El querido padre José María Doménech nos envía su sugerencia homilética.
Recordemos al padre Antonio en nuestras oraciones. Y muchas gracias a todos los hermanos que están acompañando con su oración, sus mails, sus comentarios, en esta gran cadena de fe y amistad que atraviesa los países con tan sincero cariño. Sin duda nuestra Madre sonríe al ver la solidaridad de sus hijos.
Los dejo con las palabras del padre José María:
Este domingo concluye el día de Pascua: ¡es tan grande que necesita ocho para celebrarse con dignidad y después vienen cincuenta cuarentaidos días para penetrar en la riqueza de su Salvación.
Vivamos con profundidad la maravilla de lo que Dios nos ha concedido y nos concede en cada Pascua.
Somos salvados por Amor y para amar como Dios. No interesa tanto qué hemos sido, sino qué vivimos en la presencia del Señor, pues es eso lo que nos define en el hoy concreto que vivimos. Su acción vivida con conciencia y celebrada con humilde reconocimiento de su gloria en nuestra histoia, nos da capacidad de testificar las obras de Dios en nuestra vida y de seguir caminando en su voluntad, aunque, por momentos, tegamos necesidad vital de su Misericordia.
El Señor está presente y nos confía Paz y su Perdón, fruto de su Amor y nos envía con la fuerza de su Espíritu, no nos desalentemos y sigamos con María escuchando y acogiendo la Palabra para ser verdadera familia de Jesús, con María, acogida sinceramente como nuestra Madre, Maestra y Auxilio.
Dios les bendiga copiosamente.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
Recordemos al padre Antonio en nuestras oraciones. Y muchas gracias a todos los hermanos que están acompañando con su oración, sus mails, sus comentarios, en esta gran cadena de fe y amistad que atraviesa los países con tan sincero cariño. Sin duda nuestra Madre sonríe al ver la solidaridad de sus hijos.
Los dejo con las palabras del padre José María:
Este domingo concluye el día de Pascua: ¡es tan grande que necesita ocho para celebrarse con dignidad y después vienen cincuenta cuarentaidos días para penetrar en la riqueza de su Salvación.
Vivamos con profundidad la maravilla de lo que Dios nos ha concedido y nos concede en cada Pascua.
Somos salvados por Amor y para amar como Dios. No interesa tanto qué hemos sido, sino qué vivimos en la presencia del Señor, pues es eso lo que nos define en el hoy concreto que vivimos. Su acción vivida con conciencia y celebrada con humilde reconocimiento de su gloria en nuestra histoia, nos da capacidad de testificar las obras de Dios en nuestra vida y de seguir caminando en su voluntad, aunque, por momentos, tegamos necesidad vital de su Misericordia.
El Señor está presente y nos confía Paz y su Perdón, fruto de su Amor y nos envía con la fuerza de su Espíritu, no nos desalentemos y sigamos con María escuchando y acogiendo la Palabra para ser verdadera familia de Jesús, con María, acogida sinceramente como nuestra Madre, Maestra y Auxilio.
Dios les bendiga copiosamente.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
Es eterna Su misericordia...
La misericordia del Señor no tiene límite alguno, salvo el que nuestra libertad quiera poner... Dios nos respeta, aunque esto nos lleve a la ruina... Aunque no hay peor ruina que la esclavitud. Cualquier esclavitud es infierno, y Dios no quiere esto para ninguno de sus hijos. Resistirse al Señor y a su Bondadosa Redención, fruto de su Eterna Misericordia, es dar fuerza a esclavitudes e infiernos en nuestro propio interior y, poco a poco, los llevamos al ambiente.
El Salmo 117 nos recuerda con claridad que las obras del Señor nos transmiten su bondad. Su misericordia nos libera de toda esclavitud, interna o externa...
Las cadenas solo aplastan cuando llegan al corazón y lo amargan y empequeñecen quitándole la ilusión de una Vida más libre. Mientras tengamos esto, no somos esclavos de verdad. Tenemos muchas limitaciones, es inevitable; pero, aceptadas, no nos quitan ni la paz ni la esperanza y podemos seguir viviendo y construyendo una vida serena, aun en el dolor.
La riqueza de los primeros cristianos era la Paz que el Señor les había concedido con la Resurrección y el amor del Espíritu, por esto despertaban admiración, lograban construir comunidad desde la comunión de corazones y eran capaces de superar las necesidades de los menesterosos, hasta el punto de llevarles a vivir en la decencia de una saludable pobreza digna.
Para nosotros, un modelo que nos cuestiona la vida y nuestras actitudes
¿Qué pasa con nuestras comunidades: de verdad somos tan libres que nos hacemos capaces de compartir nuestras “posesiones” sin que la ley nos obligue a ello y nos arranque el dominio sobre nuestras cosas? ¿Somos realmente solidarios o sólo por campañas y casi a la fuerza?
Desde la primera carta de Juan, nos preguntamos: ¿Hemos nacido de Dios o solo hemos recibido ‘ritualmente’ el bautismo, costumbre social entre tantos cristianos? ¿Creemos en Cristo, el Mesías, escuchando y conociendo a Jesús o solo creemos en lo que hemos captado superficialmente de lo que nos han dicho? ¿Tenemos intimidad con el Maestro, nuestro Señor? ¿Tenemos experiencia personal de su Bondadosa Misericordia, de su Perdón, de su Presencia Providente? ¿Es Jesús para nosotros una persona concreta que sentimos que se interesa por nosotros, sus hermanos menores, o es un Dios etéreo, lejano, que vive tan ‘allá arriba’ que nada tiene que ver con nuestra vida concreta y llena de problemas? A veces ¡lo acusamos de ausente!
El Señor también hoy, ahora, aquí, está presente, ¿lo ‘vemos’, lo aceptamos, lo acogemos?
