diciembre 31, 2013

Santa María, Madre de Dios


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este miércoles 1° de enero, fiesta de Santa María, Madre de Dios, y la XLVIII Jornada Mundial de la Paz.

Nosotros conocemos al Señor experimentando sus obras, siempre y cuando no las manipulemos –ni en su destino ni en su significado– pues esto lo pervierte todo, hasta lo más santo.

Ante la presencia de Dios los humanos nos sentimos anonadados, sobrecogidos. Lo vivió María y todos los que han tenido algún contacto real con Dios. Él da contenido a nuestra vida, la llena de su grandeza y, así, nos hace bendición para todos y hasta para todo lo creado.

Su Presencia nos lleva a compartir. Nadie serio, objetivo y sensato, se cree bueno ni justo.

Si nos invade la soberbia y juzgamos a otra persona, como si fuéramos mejores que ella, estamos ante un signo claro (‘científico’) de que ignoramos al Dios verdadero y creamos nuestros propios ‘ídolos’, efímeros, engañosos y destructores de toda paz –la interior y también de la exterior, su fruto–. Dios nos lleva a despertar en todos lo bueno que tienen y ayudarles a madurarlo.

Dios es bendición. Sólo quien está atento a la real Presencia de Dios –por más pequeña que parezca– puede vivir y gozar su acción. Así lo vivió María desde el principio. Sabía meditar.

El salmo 66 nos invita a presentarnos ante Dios, deseando humildemente su bendición. En ella se nos salva de todo pecado confesado y recibimos alegría, paz y voluntad de alabanza.

El Padre de toda vida es fuente de toda maternidad. En Él aprendió María a ser madre humana, ¡y de Dios!, en la diaria meditación de la Palabra [hecha historia, acontecimiento cotidiano, transmisión escrita, proclamación en la asamblea] y en la oración constante, personal, conyugal, familiar, comunitario-sacramental. Así aprendemos a ser como Jesús: bendición viva.

Hemos sido creados para ser, como Dios, bendición que rescata y enaltece lo mejor de todos

Éste es el contenido al que se refiere la bendición que el Señor pide se dé a su Pueblo.

La claridad del rostro de Dios es la claridad de la conciencia que nos permite descubrir la constante Presencia Pro-vidente y Bene-factora del Dios de la Vida que, en su Amor, está presente en todos los repliegues de nuestras jornadas. Él, sin imponer, es paz viva y eficiente.

Sólo conocemos a Dios en la vida compartida y comprometida en una subsidiaria solidaridad

La venida del hijo de María, fue preparada larga y pacientemente por Dios mismo.

Pablo habla de la ‘plenitud de los tiempos’. ¿Qué significa? Que Dios siempre ha buscado llevarnos a vivir su Amor, para que lo podamos aceptar y asumir sin temores. Los sencillos fueron comprendiendo, abriéndose a los dones y promesas de su Señor. Dios se hizo uno de nosotros, en Jesús, Su Hijo encarnado, sin subyugarnos para, llegado el momento, llenar nuestra vida con la presencia de su Espíritu que estimula nuestra libertad hacia la aceptación de su santidad. Las maravillas de Dios son para todos. ¡Absolutamente nadie está excluido!

Desde que el hombre es hombre, Dios lo llama a ser su hijo, a tratarlo como su “Abbá”.

Recibir con sencillez la Presencia de Dios nos hace bendición que da Vida y Paz al mundo

A todas las personas –individual y/o socialmente– se las conoce sólo en la intimidad personal. No hay otro modo de conocer la materno-paterna sensibilidad de Dios. Así es la esencia de todo ser personal: divino, angélico o humano. Por eso Dios se hizo hombre en una familia.

Sólo se necesita un corazón sencillo, como el de los pastores, sencillos y dóciles testigos-
comunicadores, como el de María, la madre atenta; como el de José, el padre creyente y justo.

María nos pide abrirnos con confianza al año que comenzamos y en él aprender a gozar y vivir en la Presencia y Magisterio de Jesús, nuestra Bendición, para ser bendición para todos.

Pidamos a María llevar a todos la presencia de Jesús, su bendición, para la paz y felicidad.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Jesús es la bendición de Dios a su Pueblo; Él nos llega por María, la Madre que medita con dócil sencillez la acción de Dios en la historia

Nm. 6, 22-27:
Así bendecirán a los israelitas... les dirán: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia… Que el Señor te... conceda la paz»… y Yo les bendeciré.

Salmo 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga.

Gal. 4, 4-7:
Cuando se cumplió el tiempo..., Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley, para redimir... y hacernos hijos adoptivos... infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, Padre ...ya no eres más esclavo, sino hijo y, por tanto, heredero por la gracia de Dios.

Lc. 2, 16-21: Los pastores fueron... y encontraron a María y a José con el niño en el pesebre... contaron lo que habían oído decir sobre el niño… María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. Los pastores volvieron alabando y glorificando a Dios... Ocho días después, al circuncidar al niño, le pusieron el nombre de Jesús…









diciembre 29, 2013

La Sagrada Familia


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.


Este domingo de navidad se nos presenta a la Sagrada Familia y después se nos pide profundizar en las bases de la paz con ocasión de celebrar la fiesta de Santa María, Madre de Dios.

La familia, institución natural que transmite la vida física, personal y social, es una realidad que Dios ama y defiende profundamente, pues es el signo de su Comunión trinitaria en nuestra historia. De esta Comunión –que nosotros llamamos Santísima Trinidad– nace toda vida humana y angélica y es la base de todo desarrollo indefinido de la persona humana. En ella los padres son presencia educadora del Padre-Hijo-Espíritu para que los hijos maduren como personas, hijas de Dios por creación e invitación personal del mismo Dios, que no obliga a nada, pero que nos hace notar, desde la primera página de la Biblia, que fuimos creados para ser como Dios, no menos. Por eso, porque esto es necesario aprenderlo, ha puesto a los padres para que nos enseñen a vivir en esta dinámica de constante maduración hacia la grandeza divina. Pero para eso necesitamos todos dos actitudes: amorosa y atenta humildad e industriosa y generosa obediencia, como la que vivieron José y María, de los que aprendió Jesús a ser hijo de Dios, como hombre que era.

María es la madre de la Paz; bendición viva de Dios para todos los que la rodeaban; siempre atenta a la Palabra, que, por eso, pudo encarnarse en ella y, hecha ser humano, pudo enseñarnos a ser hijos de Dios como Él. Lo que el Señor nos pide es vivir en dócil sencillez para una decisión, pronta en la bondad y el Amor, y desarrollar la capacidad de meditar la multiforme presencia de Dios en todos los acontecimientos que vivimos cada día. María y José son modelos en ello.

Dios está ya entre nosotros con su Salvación y desea afirmar nuestras familias para la Vida nueva. María, la madre siempre abierta a Dios, nos enseña a meditar con atención en la presencia de Dios en todo acontecimiento y José nos enseña lo importante que es vivir en la obediencia a Dios.

El Espíritu de Dios nos llene para vivir como ‘madres’ del Dios de la vida e hijos de su bendición.
Unidos en oración con María, José y Jesús:

P. José Mª Domènech SDB

LA SAGRADA FAMILIA

Dios está comprometido con la vida y ésta expresa su grandeza en el ser humano.

Pero la vida –como todas las realidades importantes– no se desarrolla sin costo personal y relación.

La persona humana no puede desarrollarse en la soledad y el abandono. Esto ya se dice en el Génesis.

Aquí se nos muestra a un Dios que ha unido a la familia un cúmulo de ventajas y promesas sin parangón. Sólo la fidelidad a Dios tiene mayores ventajas y ésta es la base para la grandeza de la familia.

La Familia, signo humano de la Comunión trinitaria, siempre ha estado en el centro de la Providencia Divina: Dios le ha otorgado promesas maravillosas, tiene necesariamente sus propias tareas, como toda realidad humana, pero goza del cuidado privilegiado del mismo Dios. ¡Felices los que se dejan guiar por lo que el Señor les indica, pues Él no falla ni abandona jamás, por esto el éxito les está asegurado!

El peligro de muerte siempre está amenazando a la familia. Viene desde dentro, que es el peor y más difícil de superar, y desde fuera. No hay mayor daño de la familia que su desintegración y el fracaso de sus miembros en su misión de darse vida creciente unos a otros.

La familia, en el plan de Dios, es garantía de éxito en la vida, tanto personal como social.

Para Dios los padres, expresión de su Amor Providente, son sagrados. Quienes los respetan y atienden debidamente, tienen resultados de paz, purificación y vida eterna, definitivo fin de nuestra vida.

El Señor nos ha concedido la vida para que ésta se desarrolle sin fin y en felicidad creciente. ¿De qué serviría vivir en serio y con honestidad si todo acabara en la negra angustia de una muerte sin futuro?

La vida misma nos pide que la tomemos en serio, pues se construye y desarrolla en el don de sí misma.

Se necesita esfuerzo para liberarse de todo lo que nos impide la generosidad de dar la propia vida a beneficio de los demás. El primer don de la vida es tratarnos unos a otros, nos recuerda san Pablo, con respeto y generosidad, paciencia y comprensión; tratando a los demás –nos dice Jesús– como deseamos que lo hagan con nosotros en circunstancias similares. La medida de nuestro “deber” es el bien que esperamos recibir. Así trata Dios a sus hijos: con Amor serio y sincero, sin componendas con nada ni nadie.

Lo más importante en la vida familiar es la comunicación y el perdón. Es signo de la presencia de Dios y de nuestra confianza en su Providencia. Por eso Jesús nos los da cada día.

Estas actitudes llevan a todos los miembros de la familia a construir una vida que favorece a cada uno de sus integrantes, superando toda la miopía y aislamiento del individualismo.

No hay futuro de paz si no se vive en la humilde disponibilidad, atenta escucha y responsable obediencia

José nos muestra que para que la familia se desarrolle es necesario que la actitud de sus miembros esté centrada en el bien de los otros y no en las propias opiniones o conveniencias.

La humildad y obediencia responsable de José y María llevó a esta familia concreta a mantenerse en creciente unidad, aún en la pobreza y, sobre todo, en la desgracia de la persecución, destierro y amenaza.

Pidamos a María formar cada día nuestras familias viviendo con esfuerzo los criterios de la Palabra.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO I – SAGRADA FAMILIA

La familia, signo del Amor de Dios, es dadora de Vida y humanidad; ella nos lleva a ser y madurar como personas aprendiendo a vivir en una sociedad.

Eclo. 3, 2-6.12-14:
En los hijos el Señor elogia al padre y sentencia a favor de la madre. Quien honra al padre expía sus pecados y quien honra a la madre gana un tesoro... Hijo mío, acoge a tu padre en la ancianidad... Dios no olvidará la piedad que tengas con tu padre, lo tendrán en cuenta para expiar tus pecados.

Salmo 1271-5: Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Col. 3, 12-21:
Como elegidos por Dios,... revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la bondad, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense unos a otros... El Señor les ha perdonado, hagan ustedes lo mismo... el amor todo lo une y perfecciona... Que la paz de Cristo reine en sus corazones... Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza... todo lo que hagan... háganlo en nombre de Jesús, dirigiendo, a través de Él, a Dios, el Padre, una acción de gracias digna... Esposas, respeten a sus maridos... Maridos, amen a su esposa y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres... Padres, no exasperen a sus hijos...

Mt. 2, 13-15.19-23: Después de la partida de los magos, el ángel del Señor se apareció a José en sueños y le dijo: «Levántate enseguida, toma al niño con su madre y huye a Egipto quedándote ahí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo»... “He llamado de Egipto a mi hijo”. Cuando murió Herodes... José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel... se retiró a la región de Galilea y fue a vivir al pueblo de Nazaret... “Le llamarán nazareno”.








diciembre 25, 2013

Natividad del Señor 2013


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Navidad.


Son muchas las religiones en el mundo y todas se esfuerzan por encontrar a Dios y contentarlo.

Son muchas, y constantes, las búsquedas que los hombres hacen para encontrar el camino de la felicidad, de la eterna juventud y de una paz estable en la vida personal y social. Y ¡cuántas decepciones!

Mucha buena voluntad, pero los resultados son efímeros y, por eso, descorazonadores.

Muchas veces pensamos que ese dios que debería resolvernos los problemas y darnos soluciones y seguridad, es una falla. Y ¡es muy cierto! porque a ese dios ¡nos lo hemos inventado! ¡¡No existe!!

¿Cuál es la verdad? ¿Existen caminos verdaderos para la Paz y Felicidad? ¿Dónde? Y se sigue ensayando. Nos hablan de la ‘Globalización’, de la ‘New Age’, de la ‘Fraternidad Universal’. Ellas acusan de desavenencias a las religiones monoteístas: su Dios ‘único’, sus doctrinas ‘verdaderas’ y moral ‘inmóvil’ son un problema porque no se adaptan a las nuevas ‘realidades’ y ‘necesidades’.

Es verdad, algunas de estas religiones están en conflicto: o se rechazan o se desconocen o se condenan. ¡Cómo nos cuesta dialogar desde lo religioso! ¿Hay una religión verdadera? ¿Cuál?

Dios, como nuestro Padre-Madre que es, pensó siempre en nosotros desde su Amor personal

La Fe cristiana bien vivida –dado que es Vida, más que religión, aunque se exprese en formas religiosas– no busca a Dios, sino que le acepta con sencilla y dócil humildad, como María, pues ha sido el Dios amoroso quien nos visitó y nos invitó a aceptarle en nuestra vida como a Padre-Madre Providente y Amoroso, Hijo Salvador y Espíritu Santificador, Comunión Trinitaria, a la que nos invita a unirnos con el derecho propio de ser sus hijos. Nos lo ha dicho de múltiples formas y desde el principio de nuestra historia. ¿Quién le acepta y hace caso? ¡Ése es nuestro problema!

El cristiano es la voz del mensajero que anuncia a la humanidad la Buena Noticia: Dios nos viene a salvar con su Paz; sí, la suya, feliz, fiel y eterna. Paz con mayúscula, la Paz de Dios, la que Él puso en el propio interior del hombre, la que Dios nos ofreció gozar desde que nos creó en el seno materno a cada uno personalmente. ¡Es por eso que todos deseamos ser felices! ¡¡Lo tenemos dentro!!

Dios cada día se nos acerca, en su Hijo amado, para salvarnos de lo que quita la vida y la alegría.

La propuesta divina de Vida Nueva nos fue comunicada no por un mensajero, oráculo o sueño o por iluminadas intuiciones y convicciones vitales de alguien. Sino por el Hijo, el mismo Hijo único de Dios. Sí, se hizo hombre y aprendió a vivir, desde su naturaleza humana, como hijo de Dios. Él vivió nuestra vida, hasta su donación-sacrificio definitivo, para nuestra definitiva liberación.

Por eso Él es el Señor del Universo, el modelo acabado de toda persona humana, de Él recibimos todos los beneficios de Gracia y Vida Eterna como parte vital de nuestra historia y cultura. Dios, Padre de todos sin excepción, nos llama a ser sus hijos, discípulos y misioneros: testigos de su Amor.

Navidad: Dios se hizo de nuestra naturaleza invitándonos a ser como Él: íntimos amigos y apóstoles

Pablo fue claro: “para mí vivir es Cristo” (Flp. 1, 21): sólo en Cristo tiene sentido mi vida.

Recibirle todos los días en mi vida, y en toda persona que nos rodea, es adelantar la eternidad, hacerla historia viva en el hoy de cada persona y cultura, pues la llenamos de la Vida, Paz y Alegría de Dios.

Jesús es Palabra viva de Dios, aprendamos cada día de María a estar atentos a la Presencia de Dios en nosotros y en todos los hermanos. Ella nos pide hacer con todos hoy lo que Él nos diga. Así haremos historia en el día a día el Amor de Dios: todos los días será Navidad en nuestros ambientes.

Pidamos a María que nos enseñe a vivir mejor cada día la Palabra para servir a los hermanos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

NATIVIDAD DEL SEÑOR
(Misa del día)

Dios está tan interesado en la vida y grandeza de la persona humana que se hizo uno de nosotros para salvarnos y enseñarnos a vivir alegres

Is. 52, 7-10:
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la Buena Noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: «Tu Dios reina» ¡Escucha!... ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén porque el Señor consuela a su pueblo! El Señor desnuda su brazo... y todos los confines de la tierra verán la Salvación de nuestro Dios.

Sal. 97: Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.

Hb. 1, 1-6:
En diversas ocasiones y de muchos modos, Dios antiguamente habló a nuestros padres por boca de los profetas; pero, ahora, en estos días,... nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo... constituido heredero de todo... imagen del mismo Dios. Él es el que purificó el mundo de sus pecados... superior a los ángeles... dijo Dios...: «“Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Y en otro lugar, “Yo seré para Él un padre, Él será para Mí un hijo”» «Que se postren ante Él todos los ángeles de Dios».

Jn. 1, 1-18: Al principio existía quien es la Palabra... La Palabra era Dios... En ella estaba la vida... era la Luz verdadera... Ella estaba en el mundo... y el mundo no la conoció... La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo único, que vive en el seno del Padre, nos lo ha revelado.





diciembre 24, 2013

Nochebuena 2013


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.


De muchos modos el Señor se ha dado –y se da– a conocer a lo largo de la historia para que reconozcamos su eterna Voluntad de Amor, Grandeza y Vida de felicidad eterna a vivir ya desde aquí.

Él nos pide serena valentía: su plan es de Salvación, pero es normal que a veces tengamos miedo.

Si recibimos la Voluntad de Dios con corazón abierto, nuestras tinieblas, poco a poco, se aclararán.

Dios no abandona jamás, pero es básico fiarse de Él. Convertirse pide tiempo y esfuerzo constante.

La fiesta de Navidad es la fiesta del cariño de Dios y de la confianza del hombre. Él se lo merece, pues nos lo da todo. No estamos ante promesas todavía vacías, sin garantía, sino ante realidades concretas, eficientes por la Fe. Éstas, en nuestra historia, son una oportunidad llena de Vida.

Dios se hace niño para que nuestro amor sea libre y sin temores. Nos pide que lo recibamos con su misma sincera sencillez. Si lo hacemos así, entraremos en el Reino de los Cielos, viviremos en su Paz, serenos animados por su Espíritu, y serán nuestras, día a día, su Alegría, su Vida y su Paz.

En las tinieblas llega el Salvador: nos da su Luz y su Vida; Vida Nueva para nosotros, ¡la de Dios!

¿Qué haremos con la oportunidad de Vida Nueva que Dios nos ofrece? Él es nuestra Luz, nuestra Paz, nuestro Consejero, ¡el Mesías!, ¡el Señor! Se nos pide una respuesta y esto, como cuando el ángel se lo planteó a los pastores anunciándoles el nacimiento del niño-Salvador, ¡nos sorprende!: ¡¿cómo puede ser El Salvador un pobre bebe envuelto en pañales en un establo para animales?!

Dios viene a nosotros en el hermano que está junto a mí, como Jesús en Belén. Nos toca decidir.

Los pastores escucharon, creyeron, fueron, vieron, compartieron, gozaron y glorificaron a Dios.

¿Qué actitud asumimos nosotros? No hacerlo es declarar que es demasiado riesgo y no vale la pena.

El Niño nacido en Belén nos pide dejar todo lo que nos distancia y aceptar ser apasionados del bien

Novedad sustancial: el Amor de Dios –eterna juventud– da Vida Nueva a todo: abre horizontes de Verdad, de Justicia y de Paz Interior, más allá de tratados. Su Luz nos aclara la vida. Nos pide a todos asumir la vida con tal plenitud y libertad que seamos capaces de entregarla por el bien de los que les rodean, aun cuando dar la vida traiga consigo, como de hecho sucede, esfuerzo y dolor.

Navidad, en la gran familia humana, es fiesta de vida y libertad. Es para todos de cualquier sexo, tiempo, lugar, situación social o económica y realidad cultural o religiosa. Fiesta de alegría eterna.

Jesús entrega su vida, sin restricciones, durante toda la historia y para el bien de todos

En cada Eucaristía y Reconciliación, en cada sacramento, Cristo es don de Vida Eterna.

La navidad es una fiesta que beneficia a toda la humanidad, aunque, sin duda, los cristianos tenemos la gran responsabilidad de manifestar la profundidad de su realidad y de sus alcances.

La navidad nos pide aprender a vivir y ofrecer, con la más dócil humildad, la presencia de Dios en la historia. Él no quiere imponerse, pero tampoco se esconde ni desea quedar en el anonimato.

La hemos preparado con la escucha de la Palabra, como María; abrámonos para que Jesús nazca en nuestra vida y en la de nuestra familia y ambiente. Que nadie quede afuera de nuestra atención.

Conocerlo, valorarlo y amarlo es un derecho de toda persona. Por esto es un grave deber de todos los cristianos. El testimonio de la propia vida –personal, familiar y social– beneficiará a todos.

María, es Maestra de acogida sincera y compromiso responsablemente solidario, y así, con nuestro testimonio y oportuno apoyo solidario, todos podrán conocer y recibir la Salvación de Dios.

Pidamos a María que nos ayude a vivir abiertos y siempre disponibles al Señor y a los hermanos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


NATIVIDAD DEL SEÑOR
(Misa de la noche)

El Señor, en la humilde pequeñez de un niño necesitado de todo, llega con la Salvación; solo nos pide recibirle con sincera y abierta docilidad

Is. 9, 1-6:
El pueblo que avanzaba entre tinieblas ha visto una gran luz... Tú has multiplicado la alegría... Porque el yugo que pesaba sobre él... lo has destrozado... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado... y se le ha dado por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”. Su soberanía será grande y habrá una paz sin fin... El celo del Señor... hará todo esto.

Sal. 95: ¡Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor!

Tt. 2, 11-14:
Se ha revelado el Amor de Dios que quiere salvar a todos los hombres y nos enseña que abandonemos la impiedad y los deseos mundanos para que vivamos en este mundo una vida de sobriedad, justicia y piedad mientras esperamos... que se manifieste la gloria de Jesucristo... Él se entregó por nosotros para rescatarnos... y hacernos su pueblo, apasionados por el bien.

Lc. 2, 1-14: Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre... unos pastores vigilaban por turno a sus rebaños... el ángel les dijo: «No teman porque les anuncio una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor...»... «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».








diciembre 15, 2013

«Estén siempre alegres»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 15 de diciembre.

Recordemos que hoy nos corresponde encender tres velas de nuestra Corona de Adviento rezando con la familia la siguiente oración:

En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia:
"¡El Señor llega!
Preparen sus caminos
porque ya se acerca.
Adornen sus almas
como una novia se engalana
el día de su boda"
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz.
Al encender estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, ven a salvarnos,
envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!

Tomado de El Pan del Alma


El domingo primero se nos invitaba a la atención y vigilancia; el pasado a la conversión y en este domingo se nos pide que nos dejemos invadir por la alegría del Señor llega con la Salvación, aunque suponga mucha paciencia, como nos dice Santiago, para seguir la tarea evangelizadora que nos permite construir, en nuestro desequilibrado mundo actual, la civilización del amor y la vida para que nadie sea excluido por comportamientos en los que no prima ni la vida, ni el respeto por los débiles y los pequeños.

Juan, el Bautista, está en la cárcel y todavía le siguen algunos de sus discípulos, pero éstos no saben cómo situarse frente a esta persona que ahora llama tanto la atención de todos, para bien o para criticarlo. Juan ya dijo quién era, pero ellos parece que no entendieron, salvo Juan y Andrés que siguieron de inmediato a Jesús. Por eso Juan les manda a preguntar al mismo Jesús, para que sea Él quien les ayude a entender; pero Jesús no les explica nada, solo les pide que abran los ojos y los oídos para ver las maravillas que surgen por todas partes y entender lo que escuchan a muchos narrar y admirar. No se trata de hacerse fama, sino de abrir la conciencia a los signos del Amor de Dios que actúa y salva ahora. Pero eso es algo que debe hacer personalmente cada uno.

El Papa nos pregunta, de muchos modos, cuáles son los signos de vida y amor que esparcimos a nuestro alrededor como Evangelio viviente, para que los que nos rodean, y están desorientados o equivocados, reconozcan la presencia del Salvador. La nueva evangelización no es una teoría o una forma de hablar o vivir, sino un espíritu que lo transforma todo, aunque se usen palabras similares y formas parecidas a las de antes. Volvemos a lo que se nos pidió antes: es necesario que nos convirtamos al Señor de la Vida para que fluya la alegría y ésta sea a puerta por la que, paciente y serenamente, muchos vuelvan, hoy en día, a captar y vivir como vida suya el Evangelio.

Dios llega a nosotros con su Salvación. El Bautista nos lleva a Jesús, ¿nosotros vemos y oímos? María, la mujer atenta a toda presencia de Dios, nos enseña a escuchar la Palabra, a vivirla y a llenar nuestra vida de su alegría, aun en las dificultades, para seguir adelante en nuestro caminar evangélico en medio de nuestros hermanos, aunque ahora no veamos muchos frutos.

Unidos en oración con María, la Madre atenta que nos llena de su alegría y paciente esperanza:

P. José Mª Domènech SDB


«Estén siempre alegres»
El fuego siempre calienta, ¡y hasta quema lo que se ponga en él!, pero si estamos lejos, seguimos con nuestro frío, y no por el fuego, sino por nuestra decisión de mantenernos alejados de él y su fuerza y calor.

La alegría es un don de Dios. Él nos la dio al crearnos con su Amor paterno. Pero, por ser nosotros seres libres, es un don que nosotros debemos cuidar y profundizar con una creciente intimidad con Él.

Algo similar al pacífico gozo que viven los enamorados cuando están juntos, aunque no se digan nada, pero que crece si se desarrolla entre ellos una cálida y respetuosa intimidad que les lleve a ser mejores. Así desea nuestro Padre Dios que sea nuestra relación con Él. Él se nos acerca siempre, ¿y nosotros?

Hoy el Señor, a través de su Palabra, nos pide vivir en la alegría de sabernos cuidados y amados por Dios: la alegría del que vive en paz, gozo estable y sin estridencias; ésta le lleva a vivir y proyectarse en la esperanza y superando todo momento de desazón, limitación, debilidad, dolor, injusticia o crisis.

Lo que nos propone el Señor viene apoyado en su Amor estable y todo-poderoso que no abandona a ninguno de sus hijos, aunque no pueda –porque no quiere magullar su libertad– obligarle a nada; la persona debe aceptar la propuesta con suficiente conocimiento de lo que se le ofrece y en real libertad interior.

Santiago nos pide que no perdamos la calma: lo que Dios nos asegura es infalible: ¡se realizará!

¡Ánimo, no teman! El Señor viene a salvarnos; toda nuestra realidad se transformará ante su presencia.

El profeta llama a la alegría a todos, sobre todo a los atrapados en el mal. No teman: el Señor viene.

Todos necesitamos ser liberados de tantas cadenas –sociales, familiares, personales– de tantos pecados –personales y sociales– de tantos males que nos hemos echado encima. Para eso viene el Señor.

No perdamos la calma: tengamos la confianza y creativa paciencia del que está seguro de lo que viene

La paciencia industriosa y serena del campesino es la mejor imagen para indicar el fruto de la Fe en el Señor que llega a salvarnos y, precisamente por eso, llena nuestra vida de gozosa esperanza.

Siempre habrá límites, seamos comprensivos y pacientes sin dejar jamás de hablar como los profetas.

Miremos la realidad: con la presencia del Señor vuelve la paz y la alegría brota en el que se le acerca

Juan está inquieto por sus discípulos: ¿serán capaces de percibir la presencia del Mesías? Por eso los envía. Jesús no impone, solo pide atención y ver las señales de su presencia salvadora. ¡Es mi decisión!

Jesús nos pide que no le atemos a nuestros criterios y tiempos, pues acabaremos escandalizados de Él.

Pidamos a María vivir, sin condiciones, en la alegría de la salvación que Jesús nos ofrece y ella vivió.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III

El Señor viene a salvarnos: Él sana y renueva la alegría de su Amor en nosotros; nos pide le recibamos sin condiciones para que gocemos siempre más

Is. 35, 1-6a.10:
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la espeta!... Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón... Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!... Él mismo viene a salvarlos.» Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor... los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

Sal. 1456-10: Señor, ven a salvarnos.

St. 5, 7-10:
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrados esperan el fruto precioso de la tierra... Tengan paciencia y anímense, porque la venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Mt. 11, 2-11: Juan Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que Uds. ven y oyen: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia se anuncia a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!» Mientras los enviado de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué fueron a ver en el desierto?... ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.»





noviembre 30, 2013

«El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de diciembre, primer domingo de Adviento.

Este domingo iniciamos, un año más, un camino de maduración de nuestra Fe en el esfuerzo de seguir sinceramente al Señor Jesús y hacerlo ‘el Señor’ –Rey decíamos la semana pasada– de nuestra vida diaria, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos: Él es el Señor al que hemos consagrado nuestra vida en el Bautismo y a quien ésta hace referencia.

Él viene a salvarnos. Somos nosotros quienes le recibimos, o no, en nuestra vida. ¿Qué haremos?

Leía hoy: “Cuentan que John F. Kennedy, Presidente Norteamericano, solía terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un famoso coronel Davenport, personaje de 1789, quien durante una jornada de trabajo de la Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una terrible tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Truenos y relámpagos; el fuerte viento golpeaba de tal modo la casa que hizo pensar a todos que había llegado el juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que se suspendiera la sesión, pues todo había quedado en completa penumbra. El coronel dijo: ‘Señores, el día del juicio final puede estar cerca o tardar todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué preocuparnos; la tempestad pasará y seguiremos tranquilos. Si el juicio final está ya muy cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por tanto, pido el favor de que traigan las velas necesarias para alumbrar el salón’. La sesión continuó.”

¿Cuándo llegará el Señor? La venida final no importa, pues sobre ella no tenemos dominio; pero el Señor sí llega hoy, como lo hizo ‘ayer’. ¿Seguiremos despistados, o cerrados, como los coetáneos de Noe y los del mismo Jesús? Preguntémonos –en la comparación de Jesús–: ¿dejaremos que el ladrón nos sorprenda y nos robe lo más valioso? ¿Qué es lo más preciado para nosotros? Pablo nos pide ser realistas y pensar cómo estamos viviendo. ¿Qué aportamos, como cristianos, a nuestro mundo? ¿Le damos –como pide el Papa en su última carta “La alegría del Evangelio”– la alegría y paz de creer, de vivir como Jesús, de alimentarnos de Él? ¿Se lo damos a los que más amamos? Si no les damos eso ¿qué les damos que los llene de algo más que lo que nuestra cultura ya les da?

Dios siempre está con nosotros. Él es el Salvador, viene con su Alegría y Paz para todos y para siempre. Él desea que vivamos felices en su Vida, más allá de las dificultades. Éste es el Evangelio que nos pide anunciar con nuestra vida, sobre todo a los más cercanos, a los que amamos. María nos quiere ayudar, pero no puede hacer lo que nos toca hacer a nosotros: abrirnos al Señor hoy.

Unidos en oración con María, la Madre del Salvador que llega a liberarnos de nuestras cadenas:

P. José Mª Domènech SDB

«El Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada»

Comenzamos un nuevo año litúrgico en él celebraremos-profundizaremos, como discípulos del Señor Jesús, nuestra Fe. Abramos el corazón a los maravillosos dones que el Señor nos regalará sin ningún límite; ¡no los pongamos, nosotros! El Señor nos ama, respondamos del mismo modo.

¿Quién no desea la paz y la unidad? ¿Quién no reconoce que nuestro mundo necesita una fuerte dosis de solidaridad verdadera y concreta? ¿Cuántas promesas y ‘diálogos’ para arreglar problemas se ven entorpecidos por la degradación, fruto de malas intenciones y de los planes no declarados y así se llega a compromisos y promesas que no tienen futuro, pues no tienen ninguna base en la honestidad de quienes las hacen? ¡Cuántos desalientos y decepciones surgen en nuestra vida social y política!

El Señor quiere ayudarnos a construir nuestro mundo con la dignidad que Él mismo nos dio al crearnos; desde siempre lo hace con quienes le son dóciles; pero ¡cuántos no desean que Dios se meta en nada y siembran muerte destruyendo instituciones básicas de la sociedad y la naturaleza.

¿Consecuencias? Esclavitud solapada, muerte, destrucción de tantos bienes... ¡Y todo lo pagan los más débiles!

El Señor está siempre cerca y siempre con nosotros. ¿Qué atención le prestamos? Prepararse a su continua llegada supone apertura, escucha atenta y disponibilidad a la obediencia.

Los poderosos de este mundo se someten a sus dioses: el poder, el dominio, la riqueza, la opulencia, el placer, la autocomplacencia, la fama, el éxito; ¡a ellos dan su vida y el mundo en el que están con nosotros... ¡Sabemos todos qué hacen siempre estos engañosos dioses! ¿A quién confiamos nuestra vida?

El Señor llega cada ‘hoy’ a restaurar la dignidad de la persona y su mundo, ¡no nos desalentemos!

Las injusticias desalientan pues aplastan al pueblo y destruyen las mejores instituciones del hombre.

Hay una realidad que se nos impone: los esfuerzos humanos sin Dios acaban en dolida decepción.

El profeta ve la realización de los mejores ideales humanos en la plenitud de los tiempos, con la dócil aceptación de la presencia providente y salvadora de Dios en el Mesías que nos salva y libera.

Nos toca a nosotros, creyentes, abrirnos al Señor y mostrar sus obras en el ahora de nuestra vida.

Al cristiano le es indispensable vivir con dignidad obedeciendo lo que Cristo le pide y ofrece cada día

San Pablo nos pide atención a la realidad en la que vivimos, sin engaños, sin creer ilusiones: Dios ofrece la verdad y el bien a todos, pero somos nosotros quienes decidimos construir o destruir nuestro mundo: ¡Él nos lo encomendó Somos responsables de cada actitud! Nos pide vida digna del Señor.

Si aprendemos a vivir libres de toda autocomplacencia superaremos toda amenaza de fracaso real.

Dios no impone nada, pero su propuesta llena de Vida: nos definimos ahora, con nuestras actitudes

Jesús vino y viene cada día con la Salvación en cada hermano, en la Iglesia, en su Palabra, en los Sacramentos, en la propia conciencia ¿qué hacemos con Él? ¿Lo tomamos en serio? Nosotros nos llamamos ‘cristianos’ pero ¿qué dice la vida?... las palabras son solo eso: ¿Le escuchamos y seguimos?

Pidamos a María estar siempre atentos y obedientes a Cristo-Salvador que llega hoy a nuestra vida.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I

El Señor llega con la Verdad y la Justicia, que son bases de la Paz. Estemos atentos a su llegada y vivamos dispuestos a una sincera obediencia

Is. 2, 1-5:
...Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la casa del Señor será afianzada y se elevará sobre la cumbre de las montañas... Todas las naciones afluirán hacia ella... y... dirán: «¡Vengan, subamos... a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas» Porque de Sión saldrá... la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones... No levantará la espada una nación contra otra... para la guerra. ¡Ven... y caminemos a la luz del Señor.

Salmo 121 1-2.4-9: Vamos con alegría a la casa del Señor.

Rm. 13, 13-14a:
Ustedes saben en qué tiempos vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la Salvación ya está más cerca de nosotros... se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz... procedamos dignamente: basta de excesos... y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.

Mt. 24, 37-44: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé... no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos... Están prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá el Señor. ...si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría... Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.









noviembre 29, 2013

Novena de María Inmaculada: cartitas!

Hoy empezamos la Novena a nuestra Madre Inmaculada, con una linda noticia! Las FMA Perú han publicado en su fan page de facebook la que parece ser la primera de varias "cartitas":

«¡Ave María!
El Ángel me hizo este saludo cuando me anunció que sería la Madre de mi Señor. Cada día tú también recibes muchos anuncios de Dios. ¿Los sabes escuchar?
Te invito a a hacer un momento de silencio para escuchar la voz de Dios. Repite frecuentemente "¡Ave María!"»


Pueden leer la cartita de hoy y de los siguientes días en el siguiente link:
FMA Perú - Hijas de María Auxiliadora

Feliz Novena!

noviembre 17, 2013

«Tengan cuidado, no se dejen engañar»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 17 de noviembre.

Vivir en la Voluntad de Dios, es lo único que nos salva del caos que se vive en muchos lados, fruto del desconcierto que invade a nuestra cultura. Todas las fuerzas del mal parecen intentar hacerse dueñas de ella y se va esparciendo en el mundo intelectual y social lo que pretende ser el imperio de la superficialidad de pensamiento y, más todavía, de vida personal íntima, con los signos del individualismo y del hedonismo que llevan a la muerte de toda vida y amor auténtico y esforzado.

¡Cómo será feliz una persona que cree que atándose a las cosas y a los gustos personales será libre y vivirá en paz, cuando las cosas son perpetua precariedad, al igual que los gustos personales! Lo estable está en el íntimo de la persona y solo en ella, pues es allí donde vive, como en su casa, el mismo Dios de la Vida y del Amor eterno, aunque no se le tome en cuenta. ¡Su Amor puede más!

Dios viene a salvarnos a todos los que trabajamos en este mundo con esfuerzo diario para ser cada día más fieles al servicio de la persona, cada persona, pero, sobre todo, a la que más necesita del verdadero servicio a la vida y a la dignidad personal en la verdad y el bien. Este servicio es el que nos permite mostrar el Amor de Dios y glorificar su Nombre aceptando que sea Él el que gobierne nuestra vida y lo que ésta construya, en medio de lo que sea y con todo el esfuerzo que se requiera.

Esta fidelidad al Señor y a la persona, son garantía de que el camino que vivimos nos lleva a gozar de la gloria de Dios ya aquí, aun en la persecución, que parece se va acentuando en muchas partes de nuestra sociedad y cultura occidental. Ésta ha dado la espalda a la Fe que la formó y ahora está pagando las consecuencias de su religiosidad superficial, que se contenta con palabras, pero que necesita reconstruir toda su interioridad en Cristo o dejará hasta aparentemente cristiana. Es la pura verdad: o somos y vivimos como Cristo o no somos cristianos en absoluto, por muchos sacramentos que hayamos recibido... Jesús lo dice muy claro: “No quedará piedra sobre piedra”.

Pero eso pasará, sin duda alguna, a los que se contentan con ‘cumplir’, pero no se convierten cada día; para los demás, dice el profeta, el Día del Señor es sol radiante que trae Vida en sus rayos. Dios cuida a sus siervos y ni un solo cabello se perderá... Nada; ningún dolor y trabajo será inútil.

Dios está con nosotros cada día; nos acompaña con el eterno e infinito deseo de que nuestra vida se comprometa a una renovada y profundizada conversión de fidelidad a su Amor. Él sabe muy bien que el resultado es de Vida Nueva no solo para nosotros, sino para todos los que nos rodean.

Unidos en oración con María, la Madre fiel y trabajadora incansable en el Reino de Dios:

P. José Mª Domènech SDB

«Tengan cuidado, no se dejen engañar»

El domingo pasado la Palabra de Dios nos hablaba del ‘más allá’; este domingo, nos habla del ‘más acá’: ambos vitales para el desarrollo de la persona: uno nos lleva a la esperanza y el otro al realismo.

Son muchos los sueños y luchas que éstos despiertan. Una pregunta que surge es ¿vale la pena?

Pues las injusticias se renuevan constantemente: es una lucha sin fin, generación a generación y no solo con los que llamamos ‘malos’, sino también en los que nos creemos buenos o creyentes o en el camino de la Fe. Esto hace vacilar a muchos y alejarse, dicen que de la religión, pero, de hecho, desechan muchos dones que el Señor les ofrece, por no encontrar lo que ellos buscan o como lo desean.

Ésta es una persecución callada y dolorosa –como todas– para los que tratan de ser cada día más fieles al Señor, encontrado o no –en su Comunidad o fuera de ella– las cosas como deberían ser.

El profeta nos anima a seguir manteniéndonos fieles: el Día del Señor será justicia y felicidad para los fieles. Esto supone un trabajo constante para que la justicia de Dios llegue a todos, la acepten o no. Lo demás, todo lo que no esté en esta dimensión de cosas, es pasajero, por brillante que sea.

Tendamos al Señor, siempre, solo a Él: Él está en su Comunidad. No busquemos nuestras ideas, ni nuestros caminos, ni nuestros gustos, ni grandeza alguna, real tentación del enemigo de la Vida.

El profeta no busca amenazar y atacar, sino prevenir y alertar a los malos y animar a los buenos

Hace cincuenta años que el pueblo regresó del destierro y la relajación e infidelidad crecen día a día. Cuesta mantener la Fe. Ahí el profeta lanza su grito de esperanza: el Señor llega con su justicia.

Los que viven la Voluntad del Señor, gozarán de su gloria y felicidad, los demás serán consumidos.

Pablo nos anima a no cruzarnos de brazos: si el Señor viene, debemos comprometernos en su obra

Si Cristo trabajó para instaurar el Reino de Dios, igual nosotros: el trabajo es responsabilidad de todo creyente en Cristo, así asume en su vida el valor histórico-salvífico de la entrega del Señor.

Al creyente le es ineludible el compromiso social. No trabajar por el bien del hermano y el desarrollo de la Comunidad es como estar ‘muerto’ en vida y no tiene sentido ‘alimentar’ a un muerto.

Lo valioso de la vida está en la fidelidad a la Salvación del Señor y no en nuestras obras: todo pasa

Toda obra humana es transitoria, hasta las que consideramos más sagradas o de las que estamos más orgullosos. Toda nuestra vida es caminar hacia la etapa eterna de la misma, la vida en Dios.

