octubre 30, 2009

Felices!


Felices todos nosotros, feliz día de los santos!
Feliz día, padre José María!


Dios nos pide que busquemos escucharle para que podamos cumplir con nuestra vocación más básica, la humana, la de la vida. Como que el Padre nos pide que vivamos siendo como Dios para que seamos felices, como lo es Él y como Él desea que lo sean todos sus hijos, es decir, todas la personas humanas que va creando a lo largo del tiempo para que se entrenen a ser Señores como Él, es decir, constructores de un mundo digno y lleno de los dones de Dios compartidos entre todos y con el concurso de todos; hermanos entre ellos, como hijos suyos que son y para que aprendan a ser, cada día mejor, sus hijos queridos que buscan, más y más, una creciente intimidad con Él, a través de la naturaleza, las personas a las que sirven y de la propia conciencia, donde el mismo Dios habita.

Jesús y el Espíritu son el Camino y Garante de que, si ponemos lo debido de nuestra parte, pues somo libres y el serlo es muy serio, llegaremos, sin dudarlo, a la meta, aunque sea por caminos muy diversos y en circunstancias absolutamente particulares para cada uno.

El Señor nos conceda aprender su Sabiduría para no perdernos en las tonterías que a veces nos quieren seducir. María nunca, jamás, dejará de ser nuestro Auxilio, pues nos ha sido entregada-confiada como Madre por el mismo Dios.

Dios nos bendiga a todos.

Feliz día para todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Felices!

Celebramos hoy la fiesta de todos los discípulos de Jesús que le fueron fieles y viven definitivamente en el gozo del Señor la felicidad de su Amor en la “Jerusalén celeste”. Pero también la de los que, ya salvados, viven en su Amor, pero todavía no gozan totalmente de su presencia porque quieren, antes, purificar del todo su vida de las impurezas de su débil caridad, escasa humildad y poca obediencia. El deseo de gozar de Dios, al que han visto y aman con toda su vida, les quema el alma, les hace sufrir ansias de plenitud de vida en el Señor y les lleva a buscar sólo lo mejor y más grato a Dios... Si lo hubieran hecho así estando en el mundo, ahora gozarían plenamente del Señor, sin sufrimiento alguno... La teología lo llama: “purgatorio”.

Los santos son los que viven, en la presencia del Señor, las bienaventuranzas.

Es vocación universal. Sin excepción alguna de edad, sexo, condición, cultura o nación.

Todos, al ‘nacer’, somos llamados a ser hijos de este Padre que nos crea con personal Amor

Él nos crea y llama a vivir felices en su Amor. Él envió a su Hijo para que nos liberara de toda esclavitud y, así, pudiéramos lograrlo con la fuerza del Espíritu del Padre y del Hijo.

Pero, para ser hijos auténticos, debemos aceptarlo cada día desde la propia conciencia. Así el Padre nos concedió la libertad en la verdad y el amor, como Él es libre, para que decidiéramos crecer y vivir cada día más profundamente en su Amor a pesar de los límites e inconvenientes propios de cada temperamento, historia y de las imprevisibles circunstancias y límites.

La santidad es propia de la naturaleza de Dios y Él nos concede participar de ella y de su gozo

Ser santo exige, por propia naturaleza, intimar con Dios, confianza en su bondadosa Providencia, apoyarse en su Gracia y Misericordia y sencilla obediencia a su Sabiduría salvífica.

La santidad es fruto de una profunda y generosa pobreza, es decir, de una apertura confiada y obediente al Dios que nos salva: de Él todo lo esperamos, recibimos y aceptamos, sin juicios, pues reconocemos que nuestros criterios son minúsculos ante su Sabiduría. A Él nos abandonamos, sobre todo si sentimos el peso de no comprender, de no poder y del error o pecado.

Ponemos todo nuestro esfuerzo en vivir en su Voluntad, que asumimos como nuestra vida y salvación. Nadie nos conoce, nos ama y ha hecho más por nuestra felicidad: ¡nos ha dado su propia vida y su mismo Espíritu! Le escuchamos con veneración, aprendiendo su Sabiduría; a Él acudimos en cada sacramento para alimentar nuestra vida de Fe y renovar su Gracia; con Él conversamos en oración continua para construir nuestra intimidad con Él, en Cristo, sobre todo en los momentos de dolor y desconcierto en el cotidiano compromiso de don de vida.

Ser santo es ser una persona de Dios que, como Él, vive para llenar de Vida a los hermanos

Vivir en Santidad, es vivir en Dios: Vivir a Dios y para Dios al servicio de toda persona, como Él nos indique a través de las reales llamadas de los que estén con nosotros y de las vicisitudes de la historia. Por eso a los santos les llaman “Mujeres / varones de Dios,”.

María es mejor modelo humano de Santidad, pidámosle que nos conceda tenerle una profunda, sincera, fuerte y concreta devoción y así ser santos como ella para bien de todos.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.


SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Ap. 7, 2-4.9-14:
"...«No dañen ni a la tierra ni al mar... hasta que sean marcados los siervos de nuestro Dios»... Después vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar. Era gente de toda nación, raza, pueblo y lengua... «Hosanna a nuestro Dios, que se sienta en el trono y al Cordero»... «Éstos son los que vienen de la gran tribulación..."

Salmo 23: "Éstos son los que te buscan, Señor, para ver tu rostro."

1Jn. 3, 1-3:
"¡Qué prueba de amor nos ha dado el Padre... Si el mundo no nos conoce, es porque no lo ha conocido a Él... ahora somos hijos de Dios... seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en Él, se purifica tal como Jesucristo es puro"

Mt. 5, 1-12a: "Felices los pobres... los que sufren... los humildes... los que tienen hambre y sed de ser justos... los compasivos... los perseguidos por ser justos... Alégrense y regocíjense, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo»."

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