Cada domingo, en cada Eucaristía, Él se presenta en medio de nosotros y nos da su Paz; nos enseña a comprender, poco a poco, el sentido de su presencia y de su palabra en nuestra vida y de su salvación en nuestras personas e historia; come y bebe con nosotros, dándosenos Él mismo como comida y bebida; nos ofrece el perdón de los pecados en los ministros que Él mismo ha elegido y consagrado, de entre los nuestros, en nuestros ambientes, para nuestra salvación; nos confía la misión de testificar su Amor y Salvación en nuestro mundo.
Estamos llamados a ser testigos, y solo se es tal desde la propia experiencia, aunque ésta sea débil, pero será testigo de la grandeza del Señor apoyándose sólo en Él: ¡ÉL ES QUIEN SALVA!
Pidamos a María nos enseñe a vivir en sencilla, continua y dócil intimidad con Jesús.
El Salmo 117 nos recuerda con claridad que las obras del Señor nos transmiten su bondad. Su misericordia nos libera de toda esclavitud, interna o externa...
Las cadenas solo aplastan cuando llegan al corazón y lo amargan y empequeñecen quitándole la ilusión de una Vida más libre. Mientras tengamos esto, no somos esclavos de verdad. Tenemos muchas limitaciones, es inevitable; pero, aceptadas, no nos quitan ni la paz ni la esperanza y podemos seguir viviendo y construyendo una vida serena, aun en el dolor.
La riqueza de los primeros cristianos era la Paz que el Señor les había concedido con la Resurrección y el amor del Espíritu, por esto despertaban admiración, lograban construir comunidad desde la comunión de corazones y eran capaces de superar las necesidades de los menesterosos, hasta el punto de llevarles a vivir en la decencia de una saludable pobreza digna.
Para nosotros, un modelo que nos cuestiona la vida y nuestras actitudes
¿Qué pasa con nuestras comunidades: de verdad somos tan libres que nos hacemos capaces de compartir nuestras “posesiones” sin que la ley nos obligue a ello y nos arranque el dominio sobre nuestras cosas? ¿Somos realmente solidarios o sólo por campañas y casi a la fuerza?
Desde la primera carta de Juan, nos preguntamos: ¿Hemos nacido de Dios o solo hemos recibido ‘ritualmente’ el bautismo, costumbre social entre tantos cristianos? ¿Creemos en Cristo, el Mesías, escuchando y conociendo a Jesús o solo creemos en lo que hemos captado superficialmente de lo que nos han dicho? ¿Tenemos intimidad con el Maestro, nuestro Señor? ¿Tenemos experiencia personal de su Bondadosa Misericordia, de su Perdón, de su Presencia Providente? ¿Es Jesús para nosotros una persona concreta que sentimos que se interesa por nosotros, sus hermanos menores, o es un Dios etéreo, lejano, que vive tan ‘allá arriba’ que nada tiene que ver con nuestra vida concreta y llena de problemas? A veces ¡lo acusamos de ausente!
El Señor también hoy, ahora, aquí, está presente, ¿lo ‘vemos’, lo aceptamos, lo acogemos?
Cada domingo, en cada Eucaristía, Él se presenta en medio de nosotros y nos da su Paz; nos enseña a comprender, poco a poco, el sentido de su presencia y de su palabra en nuestra vida y de su salvación en nuestras personas e historia; come y bebe con nosotros, dándosenos Él mismo como comida y bebida; nos ofrece el perdón de los pecados en los ministros que Él mismo ha elegido y consagrado, de entre los nuestros, en nuestros ambientes, para nuestra salvación; nos confía la misión de testificar su Amor y Salvación en nuestro mundo.
Estamos llamados a ser testigos, y solo se es tal desde la propia experiencia, aunque ésta sea débil, pero será testigo de la grandeza del Señor apoyándose sólo en Él: ¡ÉL ES QUIEN SALVA!
Pidamos a María nos enseñe a vivir en sencilla, continua y dócil intimidad con Jesús.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO B - DOMINGO II DE PASCUA
Hch. 4, 32-35:"La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma... El testimonio que los apóstoles daban de la resurrección de Jesucristo era confirmado... Todos los creyentes eran muy bien vistos... Entre ellos no había ninguno que viviera en la indigencia..."
Salmo 117: "Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia."
1Jn. 5, 1-6: "Quien cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios... amar a Dios quiere decir vivir según sus mandamientos… pues todo hijo de Dios es un vencedor del mundo. Nuestra Fe es la victoria que ya ha vencido al mundo... Él, Jesucristo, ha venido a cumplir su misión por el agua y por la sangre... y el Espíritu da testimonio... es la verdad."
Jn. 20, 19-31: "Jesús, en medio de ellos, les dijo: «La paz sea con ustedes»... «Como el Padre me ha enviado, así yo les envío a ustedes... Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados...» ... Tomás no estaba con ellos... «La Paz sea con ustedes... No seas incrédulo, sino creyente... Felices los que crean sin haber visto»."
Salmo 117: "Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia."
1Jn. 5, 1-6: "Quien cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios... amar a Dios quiere decir vivir según sus mandamientos… pues todo hijo de Dios es un vencedor del mundo. Nuestra Fe es la victoria que ya ha vencido al mundo... Él, Jesucristo, ha venido a cumplir su misión por el agua y por la sangre... y el Espíritu da testimonio... es la verdad."
Jn. 20, 19-31: "Jesús, en medio de ellos, les dijo: «La paz sea con ustedes»... «Como el Padre me ha enviado, así yo les envío a ustedes... Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados...» ... Tomás no estaba con ellos... «La Paz sea con ustedes... No seas incrédulo, sino creyente... Felices los que crean sin haber visto»."
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