abril 24, 2010

«Mis ovejas reconocen mi voz»

Éste podríamos llamarlo el domingo de la catolicidad de la Fe cristiana.

"Católico" significa universal: Cristo es católico porque es para todos; la Fe cristiana es católica porque está destinada a llenar la vida de toda persona humana; el Evangelio es católico porque es "Buena Noticia" para todos sin excepción, y, si alguno no lo conoce es porque no hemos llegado adecuadamente a él como para que se entere que también a esta persona Dios desea llenarla con la buena noticia de la Resurrección de Jesucristo. Tal vez alguno se resista a creer o aceptar el evangelio o vivir en Cristo o a integrarse en su Comunidad de discípulos, pero eso puede ser por muchos motivos con muy diversas fuentes, pero ninguna ellas tiene como raíz la salvación del Señor Jesús, pues Él es el Hijo Único de Dios encarnado que ofreció su vida toda en sacrificio para la Salvación de todo el género humano, sin discriminación alguna, y fue resucitado de entre los muertos por su Padre con la fuerza del Espíritu que llenaba toda su existencia y la transfiguraba.

Todos estamos llamados, todos tenemos abierto el camino de la Salvación. Nadie está excluido, pero es necesario que lo aceptemos recorrer, nada es ni automático ni impuesto en el Reino de Dios. Nos toca decidir vivir en Cristo o quedarnos esclavos del pecado y de la muerte como un sinsentido de la vida, cosa que fue creada por el pecado, pues nunca fue ése el plan pimero de Dios y por eso Cristo Resucitó venciendo esta experiencia de muerte y haciéndonos entender que nuestra vida pasa por tres etapas, con dos pasos obligatorios: del seno materno al mundo exterior, para poder seguir gozando de una maduración continua; y del mundo exterior al mundo eterno de Dios, para poder seguir gozando de la maduración que nos regala su presencia plenificadora.

Todo es don de Dios, pero nada se impone de modo que nos toca decidir nuestro destino. Sí, podemos rechazar el don de Dios y crear nuestro futuro. Dios no se cansará de proponernos su don hasta el último instante de nuestra capacidad de opción, pero una vez hayamos optado ésta quedará definida para siempre, pues después ya no hay posibilidad de cambiar la decisión, pues acabó el tiempo de decidir y lo decidido se desarrollará para siempre.

Purificarnos para escuchar al Señor es lo más inteligente que podemos hacer y merece premio, y grande, pues con esto glorificamos a Dios en su obra máxima, que somos nosotros, y nos damos la mejor oprtunidad de felicidad plena que jamás nada ni nadie nos podrá ofrecer... ¡Solo a Dios se le podía ocurrir: darnos su grandeza, que nos supera infinitamente, pero sin imponérnosla!

Que cada día nuestras decisiones puedan decir con el salmista: ¡Somos su Pueblo y ovejas de su rebaño! Pues eso es lo mejor que podemos ser: Hijos que aman al Padre y lo acetan todo de Él purificándose más y más de todo lo que lo distancie de Él y empobrezca su vida y relaciones.

Pidamos al Señor que, como María, sepamos escuchar la voz de Dios para conocerle cada día menor y amarle cada día con mayor profundidad.

Dios nos bendiga a todos copiosamente, ¡así lo hace!, y nosotros seamos tan amorosos que lo aceptemos y vivamos superando toda resistencia y debilidad:

P. José Mª Domènech SDB


«Mis ovejas reconocen mi voz»

La fidelidad del Pueblo de Dios a su vocación está basada en la de su Maestro. Cuanto mejor le conozcamos y vivamos, más capaces seremos de serle fieles en todo sentido.

No se trata sólo de cumplir o ser bueno, mínima y pobre fidelidad, sino de madurar la intimidad con Él, comprometernos en su Reino y que asumamos y vivamos su Misión.

Todos son llamados a vivir el Amor de Dios, a gozar de la plenitud de su Vida, a construir la propia historia y organizar el mundo en el que se vive como el mundo-Reino de Dios.

