enero 07, 2011

El Bautismo de Jesús

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido Padre José María nos ha enviado para este domingo.

Recomiendo especialmente reflexionar acerca del mensaje previo al comentario del texto bíblico, pues toca la situación que lamentablemente vivimos la mayoría de católicos, sino a manera personal, de modo muy cercano a través de familiares y amigos, que pensamos que el Bautismo nos da la fe a nosotros y a nuestros hijos, y esperamos que el colegio religioso sea el ente formador de una fe que no sabemos testimoniar en casa.

Les pido que no dejemos de recordar al padre José María en nuestras oraciones, como él mismo nos lo solicita. Todo Padre necesita del apoyo de sus hijos.



Hemos llegado, con la celebración del Bautismo del Señor, al final del tiempo de navidad y, al mismo tiempo, en este día, iniciamos el tiempo llamado ordinario.

¿Qué significa esta celebración? ¿Qué realidad nos está ayudando a comprender?

Creo que nuestro propio bautismo y sus inevitables exigencias y, por tanto, responsabilidades.

Con el bautismo del Señor nace el que después será, con la Resurrección del Señor, el sacramento del Bautismo en el nombre de Jesús o en nombre de la Comunión Trinitaria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como lo presentan Marcos y Mateo.

Desgraciadamente, bajo la nada feliz mentalidad de "cristianismo social", demasiado se ha dejado de lado la comprensión cabal del Sacramento del Bautismo.

Demasiados creen que porque una familia se declara cristiana-católica, ya tiene derecho a bautizar a sus hijos, sobre todo si son amigos de la parroquia o de un sacerdote o tienen conocidos influyentes en ella; aunque los padres, como personas y padres de familia, no vivan su Fe, no a su modo, como tantos lo declaran abiertamente, sino alimentándola con la honesta oración personal, familiar y eclesial; con la escucha atenta de la Palabra de Dios en la Comunidad en la que el Señor les ha puesto e integrado, pues es en ella donde Dios, nuestro Padre, el Padre de Jesús, desea hablarnos y educarnos en la Fe que cada día se siente sacudida, cuando no atacada, en los distintos ambientes, no solo por los no afectos al Evangelio, sino también por las crisis a las que nos inducen los antitestimonios de muchos de nosotros, incluidos los consagrados; con la necesaria celebración de la Eucaristía, al menos semanal, y con el compromiso, de algún modo, en la Comunidad de Fe en la que el Señor nos ha insertado.

No tenemos ni clara ni adecuada conciencia de que lo que no se vive no entra en nuestra educación y que la formación que los padres dan es la que más profundamente incide en los hijos; pues las otras intervenciones pueden apoyar, profundizar y hasta corregir lo que ellos reciben, pero si los hijos no han recibido nada cristiano en casa, sino solo elementos religiosos, que es lo que muchos solo reciben en casa, cuando llegan al colegio o a la catequesis parroquial, ésta no tiene mucha fuerza, pues, de ordinario, no evangeliza sino que pretende dar catequesis. Pero, para que la catequesis incida, es necesario que tenga una base a profundizar y ésta debe ser la Fe-Vida en Cristo que la familia dio a los hijos, comenzando por el bautismo, pero el bautismo, en sí mismo, no da la Fe, la supone y, apoyado en ella, actúa en la medida de la apertura del creyente o catecúmeno.

Muchos, antes del bautismo, nos han llegado a convertirse de nuestra vida ajena a la Voluntad del Padre y, al bautizarse, muchos creen que se produce casi como un acto de magia, pues gracias al rito lo que estaba alejado o ajeno a Dios se acerca y se purifica sin que intervenga el interesado o quienes son responsables de su camina; pero la realidad no es ésta; no somos cosas, sino personas: como Jesús, debemos reconocernos entre los pecadores dispuestos a transformar la propia vida desde la Voluntad soberana de Dios, es decir, dispuestos a convertirnos por muy duro que fuera y por esto estamos abiertos a la acción de su Espíritu Santo que no sólo nos purifica sino que nos ilumina y fortalece para que la Voluntad del Padre sea, paulatinamente más, la nuestra y se convierta en el único criterio definitivo de nuestra vida, tanto la personal, la familiar, y la propia de la acción social y política que nos corresponde, según situación y habilidades propias.

El bautismo, realmente vivido, nos lleva a la evangelización, pues el Padre no tiene su felicidad en que "nos portemos bien" sino en que vivamos como Él, es decir, que nuestra tensión sea llenar de vida la vida de nuestros hermanos en lo que de nosotros dependa; ya que no depende de nosotros que el hermano acepte el Amor eterno del Padre, que le ha llevado a crearle, ofrecerle la Redención y enviarle al Espíritu Santo para garantizarle una creciente plenitud de Su Vida en él por toda la eternidad.

Dios nos conceda crecer en nuestra conciencia del don inestimable de la Fe y de la Gracia de los sacramentos que la alimentan constantemente, pues esto nos permitirá crecer también en la conciencia de nuestra urgente necesidad de convertirnos cada día, pues cada día Dios nos descubre nuevos senderos y posibilidades del Amor para que seamos cada día más parecidos a Él, nuestro Padre, a cuya imagen hemos sido creados.

