abril 09, 2009

Masacrado por nosotros

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos envió para este viernes santo. Sigamos unidos en la solidaria oración por las intenciones de la familia Doménech, especialmente por el padre Antonio.




Viernes Santo

El Amor de Dios es concreto, llega hasta el fin: dar la propia vida en sacrificio expiatorio por la salvación de todos y esto hasta el punto de no quedarle nada... ¡solo en el sepulcro!

Solo un fin: salvar y socorrer a los débiles, pecadores y enfermos; a los que malviven según sus limitadísimas posibilidades y no logran comprender sus reales necesidades para cumplir el fin objetivo de su vida, que les tiene existencialmente inquietos. Fue masacrado por nuestras rebeliones, dice el profeta. Su Salvación fue confiar siempre en el Amor del Padre.

Nacimos para algo más que para vendernos a los aplausos y complacencias

El éxito personal del creyente, su maduración continua, está en la vida que se desarrolla al darla, sin buscarse a sí misma ni pretender el efímero gusto personal o aplauso de los demás.

Es evidente que esto cuesta y duele: nada valioso se consigue sin dolor y sin sacrificio.

El autor de la carta a los Hebreos lo dice con claridad: sufriendo aprendió a obedecer... y la obediencia le enseñó el camino de la libertad que da sentido a la vida: aceptar, por un lado, el dolor que trae consigo dar vida y, por el otro, la disciplina de buscar la verdad para no quedarse en las apariencias del brillo de lo que digan los ‘maestros’ pasajeros del hoy efímero.

El Señor da la vida, porque la tiene en abundancia, para que seamos felices a fondo.

Todo Dios se nos entrega en amor para la Vida de todos sin distinción

Esta entrega redentora del Señor en sacrifico de amor para la Vida Nueva de todos, no tiene otra motivación que comunicarnos y compartir con los que la acepten, el amor libérrimo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Comunión Trinitaria, toda para nosotros.

Las tres personas de la Santísima Trinidad estuvieron presentes en el sacrificio del calvario, tanto el cruento de hace 20 siglos, como el incruento de cada Eucaristía del mundo.

Hoy el pueblo de Dios ora al Padre, como Jesús en la cruz, por todos los hombres, de cualquier cultura, sexo y condición social y religiosa, porque Cristo se dio por todos.

Ni el sacrificio ni sus razones salvan, sino el Amor del Dios de la Vida que, por Amor, la da

La horrible experiencia de Jesús debe ser mirada desde la sapientísima obediencia de Jesús a la amorosa Voluntad salvífica de Dios esta mirada nos da la perspectiva adecuada.

O miramos desde arriba o nos perdemos en la maraña complicadísima, y por eso muchas veces incomprensible, de la historia. Son millones de visiones y muchísimas las opiniones... la mayoría está segura de tener la razón y muchas veces en forma incuestionable.

¿No hace esta actitud que la convivencia sea complicadísima? Veamos nuestras guerras, pequeñas y grandes, sociales, familiares, ideológicas y las supuestamente religiosas. Los que las armaron no se creían necios ni asesinos ni incompetentes. Creían, y creen, tener razones justas... Lo que, de ordinario, no tienen es la perspectiva adecuada, y menos la divina, que sí tenía Jesús y por eso no hizo guerra, sino que entregó la vida, su vida, por la nuestra.

Necesitamos abrirnos y esforzarnos para vivir en el Amor del Señor hasta el final así podremos hacer nuestra la Vida Nueva que Él nos ofrece en cada celebración litúrgica.

María enseñe y ayude a toda familia espiritual cristiana a vivir el don de la propia vida.

P. José María Doménech Corominas, sdb


CICLO B - SEMANA SANTA - - VIERNES SANTO


Is. 52, 13-53, 12: "...todos quedarán pasmados al verlo… Él fue traspasado por nuestras rebeliones... ¿A quién se ha revelado la potencia del brazo de Dios?... Él sobrellevaba nuestras enfermedades... dolores... lo consideraban un hombre castigado por Dios, azotado y humillado... no abría la boca... El Señor quiso que el sufrimiento lo triture... Gracias al sufrimiento de su alma ahora ve la luz... asumía sobre sí el pecado de todos e intercedía a favor de ellos."

Salmo 30: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."

Hb. 4, 14-16; 5, 7-9:
"... sufriendo aprendió a obedecer y se ha convertido, para todos los que le obedecen en autor de salvación."

Jn. 18, 1-19, 42: "Prendieron a Jesús y lo ataron... «¿No eres tú también de sus discípulos?» «No lo soy»... «Mi reino no es de este mundo...» Lo crucificaron y con él a otros dos... «Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre... Está cumplido...» Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo con aromas..."

* Imagen del crucifijo de la capilla del colegio María Auxiliadora, Casa Provincial de Lima, Perú (1995).

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