La fidelidad al Señor es lo único que da sentido permanente a la vida, aunque ésta sea perseguida y atacada: Dios es fiel, por eso necesitamos mantenernos unidos sólo a Él en la Comunidad.

Aunque todo caiga, Dios mantiene firme su Amor hacia nosotros y nos cuida maternalmente.

Pidamos a María trabajar por el Reino como el Señor y cuidarnos de todo lo que nos separe de Él.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIII

El futuro de la persona humana está asegurado de parte de Dios, pero ¿cómo debe vivir ella mientras avanza en esta segunda etapa de su vida?

Mal. 3, 19-20a:
Llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y todos los que hacen el mal perecerán como paja; el día que llega los consumirá, dice el Señor..., hasta no dejar ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el Sol de justicia, que trae la Salud en sus rayos.

Sal. 975-6.8-9: El Señor viene a gobernar los pueblos.

2Ts. 3, 6-12:
Les ordenamos, en nombre del Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa... ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. ...trabajábamos duramente... hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes.... En aquella ocasión, les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar que no coma. ...nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente... entrometiéndose en todo. A éstos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.

Lc. 21, 5-19: Como algunos... decían [del templo] que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «...todo será destruido.» Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿...cuál es la señal de que va a suceder?» Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre, diciendo: “Soy yo” y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin.» Después les dijo: «Se levantará nación contra nación... Habrá grandes terremotos, peste y hambre... y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo esto, los detendrán, los perseguirán...serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre; y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de Mí. ...no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados por sus propios padres y hermanos... y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»



noviembre 02, 2013

«Hoy ha llegado la Salvación a esta casa»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 3 de noviembre.

¡Qué maravilloso y consolador es saber que Dios ama la vida y todo lo que existe, sobre todo a la persona humana y por eso es indulgente con ella, puesto que conoce bien su debilidad, la natural y la adquirida por su propia imprudencia desobediente! No juzga, aunque Él es el permanente criterio de juicio para ver si nuestra vida va bien o mal; jamás condena, aunque lo hagan nuestros errores voluntarios; nos da su Espíritu para que sea núcleo de Amor en nuestra vida, aunque, a veces, no lo tomemos en cuenta; y, por fin, se hizo uno de nosotros para enseñarnos y animarnos a caminar en su grandeza y felicidad... ¿Qué más podemos pedir? ¿Qué nos falta para ser como Dios, es decir, para ser lo que estamos –por naturaleza creada– llamados a ser? Dios no se hizo hombre por deporte, sino porque nos era indispensable que lo hiciera, si no, toda la creación sería un gran fracaso: ¡Dios es siempre fiel a sus planes de Vida y Felicidad, aunque no lo entendamos!

Es justo, y saludable –es decir, nos hace bien hacerlo– bendecir al Señor siempre y sin descanso, pero con la vida, no solo con las palabras, pues éstas, si no están avaladas por la vida se convierten en una ‘falsedad objetiva’ que nos acusa todos los días... por eso el Apóstol, en su primera carta a los corintios, hablando de la mala celebración de la Eucaristía, dice, con dolida claridad: “Quien come y bebe sin reconocer el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1Cor. 11, 29).

En la vida cristiana –como en la verdadera vida humana– lo real es la verdad interior, lo que se muestra fuera del ‘corazón’ o nace de su interior así o es mentira viva que condena al que la vive.

Por eso Pablo nos pide no ir tras cosas llamativas, sino cultivar el interior en el que vive el Señor y nos llama cada día a más, apoyándonos con todos sus dones: a eso Pablo lo llama “ser dignos” de su llamado. Es la actitud viva de Zaqueo, quien, ante la visita del Señor a su casa –al que recibe sinceramente– se pone a disposición de la Misericordia de Dios que le visita y opta por dejar todo lo que lo separe de Él, es decir, el egoísmo que lo lleva a las injusticias y malos tratos a los demás.

Dios nos bendice. Él nos ama. Abrámonos cada día más a su Misericordia: con Él nada se pierde.

Unidos en oración con María, la Madre de la Misericordia y del Amor Providente, Dios:
P. José Mª Domènech SDB

«Hoy ha llegado la Salvación a esta casa»

¿Cómo hacernos dignos de la Misericordia de Dios? ¡Imposible, pues ésta es un don nacido de la misma naturaleza de Dios! Lo que sí nos debemos preguntar seriamente es ¿cómo colaborar para que se haga real y fecunda la Misericordia de Dios en nosotros? Es lo que Pablo pide para nosotros.

La Misericordia de Dios es fruto de la inmensa grandeza de su poder, que es Amor eterno.

Nosotros somos sus beneficiarios, pero también responsables de ella en nuestra vida: se nos da gratis, sí, pero nos pide fecundidad. En esta fidelidad fecunda podemos entender lo que Pablo dice sobre “los haga dignos de su llamado” a la vida, por su Misericordia y por su deseo de que nuestra vida sea grande como la suya. Lo único importante es hacer fecunda en nosotros la Gracia de Dios.

Nos toca a nosotros el esfuerzo y a Dios su Gracia Providente. Él no falla jamás: ahí tenemos su Palabra, su Hijo encarnado, su Espíritu, la Comunidad, los Sacramentos... y nosotros, ¿qué?

Evitamos a “los malos elementos”, y es ‘prudente’, pero ¿imitamos a Jesús tratando de ayudarles a superar su situación –cuidándonos en Cristo– para no acabar atados al error? Eso es lo cristiano.

Dios vive inclinado a nuestra miseria con toda la Misericordia de su Amor. ¡Acerquémonos confiados, pues el Señor vino a salvar lo que estaba perdido, es decir, a nosotros, sus hijos amados!

Zaqueo aprovecha la llegada de Jesús en su vida: ¡Reacciona comprometiendo toda su persona!

También hoy Jesús nos dice a cada uno: “Baja rápido, porque tengo que ‘alojarme’ en tu vida”

¿Qué nos impide recibir a Jesús en nuestro mundo? ¿Qué intereses nos separan del Amor de Dios?

Dios ama la vida que ha creado –sobre todo al ser humano– y lo cuida como la niña de sus ojos

El verdadero poder de Dios se ve en su Misericordia que busca salvar al ofensor pobre y débil.

Dios ama a toda persona creada por Él y, en su pedagogía, no destruye al que le abandona o se le opone, sino que le hace ‘gustar’ las consecuencias de su pecado para que se arrepienta y vuelva.

Dios nos llama para vivir en su grandeza, pero no puede obligarnos, es necesario que nos fiemos

Alabamos al Señor por su Amor, que nos cuida maternalmente, pero con paterna firmeza.

Para Pablo es vital que nuestra fidelidad al Señor se apoye no en nosotros mismos, en nuestras expectativas o en profecías llamativas, sino en la vocación a la Vida y al Amor con la que el Señor nos ha llamado. No nos dejemos engañar: Dios nos cuida; ¡seamos dóciles! Eso es lo importante.

En Cristo, Dios nos invita a dejarnos salvar: aceptémoslo en nuestra vida y convirtiéndonos a Él

Zaqueo no era una persona ‘digna de aprecio’: su profesión –comprometida con el dominador– facilitaba la prepotencia y abuso; pero se abrió al paso de Dios por su vida. No perdió la oportunidad.