Nunca dejo de rezar por Uds. y les suplico no dejen de hacerlo por mí, pues mis limitaciones son profundas y muy amplias.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

El Bautismo del Señor


La presencia de Jesús entre el pueblo que se reconoce pecador para convertirse al Señor de la Vida y la Paz, perturba a Juan; pues éste mira las cosas desde su concepción del Mesías, todavía no purificada por la presencia salvífica de Dios, el Padre de los cielos, en Cristo Jesús.

Dios trae la paz a todos, no solo a los que le reciben y aceptan, como su Salvador, en actitud piadosa, es decir, reverente y dispuesta a la obediencia desde el Amor-Temor del Señor.

La experiencia de Pedro es contundente: Dios ama a todos sus hijos y no excluye a nadie, aunque no a todos elige para que sean sus testigos, luz y sal, en medio del mundo. Nosotros, en el bautismo, hemos sido elegidos, al haber recibido la vocación cristiana, pero no basta el bautismo, es necesario reconocer que nuestra vida necesita una urgente y constante conversión. ¡Ay de los que se creen buenos: son un peligro para todos, sobre todo, para ellos mismos!

Dios nunca deja a sus elegidos, los llama, los anima, los purifica para que testifiquen.

La primera elección del Pueblo de Israel fue para que testificara la Sabiduría salvífica de Dios

La elección de Dios jamás se ha detenido: eligió a la persona humana, pero le falló; eligió a Abraham y a su ‘pueblo’ y éste no siempre entendió su responsabilidad. Eligió a Jesús, quien, educado en la escucha obediente al Padre, comprendió, asumió y entregó la vida renovando a toda la humanidad. Ahora nos elige, en cada generación, a cada uno de nosotros, que necesita ser educado en la Fe con la escucha dócil y dispuesta; debemos aceptar la vocación y misión y debemos dar la vida para renovarla hasta la plenitud infinita en Dios: nuestra vocación.

Sólo esta actitud es beneficiosa para toda la humanidad que nos rodea y observa.

Dios no separa buenos y malos, jamás se distancia, pero pide obediencia y disponibilidad

Pedro vive una dura experiencia; culturalmente, diríamos, casi traumática. Deberá dar un paso, empujado por el Espíritu, de apertura que nunca hubiera pensado: no era posible en la mente judía. La Fe es para todas las personas de buena voluntad: Jesús ya había actuado así.

La universalidad de Cristo no había sido todavía asimilada por los discípulos y ésta será una experiencia que siempre costará asumir a muchos.

A lo largo de toda la historia de la Iglesia esto se va repitiendo, aunque a niveles diversos de maduración, que superan los anteriores.

Lo justo en la vida cristiana es que nos reconozcamos pecadores y busquemos la conversión

No fue fácil para Juan asimilar la presencia y figura del Mesías, pues rompía sus esquemas, y esto que era hombre de Fe robusta, de probada fidelidad al Señor y Dios de Israel.

Ver a Jesús entre los pecadores fue normal para la gente del pueblo, no para Juan. Pero no hay otro camino de salvación que vivirse pecador, asumir el duro y a veces rebajado nivel de Fe del propio pueblo, no distanciarse de él, para caminar con él hacia el Padre que nos salva.

Jesús, habituado a escuchar al Dios de Israel, entendió a su Padre y secundó sus planes.

Pidamos a María ser hijos de Dios como Jesús: dóciles a la voz de Dios y en conversión.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD
BAUTISMO DEL SEÑOR
(TO - DOMINGO I)

Dios, nuestro Padre, busca nuestro bien y vida. Para ello envía a su Hijo, encarnado en Jesús; es lo justo y por eso lo unge con su Espíritu


Is. 42, 1-4.6-7: "Así dice el Señor: «Éste es mi servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma… Yo, el Señor, te llamé en la justicia…, te formé y te destiné a ser alianza del pueblo y luz de las naciones..."

Salmo 28: "El Señor bendice a su Pueblo con la Paz".

Hch. 10, 34-38:
"…Verdaderamente ahora comprendo que Dios no hace discriminación de personas, y que en cualquier nación, todo el que le teme y practica la justicia le es agradable. Él envió su Palabra al pueblo de Israel… por medio de Jesucristo… Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo de Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo… Él pasó haciendo el bien… porque Dios estaba con Él".

Mt. 3, 13-17: "Jesús… se presentó a Juan para ser bautizado… Juan se resistía… Pero Jesús respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo»… Apenas fue bautizado… los cielos se abrieron y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma… Y se oyó una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección»."


1 comentario:

  1. Realmente las enseñanzas del Padre José María tienen una fuerza muy grande. Gracias a Dios tenemos la internet para seguir recibiendo sus enseñanzas a pesar de la distancia.

    Esforcémonos por poner en práctica esta enseñanza de hoy, viviendo nuestra fe como padres de familia, en nuestro día a día.

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