mayo 22, 2009

Ascención del Señor

La sugerencia homilética del padre José María para esta semana corresponde a la liturgia de la Ascensión.

Muchas gracias a todos los hermanos que se han unido a la cadena de oración por el padre Antonio Doménech; que Dios y nuestra madre Auxiliadora les colmen de bendiciones!


Cristo Jesús no nos abandonó con su ascensión. Se 'fue arriba' para cuidarnos mejor y darnos la real posibilidad de éxito en la difícil tarea de llevar a cabo su misión.

Nuestros límites y condicionamientos son inmensos. Ya solo tomando en cuenta seriamente esta realidad, percibimos que la misión que el Señor nos encomienda como Iglesia resulta casi del todo imposible, pues, por un lado, no llegamos a incidir en las conciencias, no somos adecuadamente dueños de nosotros mismos, nuestros defectos pueden llegar a abrumarnos, y, por otro, los peores enemigos del Señor, pueden usar nuestras debilidades contra nosotros mismos, y lo hacen de hecho...

El Señor nos conoce y no acepta como somos y por esto nos entrega su Espíritu y con Él actúa a través de su Palabra y de sus Sacramentos.

Esperen recibir el Espíritu, dice a los apóstoles. Sin Él no podemos hacer nada. No nos lancemos a nada sin una creciente intimidad con el Señor, con su persona, de tú a Tú. Quien evangeliza solo, sin cuidar en él una creciente intimidad con el Señor, lo que probablemente hará será apoyar la obra del padre de la mentira, quien le llevará por caminos nada evangélicos, en los que se buscará el éxito personal, pero no el del Señor y menos el bien profundo y creciente de las personas que le han sido encomendadas.

Suplicar al Espíritu su luz para vivir en profundidad nuestra relación con el Señor y para comprender lo qu el Señor nos pide y nos confía, a fin de abrirmos a la sabiduría de comprender el mejor modo de ofrecer a quienes nos rodean lo que el Señor desea que les comuniquemos.

¡Feliz fiesta de María Auxiliadora! Ella, la primera evangelizadora, por su intimidad con Jesús, nos ayude a ser los evangelizadores que nuestros hermanos necesitan para llegar a entrar en real e incisiva relación con el Señor resucitado.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB


Ascención del Señor

¿Quién no desea tener cada día más éxito y llevar a la máxima plenitud posible todo lo bueno que tiene: su vida, su libertad…? De hecho, hemos nacido para esto.

La sumisión no es el futuro pensado por Dios. Sin duda estamos sometidos a límites, somos condicionados, no solo por lo físico, sino, sobre todo, moralmente.

Necesitamos aprender, elevarnos y, para eso, es vital ser humildes y estar atentos y aceptar toda ayuda ofrecida, con tal que nos libere de lo que nos impide ser cada día más dadores de vida, pues ésa es la medida de nuestra libertad y del verdadero éxito, el que enaltece, fruto del amor dador de vida.

El Señor nos pide que nos liberemos de todo para anunciar la Buena Nueva de una vida en libertad para amar sin ataduras. Ese Evangelio se muestra en el romper toda cadena, fruto de la idolatría, que lleva a la injusticia, que es pecado.

Solo con el Espíritu del Hijo resucitado por ser fiel al Padre de la Vida, comprenderemos el éxito al que estamos llamados, seremos dóciles y llegaremos a ser libres para amar.

Jesús logró el éxito y lo dará a toda persona que le siga: nos envía a dar a todos esta alegría

La grandeza de Jesús no es fruto de un mágico poder divino que poseyera, sino, primero, del poder del Amor del Padre, que Él acogió en creciente disponibilidad, y, segundo, es fruto del amor al Padre, que Él aprendió a vivir, en un primer momento, en las rodillas de su Madre, nuestro Auxilio y primera evangelizadora, por ser persona dócil al Espíritu; y, después, aprendió a conocer y comprender por su intimidad orante y creciente docilidad al Espíritu, como María.

Nuestro éxito está asegurado, pero, por parte nuestra, no es gratis, aunque sí lo sea por la de Dios, pues no tenemos que darle nada para ‘merecerlo’; pero sí debemos pagar el precio de la sencillez, docilidad y obediencia responsable para poder acogerlo, conocerlo, comprenderlo, vivirlo y gozarlo en infinita creciente plenitud.
Estamos llamados a comprometer nuestra vida entera a proclamar el Evangelio de Cristo resucitado, nuestra Vida y Salvación, para que todas las personas de nuestro mundo puedan abrirse a la Salvación. El Dios que nos envía jamás nos abandonará, más bien nos apoyará.

Su Espíritu nos lleva por el mismo camino, pero es necesario acogerlo sin pretender someterlo

Jesús fue guiado por el Espíritu del Padre y del Hijo y ese mismo Espíritu es el que nos ha prometido, porque sin Él es imposible cumplir la misión que nos encomienda, pero no basta la seguridad de su Espíritu, es indispensable que lo esperemos de verdad, es decir, que nos abramos a Él, dispuestos a secundar lo que nos indique, como Jesús y María lo hicieron siempre.

Secundar al Espíritu supone no ponerle condiciones de aceptación, asumir sus criterios, aunque no siempre los entendamos o nos resulten ‘peligrosos’ y de mucho riesgo personal.

Pidamos a María aprender a vivir, día a día, en gozosa apertura y responsable docilidad.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B - DOMINGO VII DE PASCUA


Hch. 1, 1-11: "...les mandó que no se alejasen de Jerusalén y les dijo: «Esperen aquí la promesa del Padre... Ustedes, dentro de pocos días, serán bautizados en el Espíritu Santo... cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán una fuerza que les hará mis testigos... hasta el fin del mundo». Dicho esto ascendió ante ellos y una nube hizo que lo perdieran de vista... «...¿qué hacen mirando al cielo?... Volverá...»."

Salmo 46: "El Señor asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas".

Ef. 1, 17-23:
"Dios... les conceda... comprensión profunda...; ...también que les ilumine... para que conozcan a qué esperanza les ha llamado... que conozcan la inmensa grandeza de su poder... con la que... resucitó a Cristo... y le hizo sentarse a su diestra... por encima de todos... Todo lo ha puesto bajo sus pies y lo ha hecho cabeza de todo y lo ha dado a la Iglesia, que es su cuerpo..."

Mc. 16, 15-20: "Jesús se apareció a los once y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen a todos la Buena Nueva del Evangelio. Los que crean y se bauticen se salvarán, los que se resistan a creen quedarán condenados...» El Señor Jesús, después de hablarles, subió a los cielos y se sentó a la diestra de Dios. Ellos fueron a predicar… y el Señor cooperaba, confirmando la predicación con los milagros que les seguían."



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