mayo 17, 2009

El Amor de Dios

La sugerencia homilética del padre José María.

Gracias a todos los hermanos unidos en la oración por el padre Antonio Doménech, que Dios y nuestra Auxiliadora les colmen de bendiciones!


Dios es amor, nos dice san Juan. En este lugar no dice que nos ama, sino que es amor. En eso apoya su afirmación de que quien no ama no ha conocido a Dios.

Conocer en la Sagrada Escritura no es solo una relación intelectual con una realidad, sino una relación vital, íntima que marca a una persona. Es por eso que quien llega a conocer a Dios, que es amor, quien, de verdad, se comunica íntima y establemente con Él, aprende a vivir en su Vida, en su Amor, y Éste es es creativo y extremadamente concreto: sabe tratar con la realidad amada dándole todo lo necesario para que llegue a su plenitud.

Es toda una invitación-reto para nosotros. No somos perfectos ni lo podemos hacer o arreglar todo aun amándolo y deseando ayudar... Hay cosas que se nos escapan. Pues bien, el Espíritu nos pide que nos abramos a lo que Él nos pida: tomar o dejar, asumir o abandonar, comprometernos o salir...

Pedro recibió la misma invitación cuando el Espíritu le invitó a ir a la casa de Cornelio, cosa que, dentro de su cultura le debía resultar imposible, pues era un gentil, un impuro, y su religión se lo prohibía (Hch. 10, 1-20). Pedro descubre algo maravilloso que le hará ver que Dios es más grande que cualquier metalidad, cultura o religión.

Las tradiciones están muy bien, pero el amor en la justicia de Dios es más, mucho más importante.

Hoy se nos invita a amar con realismo y creatividad, como nos ama Dios personalmente a cada una de las personas humanas, sus personales hijos, aunque no lo sepan, no lo reconozcan o lo rechacen, pues la realidad no depende, en absoluto de las opiniones personales o culturales o ideológicas... Al final la realidad se nos impondrá y si nos hemos entercado, lo lamentaremos, pero ya no tendrémos más que aceptar nuestro error... Dios es amor y por eso es más grande que cualquiera de nosotros, fiémonos de Él.

Dios les bendiga.

Unidos en oración con María, nuestra Auxiadora, en su novena:

P. José Mª Domènech SDB


El Amor de Dios

La justicia de Dios es el amor a la vida del hombre y por eso, en nuestra concreta historia personal, este amor y esta justicia se convierten en salvación: el Padre envía a su Hijo; éste obedece al Padre para vivir enteramente libre y dar su vida en rescate y el Hijo nos entrega su Espíritu para que podamos dar frutos permanentes, según lo que somos: siempre hijos de Dios.

Ciertamente nuestro mundo no deja de hablar de amor, pero desgraciadamente, muchas veces, sin la menor sombra de justicia. El amor, sin la verdadera justicia, se convierte, mínimo, en trueque ‘justo’, cuando no en búsqueda de autocomplacencia, uso o manipulación del otro.

¿Qué justicia impide la degradación de algo tan vital y sagrado como el amor?

En el ser humano, el amor se expresa en el cuerpo y en la dimensión temporal, pero los supera. El verdadero y honesto amor desea sinceramente ser personal, eterno y total. Esto es así porque la vida humana es absoluta: ¡hasta Dios se comprometió con ella y le dio su Vida!

La verdadera justicia es comprometerse con este absoluto y único que es la vida de cada ser humano, amado por Dios desde toda la eternidad y creado para el amor eterno. Por eso, si no se ha pervertido, así lo desea el hombre, varón o mujer, de cualquier cultura y tiempo.

Jesús nos invita a amar como Él y unidos a Él, en escucha y obediencia al Padre

Pedro se admira de la justa libertad del Amor de Dios y obedece los signos del Espíritu, aunque sepa que le traerá problemas, pues las tradiciones religiosas no siempre son dialogantes.

Dios nos pide que el amor vaya mucho más allá que los sentimientos: que llegue a obras de justicia: que, siendo concretos y realistas, llenemos de Vida Nueva la realidad circundante.

Eso es lo que Dios hace todos los días con nosotros porque Dios es amor. Así puede enriquecerse cotidianamente nuestra existencia y así debe actuar cada persona frente a los demás: darles lo mejor que pueda de sí misma, según las concretas realidades que cada uno viva.

Eso pide obediente atención a la Palabra en la realidad e intimidad con Jesucristo, el Hijo.

Para que lo logremos y nuestros frutos sean eternos, nos envía su Espíritu de verdad y justicia

Jesús sabe muy bien de qué barro estamos hechos: lo vio patente en sus discípulos y también Él se expreso en un cuerpo sometido a la fragilidad y al espanto ante el dolor extremo.

Contamos con el apoyo de la justicia de Dios, que infaliblemente se hace Amor Providente, Misericordia, Perdón y Paz, para que logremos frutos que se mantengan más allá de la precariedad del tiempo y de las circunstancias. Si no lo aceptamos, el trabajo humano se vuelve poco más concreto que el humo o que los surcos trazados en el mar: así nos sucede con tantas conquistas, ideologías cambiantes, si no caprichosas, y efímeras preferencias amorosas.

El don del Espíritu es el gran signo del Amor Providente de Dios. Él será el garante de que nuestra vida no se convierta en un fracaso. Él nos enseña a escuchar y a obedecer en Jesús.

Pidamos a María la atención y docilidad de Pedro para escuchar, acoger y amar a todos.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B - DOMINGO VI DE PASCUA


Hch. 10, 25-26.34-35.44-48:"Cuando llegó Pedro, Cornelio salió a recibirlo… Pedro dijo: «Veo que Dios no hace discriminación… acoge a todo el crea en Él y haga el bien...» Mientras Pedro hablaba, descendió el Espíritu Santo... Entonces Pedro dijo: «¿Quién puede negar el bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»..."

Salmo 97: "El Señor ha revelado su justicia y los pueblos de la tierra han contem-plado su salvación".

1Jn. 4, 7-10:
"Hemos de amarnos unos a otros porque el amor viene de Dios... Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor... El amor es esto: no tanto que nos hayamos adelantado a amar a Dios, sino que fue Él quien nos amó primero, de tal modo que nos envió a su propio Hijo como víctima por nuestros pecados."

Jn. 15, 9-17: "Yo les amo como el Padre me ama a mí. Manténganse en mi amor... como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor... Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por su amigo... Ustedes serán mis amigos si hacen lo que les mando… Yo les he elegido a ustedes para que vayan y den fruto... permanente... ¡Ámense!"



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