaré a mi servidor... lo vestiré con la ropa que tú vistes y le pondré tus insignias y le daré la autoridad que tú tienes y será un padre para los habitantes de Jerusalén... Le pondré en la espalda la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará y lo que él cierre nadie lo podrá abrir...»"

Salmo 137: "Tu misericordia es eterna, Señor, acaba la obra de tus manos."

Rm. 11, 33-36:
"¡Qué profundidad y riqueza de sabiduría y qué conocimiento de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus juicios e impenetrables sus caminos! ¿Quién ha podido conocer el pensamiento del Señor?... Todo viene de Él y pasa por Él y se dirige a Él. Gloria a Él por siempre..."

Mt. 16, 13-20: "«Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?» Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios que vive» Jesús le respondió: «Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto... te lo ha revelado... mi Padre del cielo... Te daré las llaves del Reino de los cielos...» Después prohibió severamente a sus discípulos que le dijeran a nadie que Él era el Mesías."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario