diciembre 23, 2007

Cuarto Domingo de Adviento

Falta muy poco para Navidad. Hoy, último domingo de Adviento, encendamos nuestras cuatro velas de la Corona de Adviento, y con fervor, oremos en familia:

Al encender estas cuatro velas, en el último domingo,
pensamos en ella, la Virgen,
tu madre y nuestra madre.
Nadie te esperó con más ansia,
con más ternura,
con más amor.
Nadie te recibió con más alegría.
Te sembraste en ella
com el grano de trigo se siembra en el surco.
En sus brazos encontraste la cuna más hermosa.
También nosotros queremos prepararnos así:
en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día.
¡Ven pronto, Señor; ven a salvarnos!

DOMINGO IV DE ADVIENTO

La Fe verdadera no es social, sino personal y exige decisión diaria. Es un real riesgo personal con fuertes repercusiones sociales. Acaz no se atreve. Pablo se arriesga y María se abandona al Señor de la Vida. Para José, hombre atento, sensible y honesto, lo inusitado de la situación le supone una grave perplejidad de la que solo puede salir gracias a la íntima comunicación y confianza en Dios, quien le habla al corazón a través de las circunstancias: Él no falla.

El signo de la presencia de Dios es la vida...

Todos los momentos de la historia el riesgo de la confianza se ha exigido. También hoy la globalización y las ideologías nos piden nuestra fe... A cambio prometen maravillas que solo son promesas, con muchas consecuencias negativas en los más pobres... Para ellos solo hay promesas futuras y discriminación y muerte actual...

El Evangelio, Jesús, nos pide confiar a Él nuestra vida y su signo de éxito es la Vida Nueva, hecha salud, justicia, dignidad y la paz en los últimos que se confían. Donde está Dios está la vida, esa es su marca de autenticidad.

pero la vida pide la propia vida para los demás

La real presencia de Jesús
en la propia vida, personal y comunitaria, invita a entregar la vida no para el propio beneficio sino para el bien de aquellos a los que somos enviados. Pablo lo comprendió y vivió a profundidad, sin rehuir los riesgos, reales y graves.

El Señor merece toda la vida: Él, y solo Él, es el Rey de la gloria. Él merece que le abramos toda la vida y se la entreguemos, pues solo Él conoce perfectamente lo que conviene a cada uno; solo Él tiene interés personal en cada persona, sin discriminación, y solo Él tiene el poder de llevar a buen término lo planificado: la mejor prueba es su propia resurrección.

María y José, y después Pablo, la dan con todo el riesgo que supone

Acaz se llena de temor ante el real peligro: Dios parecería estar ausente. El temor crece más cuando le piden que se fíe del Señor y le invitan, como prueba de que Dios está presente, a que pida una señal, pues el Señor responderá... ¡Eso significa que deberá correr el riesgo de fiarse! ¡¡No!! No pedirá la señal... No quiere correr ese grave riesgo... ¿Y si Dios falla?

José también se encuentra perplejo... Tiene la ley a su favor, pero puede más el amor y acepta arriesgar su vida antes que perjudicar... Dios le aclara el panorama: no entiende cómo puede haber sido, pero entiende que es obra de Dios y acepta su parte... Solo entiende que Dios se lo pide y, aunque no domina la situación, sí se fía porque Dios nunca ha fallado... Entrega la vida a la causa de la Vida Nueva que Dios le confía: ¡Ya le dirá cómo caminar!

Dios nos invita, como a José, a esta confianza, pero necesitamos su misma intimidad.

María nos dé tal confianza e intimidad con Dios
que le dejemos libertad total en nosotros.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO IV

Is. 7, 10-14: "...«Pide una señal al Señor...» ...«No quiero pedir ninguna señal...» ...«Escucha, casa de David, ¿no tienes suficiente con cansar a los hombres que también quieres cansar a Dios? Por eso el mismo Señor les dará una señal: La virgen tendrá un hijo que se llamará Emmanuel, es decir Dios-está-con-nosotros»."

Salmo 23: "Va a entrar el Señor, el Rey de la gloria."

Rm. 1, 1-7:
" ...Esta Buena Nueva se refiere a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, quien, por su linaje humano, nació de David, pero, por el Espíritu que Santifica, fue constituido Hijo poderoso de Dios desde que resucitó de entre los muertos. Por Él he recibido el don de ser apóstol, misionero de su nombre a favor de las gentes de todos los pueblos para que sean obedientes a la Fe..."

Mt. 1, 18-24: "Jesús, el Mesías vino al mundo de este modo: María, su madre, la novia de José, antes que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo... «José, hijo de David, no tengas reparo de aceptar a María como tu esposa. Es cierto que ella a concebido por obra del Espíritu Santo, tendrá un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» José... haciendo caso al ángel del Señor, llevó a María, como esposa, a su casa."

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