Sólo así nos integramos como Pueblo de Dios y vivimos a Jesús como nuestro Pastor.

Ser fiel al Señor es hacer que su Palabra, con nuestra transparencia, se haga Vida en la vida

Dios nos lo da todo y nosotros debemos compartirlo con los que lo necesitan. Ante todo con los cercanos, como Pablo, después con los más distantes. Así colaboramos en la expansión del Reino, que avanza como gota de aceite, como llama que crece iluminando, calentando, quemando lo caduco, madurando lo limitado y afianzando y purificando lo valioso.

Vivir la Palabra es condición básica para poderla transmitir; pero primero debemos escucharla con atención, asimilarla con esfuerzo, asumirla con sinceridad, vivirla con transparencia y esta transparencia nos llevará a transmitirla aceptando los riesgos, a veces duros.

El Señor nos da su Vida para que la hagamos historia en nuestra vida diaria. ¡Alimentémosla con la Palabra meditada, la Reconciliación vivida y el Cuerpo de Cristo asimilado!

Los pueblos del mundo lo verán como opción para ellos si nosotros nos convertimos a Cristo

Sólo la conversión al Señor nos permite transmitir el Evangelio de la Vida, pues la conversión continua es la renovación cotidiana de nuestra voluntad de vivir como Discípulos atentos y dispuestos a transmitir, sin límites, la Vida recibida a los que seamos enviados.

Purificarse en la sangre de Cristo es asumir su proyecto de vida renunciando a todo lo que no lo favorece o abiertamente se opone a Él, aunque sea aprobado o aplaudido por la mayoría. Es verdad, esta actitud nos atrae todo tipo de persecuciones, pero también hace más transparente que el Señor es el que nos orienta y el que transforma cada día nuestra vida.

Escuchar al Señor y dejarse guiar por Él, que nos da vida y cuida, es signo de vida convertida

La Fe en Cristo es elemento clave de cohesión y renovación de su Comunidad, pues ésta se fundó en la aceptación de su Palabra que proclama la Resurrección y nos pide convertirnos para vivir en su Amor, el del Padre y del Espíritu Santo, que nos cuidan, alimentan y llaman a horizontes más amplios y profundos, como su Vida, la única que renueva la nuestra.

Ser cristiano significa convertirse todos los días escuchando a Cristo y dejándose guiar por Él en la Comunidad, único ámbito en el que nos podemos mantener unidos a Él.

Pedimos a María ser siempre más fieles al Señor, escuchándole y viviendo unidos a Él.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO DE PASCUA - DOMINGO IV

Todos los pueblos son llamados a vivir con fidelidad su relación con el Señor, escuchar la Palabra y a gozar la Vida que el Señor les da


Hch. 13, 14.43-52:
"Pablo y Bernabé… el sábado entraron en la sinagoga y se sentaron… Ellos les hablaban tratando de persuadirlos de que se mantuvieran fieles a la gracia de Dios… Cuando los judíos vieron tal multitud, se llenaron de tal envidia que contradecían con palabras injuriosas… Pablo y Bernabé respondieron con valentía: «Debíamos anunciarles primero a Uds. la Palabra de Dios, pero ya que ustedes no quieren recibirla… nos dirigiremos a los que no son judíos…»… los que no eran judíos se alegraron… La Palabra de Dios se esparcía… Pero los judíos… promovieron… una persecución contra Pablo y Bernabé…"

Salmo 99: "Somos su pueblo y ovejas de su rebaño"

Ap. 7, 9.14b-17:
"Yo, Juan vi una multitud que nadie hubiera podido contar. Personas… de todos los pueblos y lenguas. Estaban de pie, delante del trono y del Cordero… «Éstos son los que vienen de la gran tribulación. Han lavado sus vestidos en la sangre del Cordero… el Cordero, que está en el trono, les guiará… Dios enjugará todas las lágrimas de sus ojos»".

Jn. 10, 27-30: "Jesús dijo: «Mis ovejas reconocen mi voz. También yo las reconozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna… nadie me las arrebatará… Yo y el Padre somos uno»."

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