septiembre 22, 2007

Paz

Vivimos momentos de conflicto y tensión en ciertas zonas de nuestro país, pero también, como bien nos recuerda el Padre José María, en nuestros entornos y circunstancias.

Diariamente asistimos a repetidas escenas de injusticia, donde alguna vez nos habrá tocado ser la parte vulnerada. Sin embargo, ello no puede cegarnos y hacernos olvidar que también nosotros somos capaces de cometer las más terribles injusticias, contra nuestro planeta, contra nuestros vecinos, contra nuestros compañeros, amigos, familias, contra nosotros mismos; en suma, contra Dios, nuestro Padre misericordioso.

Con afecto filial y profundo respeto intelectual, me adhiero a las valientes palabras del P.José María, que tienen más valor porque su autor es un pastor vehemente e incansable, que no duda en luchar contra las convenciones con tal de salvar almas... en fiel cumplimiento del lema de nuestro amado Don Bosco: da mihi animas, coetera tolle.


Paz: defensa de la vida y de la justicia

La riqueza de una nación son las personas y la desgracia de éstas, y de su cultura, es la codicia que nos cierra al hermano y nos convierte en víctimas de nuestros afanes egoístas, más o menos controlados y, a la postre, generadores de actitudes criminales.

Dios, a través de Amós, tiene palabras muy duras contra los codiciosos, que son verdaderos animales de rapiña. Aunque muchos no lo crean, incluidos entre ellos los pobres que codician las riquezas que todavía no poseen. Dios no olvida las injusticias y brutalidades que se comenten con los pobres, nos asegura el profeta.

Dios no se venga, como daría la impresión al leer algunos textos del Antiguo Testamento. Pero tampoco nos evita las consecuencias de nuestras decisiones, sobre todo las reiteradas, que acaban construyendo estructuras de pecado como las que generan las injusticias fruto de la codicia: leyes hechas, descarada o solapadamente, a favor de los poderosos que manejan los parlamentos y la ONU, salarios de hambre, beneficios sociales no reconocidos, horarios de trabajo abusivos, leyes burladas, contratos y palabras no cumplidas, descansos no reconocidos, seguros no pagados, planillas fraudulentas, doble facturación o contabilidad, trampas en el peso, medida o cálculo, relaciones abusivas y esclavizantes, impuestos burlados, sueldos no pagados a tiempo o por partes o con cupos para los jefes o subalternos para que algo llegue al trabajador nuevo u objeto del abuso... ¡Y después lamentamos el terrorismo! Ése es el primer terrorismo, que despierta el otro, también prepotente y en absoluto liberador de nada, pues los terroristas lo que buscan es el poder a través de la muerte, engaño y robo... ¡Igual que “sus enemigos”!

¡Todo esto clama justicia delante de Dios! Él nos pide que reaccionemos porque las injusticias, al final, nos destruirán a nosotros mismos y Él quiere que todos nos salvemos.

Dios es nuestra defensa. Él nos liberó, no matando y destruyendo, sino dando su propia vida en rescate por todos, para que todos vivamos en la verdad de su Amor.

Pablo nos pide que oremos continuamente para vivir en la paz que Dios quiere, la paz fruto del respeto y defensa de la vida y de la justicia que es dar a cada uno lo que necesita para ser cada día mejor, lo que debe ser, y pueda desarrollar todas sus potencialidades, como Dios planificó. Para eso, debemos vivir libres de las riquezas, pues, si son nuestro señor, estamos perdidos.

Todos estamos llamados a la salvación, todos, sin distinción de sexo, cultura o nivel de instrucción, pero comenzando por los más olvidados... Todos tienen derecho de conocer los dones de Dios y aprender a cuidarlos con esmero para hacerlos producir en ellos y en los demás, porque un día les confiarán los verdaderos bienes de la vida y deben saberlos manejar para no ser condenados por inútiles fracasados llenos de rapiña, irresponsabilidad e insolidaridad por no saber ni compartir ni crear comunión, como Dios nos pide y nos enseñó en su Hijo Jesús.

Pidamos a María, nuestro auxilio, que vivamos solidarios como Jesús: dando la vida a todos.

P. José María Doménech Corominas, sdb.

TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXV- CICLO C
Am. 8, 4-7: "Escuchen esto, explotadores de los pobres, que quisieran hacer desaparecer a los desvalidos del país... dicen: «venderemos el grano haciendo trampa en las medidas... mezclaremos el grano bueno con el que no sirve... esclavizaremos la vida de los pobres y compraremos con ridículo precio o con un par de sandalias a los miserables para que nos sirvan.» El Señor lo jura por la gloria de Jacob: «No olvidaré nada de lo que están haciendo.»"

Salmo 112: "Glorifiquen al Señor que levanta al pobre de las cenizas."

1Tm. 2, 1-8:
"Oren al Señor con súplica y acción de gracias por todos los hombres... por todos los que tienen autoridad para que podamos vivir con tranquilidad y paz, en forma honesta y piadosa. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo mediador entre Dios y los hombre, el hombre Jesucristo, quien se entregó a sí mismo para rescatar a todos los hombres... Deseo que recen... y puedan alzar las manos limpias de todo engaño, evitando discusiones y peleas."

Lc. 16, 1-13: "El hombre que es fiel en las cosas pequeñas, también lo será en las que valen mucho... Si no fueran fieles en los bienes aparentes, ¿quién tendrá la locura de confiarles los verdaderos bienes? Si no son fieles con las riquezas de otro, ¿quién les confiará las propias? Nadie puede servir a dos señores: pues si le hace cado a uno, no prestará atención al otro... No pueden servir a Dios y al dinero."

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