El P. Doménech gentilmente nos envía el diálogo que realiza en Radio Piura el día de hoy, a propósito de Juan el Bautista.
En esta fiesta de la Inmaculada tenemos que hablar de una figura muy curiosa, por decirlo de algún modo, contemporánea de María Inmaculada y de Jesús: Juan, llamado por la gente “el Bautista”. ¿Qué cree que deberíamos resaltar en esta figura?
Yo creo que deberíamos prestar atención a su responsabilidad de profeta.
¿Qué es un profeta? ¿Cuál es su responsabilidad?
Profeta es una persona que tiene muy claro que Dios le ha dado la responsabilidad de expresar lo que Dios piensa sobre lo que sucede y se vive en la sociedad y cultura en la que está inmerso, directa o indirectamente, el profeta. El profeta, en el fondo, con la imagen del mismo Juan, es la voz de Dios. El contenido que transmite esta voz es la mentalidad o el mensaje de Dios. El profeta no es autónomo, no puede decir ni hacer lo que le parece: se debe a la intención de quien le envía...
¿Entonces su responsabilidad es estar atento a Dios?
Indudablemente así es. Es un hombre que pone a Dios en el centro de su vida, precisamente para no mentir, para no decir a sus contemporáneos cosas que Dios no dice y mensajes que no son otra cosa que su propia mentalidad... El profeta es muy consciente que él no es el salvador ni la solución de los problemas, sino un mensajero...
¿Cómo los políticos?
Yo diría todo lo contrario de ellos... ¡Al menos de la mayoría! Puesto que, por desgracia, muchos de ellos se creen salvadores o solucionadores de los problemas de su región, pero muchos se dejan corromper, si no es que ya entraron al servicio político con mentalidad corrupta. No el profeta es un humilde servidor de Dios y, por lo que Dios le pide que haga, lo es del pueblo, por tanto quien, podríamos decir, sirve al pueblo no es el profeta, sino el mismo Dios a través de él. Lo que le toca al profeta es ser fiel a Dios, quien sabe qué hay que hacer y decir para salvar a “ese pueblo” concreto. El profeta es un transmisor y sabe que debe ser fiel a quien desea transmitir y a lo que debe transmitir, muy por encima de si le complace hacerlo o no. El profeta deberá hablar claro, fuerte, exigente e, incluso, con intransigencia.
¿Con intransigencia? ¿Qué significa? Porque, la verdad, suena un poco duro... ¿No cree?
El profeta no debe juzgar el mensaje que recibe, sino transmitirlo, pues no es su mensaje... Muchos profetas de ayer, de hoy, y también de mañana, si desearon dejar de ser profetas, pero los movía el amor, la fidelidad a Dios y la coherencia con lo que consideraban justo y necesario, aunque no siempre lo entendieran demasiado. En eso eran intransigentes con ellos mismos, también eran intransigentes con su reacción ante el mensaje que debían transmitir... ¡No importa si gusta o no, lo que importa es que debe ser transmitido, pues es eso lo que Dios piensa para la salvación de sus hijos! ¡¡Ésa es la intransigencia!! Y también eran intransigentes con la opinión de la gente que recibe el mensaje, pues los que lo acojan estarán abiertos, pero los que no estén dispuestos, se rebelarán y tratarán de callar o comprar al profeta para que desfigure un poco el mensaje y así no sea tan claramente exigente y contrario a la mentalidad de moda.
Un poco es lo que sucede en la relación de nuestro mundo y su cultura con la Iglesia... ¿La Iglesia podemos decir que es la profeta de Dios?
Todos nosotros, Iglesia de Dios, somos llamados, y estamos consagrados, como profetas de Dios desde el bautismo y los que estamos confirmados mucho más... Ni hablar los sacerdotes...
Entonces ¿cuáles son nuestras responsabilidades?
Primero, conocer y amar al Señor que nos ha salvado y nos envía a testificar las maravillas de su amor, que está destinado a todas las personas que buscan a Dios. Segundo, mantenernos en contacto constante con el Señor: oración, meditación de la Palabra y la vida sacramental, para hablar solo su mensaje. Tercero, vivir bien integrados a la Comunidad de Fe en la que el Señor nos ha puesto, así no perderemos la Vida y no nos desviaremos del mensaje de paz del que somos portadores en nombre de Dios. Él nos ha llamado a través de la Iglesia y en ella nos envía.
¿Cuál es el mensaje del Bautista? ¿Es el mismo que nosotros debemos transmitir hoy?
Pongan a Dios como único centro necesario de su vida. ¡Es lo justo! Conviértanse: acepten que Dios sea lo único indispensable en su vida. Fue el mensaje de Jesús y debe ser el nuestro.
En esta fiesta de la Inmaculada tenemos que hablar de una figura muy curiosa, por decirlo de algún modo, contemporánea de María Inmaculada y de Jesús: Juan, llamado por la gente “el Bautista”. ¿Qué cree que deberíamos resaltar en esta figura?
Yo creo que deberíamos prestar atención a su responsabilidad de profeta.
¿Qué es un profeta? ¿Cuál es su responsabilidad?
Profeta es una persona que tiene muy claro que Dios le ha dado la responsabilidad de expresar lo que Dios piensa sobre lo que sucede y se vive en la sociedad y cultura en la que está inmerso, directa o indirectamente, el profeta. El profeta, en el fondo, con la imagen del mismo Juan, es la voz de Dios. El contenido que transmite esta voz es la mentalidad o el mensaje de Dios. El profeta no es autónomo, no puede decir ni hacer lo que le parece: se debe a la intención de quien le envía...
¿Entonces su responsabilidad es estar atento a Dios?
Indudablemente así es. Es un hombre que pone a Dios en el centro de su vida, precisamente para no mentir, para no decir a sus contemporáneos cosas que Dios no dice y mensajes que no son otra cosa que su propia mentalidad... El profeta es muy consciente que él no es el salvador ni la solución de los problemas, sino un mensajero...
¿Cómo los políticos?
Yo diría todo lo contrario de ellos... ¡Al menos de la mayoría! Puesto que, por desgracia, muchos de ellos se creen salvadores o solucionadores de los problemas de su región, pero muchos se dejan corromper, si no es que ya entraron al servicio político con mentalidad corrupta. No el profeta es un humilde servidor de Dios y, por lo que Dios le pide que haga, lo es del pueblo, por tanto quien, podríamos decir, sirve al pueblo no es el profeta, sino el mismo Dios a través de él. Lo que le toca al profeta es ser fiel a Dios, quien sabe qué hay que hacer y decir para salvar a “ese pueblo” concreto. El profeta es un transmisor y sabe que debe ser fiel a quien desea transmitir y a lo que debe transmitir, muy por encima de si le complace hacerlo o no. El profeta deberá hablar claro, fuerte, exigente e, incluso, con intransigencia.
¿Con intransigencia? ¿Qué significa? Porque, la verdad, suena un poco duro... ¿No cree?
El profeta no debe juzgar el mensaje que recibe, sino transmitirlo, pues no es su mensaje... Muchos profetas de ayer, de hoy, y también de mañana, si desearon dejar de ser profetas, pero los movía el amor, la fidelidad a Dios y la coherencia con lo que consideraban justo y necesario, aunque no siempre lo entendieran demasiado. En eso eran intransigentes con ellos mismos, también eran intransigentes con su reacción ante el mensaje que debían transmitir... ¡No importa si gusta o no, lo que importa es que debe ser transmitido, pues es eso lo que Dios piensa para la salvación de sus hijos! ¡¡Ésa es la intransigencia!! Y también eran intransigentes con la opinión de la gente que recibe el mensaje, pues los que lo acojan estarán abiertos, pero los que no estén dispuestos, se rebelarán y tratarán de callar o comprar al profeta para que desfigure un poco el mensaje y así no sea tan claramente exigente y contrario a la mentalidad de moda.
Un poco es lo que sucede en la relación de nuestro mundo y su cultura con la Iglesia... ¿La Iglesia podemos decir que es la profeta de Dios?
Todos nosotros, Iglesia de Dios, somos llamados, y estamos consagrados, como profetas de Dios desde el bautismo y los que estamos confirmados mucho más... Ni hablar los sacerdotes...
Entonces ¿cuáles son nuestras responsabilidades?
Primero, conocer y amar al Señor que nos ha salvado y nos envía a testificar las maravillas de su amor, que está destinado a todas las personas que buscan a Dios. Segundo, mantenernos en contacto constante con el Señor: oración, meditación de la Palabra y la vida sacramental, para hablar solo su mensaje. Tercero, vivir bien integrados a la Comunidad de Fe en la que el Señor nos ha puesto, así no perderemos la Vida y no nos desviaremos del mensaje de paz del que somos portadores en nombre de Dios. Él nos ha llamado a través de la Iglesia y en ella nos envía.
¿Cuál es el mensaje del Bautista? ¿Es el mismo que nosotros debemos transmitir hoy?
Pongan a Dios como único centro necesario de su vida. ¡Es lo justo! Conviértanse: acepten que Dios sea lo único indispensable en su vida. Fue el mensaje de Jesús y debe ser el nuestro.
P. José María Doménech, sdb.
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