septiembre 29, 2007

Libres para construir la vida



La riqueza, en la medida que le demos dominio en nuestra vida, se convierte en una grave trampa y amenaza para la dignidad de toda persona, el bien de la sociedad y el futuro de ambos.

La injusticia del desequilibrio social clama al cielo y cuanto más llamativo y escandaloso es, mucho más. ¡Hasta deseamos el fracaso del prepotente poderoso que hace ostentación de su riqueza y de su poder!

Pero ¿somos, de verdad, honestos? ya que no somos demasiado claros ni demasiado espontáneos en nuestras reacciones de aprobación y alegría cuando el pobre honrado medra o tiene éxito. Muchas veces, en el fondo, la envidia, más o menos solapada, fruto de la codicia, nos gana: hubiéramos deseado que esta “justicia del destino” nos beneficiara también a nosotros.

¿Cuándo nuestra alma glorifica honestamente al Señor por el bien de nuestro hermano?

Esto es libertad y construcción del bien y de la vida en todo ambiente en el que nos encontremos. Así es presentado el hombre de Dios: vive en la justicia, en la delicadeza con Dios, en la Fe y Amor, al estilo de Jesús, con paciencia y mansedumbre, nunca vencido por el mal, sino venciendo al mal con la fuerza del bien que vive y esparce con cada una de sus decisiones, interiores y exteriores.

Sólo Dios es capaz de poner cada cosa en su lugar: su justicia es respeto y plenitud de los verdaderos deseos del corazón: al codicioso se le dará vivir en la plenitud de la codicia y ésta será su sepultura, tormento mortal sin fin, como él lo ha procurado a los demás; al paciente, humilde, constructor de la paz, que busca el bien en la verdad para la vida de todos, y sobre todo de los que más lo necesitan, le dará plenitud de la vida y de la paz, y con ella de la felicidad que toda plenitud de vida trae consigo.

Los momentos extraordinarios no definen la vida, aunque nos permitan, en algo, mostrarnos cómo somos por dentro. No. La vida la definimos en el cotidiano vivir, en las decisiones pequeñas... No olvidemos que los grandes edificios, todos, se han hecho grano a grano, ladrillo tras ladrillo... Nada se hace de golpe... Y también, cuando hay que transformar algo, solo se puede lograr golpe a golpe contra lo que debemos superar, sin esfuerzo paciente y doloroso no se da ninguna construcción o transformación valedera y estable.

La vida sólo tiene la magia del fenomenal milagro del cotidiano esfuerzo fruto del amor a la vida, esperando que ésta sea con mayúscula, pues la pequeña vida supone mucho esfuerzo para casi ningún futuro, pues acaba en la muerte del fracaso... Vida es la que llena por dentro y llega hasta la eternidad: es la de Dios y a Dios lleva, como a Lázaro.

Quien pacientemente da vida, como hombre de Dios, la construye eterna, pues es así la de Él.

María nos enseñe el silencio eficiente de la Vida que se da dando Vida a otros, como Dios.

P. José María Doménech Corominas, sdb.

TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVI- CICLO C
Am. 6, 4-7: "«Ay de los que viven tranquilos en Sión, de los que se creen seguros en el altozano de Samaría... Se acuestan en camas de marfil... crean como David sus propias melodías... y se ungen con los perfumes más finos, pero no les da ninguna lástima el desastre de la tribu de José. Por eso serán los primeros deportados y así se acabará la orgía de los vividores.»"

Salmo 145: "Mi alma glorifica al Señor."

1Tm. 6, 11-16:
"El hombre de Dios busca practicar siempre la justicia, la piedad, la Fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Lucha el noble combate de la Fe y gánate la vida eterna... hasta la manifestación de Jesucristo, nuestro Señor... Cuando llegue la hora, se manifestará... el Señor de los señores, el único inmortal por sí mismo: nadie le ha visto jamás ni es capaz de verlo. A Él la gloria y el poder por siempre."

Lc. 16, 19-31: "«Un hombre vestía de púrpura... y cada día tenía espléndidos banquetes... Un pobre... esperaba poder comer lo que le dieran de lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros lamían las llagas del pobre... Murió el pobre y fue llevado por los ángeles... Murió también el rico y fue sepultado.... decía: ‘Padre Abraham, apiádate de mí’... ‘Hijo, acuérdate que tú, en vida, tuviste toda clase de bienes...’ ‘Entonces envía a Lázaro a casa de mis hermanos... para que no acaben, como yo, en este lugar de tormentos...’ ‘Tienen a Moisés y a los profetas... si no les hacen caso... no se convencerán ni aunque resucite un muerto.’»"

No hay comentarios.:

Publicar un comentario