septiembre 08, 2007

La auténtica sabiduría

Hoy, "cumpleaños" de nuestra Madre del cielo, atendamos la exhortación que con paternal afecto nos hace el P. José María: pidámosle sabiduría para construir vida, apoyándonos en la voluntad del Señor.

Ella nació "de nuestra raza", conoce muy bien nuestro sufrimientos y dolores, pues tiene nuestro mismo corazón humano. Y basó su vida en confiar absolutamente en el amor de Dios. Dejaremos de lado su tierno ejemplo? Nuestra Madre vivió en una sociedad difícil, entre corrupción, discriminación, violencia... Sufrió todo eso en carne propia.

Pasaron veinte siglos pero el mundo es el mismo. Sólo que ahora estamos nosotros, y nos toca ser las manos que hagan posible la voluntad de Dios Padre: construir vida en un mundo donde la destrucción y la muerte aplastan el amor.


La auténtica sabiduría

La sabiduría verdadera es la que libera para el bien y la verdad y llena de vida y paz en el propio interior y en el medioambiente. Lo demás es apariencia y, en el fondo, necedad, pues maneja conocimientos y argumentos de distinto nivel, hasta alardeando, pero vacía a la persona de la honestidad y le priva de la paz, generando inseguridad, tensión o violencia.

Muchas veces deseamos, honestamente, hacer las cosas bien, pero no sabemos cómo y preguntamos a expertos sobre lo que nos preocupa. Eso es muy bueno y sensato.

Pero, cuanto más importantes y profundos son los asuntos, más difícil es encontrar personas de fiar que nos aconsejen adecuadamente... Sobre el corazón humano sólo hay un experto, al que muy pocos consultan... ¡por eso se hacen tantos disparates en nuestras relaciones y asuntos sociales! Ese experto es el creador y formador del interior de cada persona: Dios.

Él defiende nuestra vida desde siempre. Y no de cualquier modo sino hasta con el don oblativo de la su propia vida: en cada Eucaristía lo celebramos y Él mismo nos pide vivirlo.

De algún modo, Pablo le pide a Filemón eso mismo: que renuncie a ser patrón de Onésimo, su esclavo, y sea su hermano; que lo trate con el respeto y devoción con los que trataría al mismo Pablo, a quien le debe el gozo de la Fe.

Renunciemos a centrar nuestra atención en nosotros mismos y en nuestros intereses, porque Jesús y el Reino de su Padre se quedarán fuera de nuestra vida: no seremos sus discípulos.

Para ser discípulos de Jesús debemos reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ganar las batallas que se nos van a plantear con ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas, responsables y dialogantes.

Las dos imágenes que emplea son muy concretas: construir y afrontar una batalla. En ambas es necesario calcular bien para llegar a buen término.

El evangelio de Jesús está centrado en construir, sin engaños, la vida, la única que tenemos: ¡no podemos jugar con ello! Dios nos toma muy en serio. Es un proyecto ambicioso que transforma la existencia. Por eso es imprescindible, para terminar bien este proyecto, reflexionar sobre qué decisiones es oportuno tomar en cada momento.

Seguir a Jesús es, también, enfrentarse contra los adversarios del Reino de Dios y su justicia. Ellos manejan mucha fuerza: el poder y el dinero. No es posible luchar a favor del Reino de Dios de cualquier manera. Se necesita mucha lucidez, responsabilidad, diálogo y decisión.

Ambos ejemplos nos presentan personajes sensatos que se sientan a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, riesgos y fuerzas que necesitan para llevar a cabo su cometido. Seguir a Jesús exige siempre la oración, meditación, reflexión y diálogo.

Es un error ahogar el diálogo, con Dios y con los hombres
. Necesitamos, más que nunca, reflexionar y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de Jesús. No podemos seguir trabajando como si nada pasara. Necesitamos sentarnos para pensar con qué fuerzas hemos de construir el Reino de Dios en la sociedad moderna.

Pidamos a María nos enseñe la sabiduría de saber cada día meditar la Palabra para construir la vida apoyados solo en la Voluntad del Señor.

P. José María Doménech Corominas, sdb.

TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXIII- CICLO C
Sab. 9, 13-18: "¿Quién puede conocer los deseos de Dios? ¿Quién puede descubrir su Voluntad?... Si a duras penas podemos comprender las cosas de la tierra... ¿Quién podría conocer lo que deseas; Señor, si Tú mismo no nos hubieras dado la sabiduría... tu Espíritu Santo? ...los hombres han aprendido a conocer... la sabiduría los salva."

Salmo 89: "A lo largo de todos los siglos, Señor, Tú has sido nuestra defensa y baluarte."

Flm. 9b-10.12-17:
"Yo, Pablo, embajador de Cristo y prisionero por su causa, recurro a ti intercediendo a favor de mi hijo Onésimo... Te lo envío de regreso... Él es muy importante para mí y más lo debe ser para ti... recíbelo como si me recibieras a mí mísmo."

Lc. 14, 25-33: "Si alguien quiere seguirme y no me ama a mí más que... a su propia vida, no puede ser mi discípulo... Ninguno de ustedes puede ser mi discípulo si no renuncia a todo lo que tiene."

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