octubre 19, 2007

Oración: signo de confianza en el amor de Dios

Como cada semana, el P. José María comparte con nosotros sus sugerencias homiléticas a la luz de las lecturas de este domingo.

La oración: confianza y perseverancia

La victoria de la vida sobre la muerte es fruto de la oración insistente y con toda la vida. No se trata de cumplir con las normas, de decir plegarias y asistir a los momentos de oración porque nos lo manda la norma...

Se trata de vivir en la confianza del que ama y se siente amado. Sólo el amor da sentido a la vida y a cada una de sus decisiones... La oración es, esencialmente, fruto del amor responsablemente abandonado en la mano providente de Dios.

Lo que no va por este camino, lo que se hace porque hay que hacerlo, habla muy mal del que lo vive así, pues lo degrada a nivel de esclavo, y eso se nota porque lo dejará apenas pueda escapar de la presión de la obligación, y, además, desmiente toda confesión de respeto y aprecio hacia el beneficiario y destinatario de tal acción, en este caso la oración, que desarrollo porque algo me presiona para que lo haga, pues, en este caso, el centro no está en el amor al destinatario, sino en su presión y dominio sobre mí, me siento aplastado por él, lo experimento como dominador o peligroso o despreciado: no hay amor alguno sino humillación de la figura de ambos.

Los israelitas ganan por el amor fiel de Moisés a Dios, en quien confía ciegamente, y al pueblo, amor que se muestra en su perseverante y dolorosa, oración.

El salmo nos muestra que es el Señor quien da solución consistente y profunda a nuestros problemas. Él nunca deja de estar atento a nuestras necesidades, pero es indispensable elevar los ojos al cielo. En la verdadera oración ni hay magia irresponsabilizante, ni hay automatismos despersonalizantes; la oración siempre supone una constructiva relación de amor.

Pablo invita a Timoteo a no desfallecer en la tarea de educar en la Fe a la comunidad que le ha sido confiada. Le pide que se fíe de la Sagrada Escritura, pues ésta es apta para ayudar en cualquier obra buena. Pero no permite que se le manipule, pues apenas alguien hace eso, se cierra a su eficacia, pues ya no la trata como lo que es, Palabra de Dios, sino como minúscula, miope y muy discutible palabra humana o, al menos, palabra de Dios pero vista tan sólo desde criterios individuales e intenciones no muy claras. Dios no acepta jamás ser usado por nadie.

La mujer de la parábola no era importante, el juez no era digno ni decente, la situación estaba toda contra la pobre viuda. Sin embargo, la insistencia y la confianza de que lograría lo que se proponía hicieron realidad la solución a la necesidad.

Jesús nos quiere hacer comprender que, si no logramos muchas cosas, es porque no creemos en la justicia de Dios, aun siendo Éste incuestionablemente Justo, Bueno y Providente. El problema está, no en las palabras de la oración o en el rito o en el lugar, sino en el corazón de quien ora. Falta real Fe, que lleva a la Confianza propia del Amor que invita a la terca perseverancia.

Dios nos quiere dar lo mejor
, pero no lo puede imponer, pues corremos el riesgo de rechazarlo, con la condenación consiguiente, por falta de valoración del don pedido. María nos conceda de tal modo creer y amar que nuestra oración sea confiadamente perseverante.


P. José María Doménech Corominas, sdb.



TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXIX- CICLO C
Ex. 17, 8-13: "Los amalecitas atacaron a Israel. Moisés dijo a Josué: «... sal a combatir a los amalecitas...» Moisés, Aarón y Hur subieron a la colina. Mientras Moisés tenía las manos alzadas, ganaba Israel, cuando bajaba las manos para descansar, ganaban los amalecitas... Aarón y Hur, uno a cada lado, le aguantaban las manos... Josué derrotó a los amalecitas...»"

Salmo 120: "El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra"

2Tm. 3, 14-4, 2:
"Persevera con toda confianza en la doctrina que has aprendido y aceptado... desde pequeño conoces las Escrituras que tienen el poder de darte la sabiduría que conduce a la salvación, a través de la Fe en Cristo Jesús... Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil... para que el hombre de Dios sea maduro y esté listo para toda obra buena... te conjuro que proclames la Palabra del Evangelio... como un maestro que sabe enseñar."

Lc. 18, 1-8:"...debemos orar siempre y sin perder la esperanza: «...había un juez que no temía a Dios... una viuda... le decía: “Hazme justicia...” ...el juez no le hacía caso... pero al final pensó: “No me importan ni Dios ni los hombres... esta viuda es tan pesada que le haré justicia...” ¿Creen ustedes que Dios no hará justicia a sus fieles que le reclaman noche y día?... ¿Cuando venga el Hijo del Hombre, encontrará Fe en esta tierra?»"


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