abril 08, 2009

"Les he dado ejemplo para que ustedes hagan como yo..."

El querido padre José María nos envió por anticipado sus sugerencias homiléticas para esta semana santa. Continuemos orando por su hermano, el padre Antonio Doménech, para que siga fuerte en su fe y abandono al Señor.

El Señor se nos da para abrirnos a su Vida Nueva que es para toda la humanidad, por eso tenemos la misión de decírselo ante todo con la vida, pero también con la palabra, orada, meditada, celebrada y hecha historia en cada una de nuestras decisiones. Las que ya pasaron, ya no están a nuestro alcance, no vale la pena ni lamentarse ni gloriarse de ellas, lo que importa es lo que decidamos y hagamos de ahora en adelante... Cada día nuevo es una actual invitación del Señor para vivir HOY como resucitados, es decir, entregando la vida como Jesús.

Dios les bendiga a todos.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Doménech SDB


Jueves Santo

Jueves santo, día del amor hasta el extremo: dar la propia vida al servicio desinteresado por el bien del otro y esto hasta el punto de hacerse alimento... ¡No existir para otra cosa que para ser comido y asimilado, según las verdaderas posibilidades y reales necesidades del otro!

El éxito personal del sacerdote, del cristiano, no debe ser buscado ni exigido, es resultado del trabajo para lograr que el otro tenga vida y la tenga en abundancia, y también, como Jesús dice durante la última cena al hablar de su amor, para que la alegría de ustedes sea plena.

Ser cristiano es servir al hermano, como Jesús, siempre en creciente entrega personal

El evangelio de San Juan marca el sentido interior de la Eucaristía: servir para la Vida Nueva: servir a todos, a los últimos y marginados, también si son pecadores. Todos son destinatarios del beneficio del gesto amoroso de libertad suprema, limpia, sin finalidades ocultas.

El Señor entrega su vida en sacrifico de Amor para la Vida Nueva de todos, su motivación es comunicarnos y compartir el Amor libérrimo del Dios, Comunión Trinitaria.

Los ministros del altar deberán aprender de su Maestro a vivir así: ¡ése es su único éxito!

La entrega sacramental del Señor nos interpela, dice san Pablo en su primera carta a los Corintios: debemos celebrar la Eucaristía, don de la vida del Señor, con intención y voluntad de vivir en el Señor los criterios de vida que Él nos ha confiado a beneficio de toda persona. No hacerlo así es quedar condenado por la misma Salvación y Vida Nueva que celebramos.

Vivimos la Eucaristía ofreciendo al mundo la salvación del Amor Entregado del Señor

El pueblo de Israel se ciñó a las indicaciones de la celebración pascual para que el Señor no les dejara en la muerte de Egipto. Así el pueblo cristiano debe saber valorar la celebración eucarística: paso del Señor y Salvador por nuestra vida para llenarla de su Amor y con Él ir a todos nuestros hermanos para que el mundo conozca y pueda acoger la Salvación de Dios.

Necesitamos buscar vivir el Amor del Señor para asumir la Vida Plena que Él nos ofrece en cada Eucaristía. La Eucaristía, por sí misma, exige serio compromiso con la historia humana.

No hacerlo así es como la rebelión, patente de Pedro y escondida de tantos otros, ante la humilde actitud de servicio del Señor. Eso nos lleva a quedaremos en la pobreza y limitación de criterios de nuestro mundo, con todas las consecuencias: el individualismo y toda su carga de di-sociación familiar y social; el pensamiento débil y caduco de las ideologías de todo orden, que pretenden imponerse en nuestra cultura, pero que no enriquecen ni a la persona ni a la sociedad y más bien perturban todas las relaciones humanas; el culto a la apariencia, al prestigio, al poder, con toda la desfiguración y manipulación de la conciencia y la corrupción de los valores.

Agradecer a Dios pide entregar la vida que se nos ha confiado para el bien de los demás

Así agradecemos a Dios la Vida y Salvación recibidas en Cristo: con obras de vida y salvación para todos. A eso nos llama el salmo 115, que el Señor pone en nuestros labios.

El Señor les pide a los apóstoles que repitan el gesto de servicio: que sean instrumento de vida y renovación interior, que acojan a todos, que no juzguen ni condenen a nadie, que construyan comunión al estilo del Padre. Pero para saberlo hacer es necesario que el sacerdote, y todo cristiano, se acerquen al Señor de la vida y aprenda a vivir como Él, ¡con sus criterios!

Pidamos a María nos ayude a todos a vivir cada Eucaristía para llegar a ser Eucaristía.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B - SEMANA SANTA - JUEVES SANTO


Ex.12, 1-8.11-14: "... cada familia tome un cordero... macho... sin tara... de un año... con su sangre unten las jambas y umbral de la casa... comerán de prisa, con las sandalias puestas y el bastón en la mano, pues el paso del Señor. ...la sangre será la señal... Este día sea un memorial... por todas las generaciones..."

Is. 50, 4-7: "El Señor me ha dado una lengua de maestro para que con la palabra sepa sostener a los cansados. ...y yo no me he resistido... no me tapé el rostro ante los ultrajes... El Señor me ayuda... no quedaré defraudado."

Salmo 115: "El cáliz de la bendición es comunión en la sangre de Cristo."

1Cor. 11, 23-26:
"...esta tradición... viene del Señor... cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz anuncian la muerte del Señor hasta que vuelva."

Jn. 13, 1-15: "... Jesús sabía que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre... les demostró hasta qué punto les amaba... «¿Entienden lo que he hecho?... Les he dado ejemplo para que ustedes lo hagan como yo lo he hecho»."



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