También nosotros somos llamados como Zaqueo, aunque no nos creamos tan ‘malos’ como él.

¿Nos sentimos llamados por Jesús, que desea entrar en nuestra vida, para ofrecernos la Salvación?

Sería trágico que Jesús pase hoy día por nuestra vida y nosotros no estemos atentos su llamado: ¡moriríamos pequeños y solos, después de haber tenido la misma Salvación de Dios en el interior!

Pidamos a María secundar ahora la vocación a la Vida Nueva y feliz a la que nos llama Jesús.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXI

Dios es Misericordia y nos da su Salvación en Cristo; ésta llega a nuestra vida cuando le aceptamos en nuestra vida haciendo lo que nos pide

Sab. 11, 22-12, 2:
Señor, el mundo estero es, delante de Ti,... como un grano de polvo... Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho... ¿Cómo podría subsistir una cosa si Tú no quisieras?... Pero Tú eres indulgente..., Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Por eso reprendes poco a poco a los que caen... recordándoles sus pecados para que se aparten del mal y crean en Ti, Señor.

Sal. 1441-2.8-11.13c-14: Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar

2Ts. 1, 11-2, 2:
Rogamos constantemente por Uds., a fin de que Dios los haga dignos de su llamado y lleve a término en Uds., con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la Fe... Acerca de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen...

Lc. 19, 1-10: Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad... un hombre muy rico, llamado Zaqueo,... quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro... Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban...: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente: «Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la Salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»




octubre 26, 2013

«El que se eleva, será humillado, y el que se humilla, será elevado»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 27 de octubre.

Pablo se da cuenta del final de su vida y –como toda ella ha sido– está dispuesto a ser ‘sacrificio agradable’ a Dios ‘derramando’ su vida en honor al Padre que le Ama desde toda la eternidad; del Hijo, que se entregó a sí mismo para salvarlo; y del Espíritu Santo, que lo ha guiado en fidelidad constante hasta este momento final de su vida en el que va a dar el supremo testimonio de su amor fiel a Jesucristo. Solo un espíritu humilde y consciente de su propia realidad, llena de posibilidades y límites, puede llegar, con esta paz y decisión, a este final que algunos llamarán ‘trágico’.

Es lo que la primera lectura nos sugiere a cada uno de nosotros: ofrecer sacrificios agradables a Dios para ser aceptados y transformar nuestra vida en gloria de Dios y salvación propia y para los demás, superando todos los problemas que la realidad, sin fin, nos va planteando sin pedirnos permiso ni preguntarnos el parecer. El Apóstol se lo pide a Timoteo y a todos nosotros y nos anima a confiar en el Señor, pues Él es fiel sin condiciones... ¡Bien lo sabe él, que ha experimentado y goza de esta fidelidad de Dios! Jesús, en el evangelio, nos hace notar que para ser aceptados por Dios solo necesitamos vivir una condición sustancial: abrirnos y abandonarnos, con humilde confianza, a Él... pues nos conoce muy bien y –al amarnos con locura, como nos ama desde toda la eternidad– hará todo lo necesario para que la grandeza de nuestra salvación se haga patente a todos. El salmo lo confiesa con nitidez histórica: ¡cuando el pobre invoca al Señor –como pobre lleno de humildad y confianza en su Dios y Salvador–, Él lo escucha! Con nosotros no será diferente si nos ponemos, como Pablo y los verdaderos pobres en el Señor, al amparo del Señor para hacer siempre su Voluntad, pase lo que pase.

Dios bendice. Él nos escucha; confiemos cada día más en su Misericordia: con Él nada se pierde.
Unidos en oración con María, la Madre de la Misericordia y del Amor Providente, Dios:

P. José Mª Domènech SDB

«El que se eleva, será humillado, y el que se humilla, será elevado»

La Palabra hoy nos presenta, por un lado, la confiada humildad del que reconoce su pequeñez y la necesidad de auxilio, como en la primera lectura y en segunda donde Pablo solo se apoya en el Señor, su salvador; y, por otro, la altanera soberbia del que alardea de lo bueno hecho y desprecia.

¿Cuántos de nosotros reconocemos nuestros concretos pecados contra Dios y contra los hombres? ¿Cuántos aceptamos necesitar el perdón y la Misericordia de Dios? Dios –que es realmente Padre-Madre– y está siempre atento a nuestras reales necesidades, pero ¿y nosotros cómo estamos?

La humildad del que cree en la Misericordia de Dios, es la virtud por la que somos capaces –sin perder la paz interior– de afrontar todas las dificultades, personales o ajenas, internas o externas.

Siempre debemos dar gracias a Dios, pero por su Bondad con nosotros, no por la nuestra hacia Él o –peor todavía– como la suya. Agradezcamos su Misericordia ante nuestra miseria y no nos ufanamos por no ser pecadores como los demás. Éste fue el grave error del fariseo: alardear de su ‘bondad’ –y no reconocerla como don de Dios– y compararse con su hermano más débil, despreciándolo.

¿Quién criticará que alguien sea fiel a las normas? Nadie, pero lo que vale en esta conducta es la actitud que sustenta esta voluntad de fidelidad: ¿es por amor real a quien nos pide algo o es necesidad de sentirse perfecto y seguro por la propia ‘bondad’? Todos somos débiles, solo Dios salva.

El justo jamás desprecia a nadie, ya que el único que nos justifica es Dios y lo hace por pura misericordia; pues nosotros somos pecadores y, cuanto ‘mejores’ nos creemos, más pecadores somos. De modo que, lo que nos conviene es un poco de realismo, objetividad y honesta humildad.

Jesús confía en nosotros, porque nos ama; pero, para nosotros, es vital confiar solo en Él.

Dios siempre escucha nuestras verdaderas y honestas oraciones pidiendo ayuda: es Padre-Madre.

¿Qué es lo importante para Dios? Nuestra obediencia a su Voluntad y nuestra caridad concreta: ambas unidas para el bien de los hermanos que necesitan nuestra comprensión y apoyo.

Éste es el sacrificio que Dios tiene en cuenta; lo demás no vale nada, pues son fórmulas vacías.

Aunque todo parezca perdido, Dios jamás abandona a ninguno de sus hijos y menos en problemas

Pablo, el Apóstol, hace balance de su vida. Se da cuenta que su martirio está muy cerca y confía en el Señor de la Vida, a quien entrega plenamente la suya, sabiendo que no será decepcionado.

Cuando todos lo habían abandonado, fue el Señor, el único incondicionalmente fiel, quien le acompañó y ayudó; así pudo dar un firme y claro testimonio del Evangelio ante todos los paganos.

Dios garantiza su misericordia no por pecar, sino por la humildad, la confianza y la conversión

Portarse bien es bueno, pero reconociendo que todo es don del Amor de Dios, no mérito propio.

El pecado es malo, pero es peor esconderlo y no arrepentirse. Lo mejor –lo único que nos lleva a la Salvación del Amor de Dios– es creer en la Bondad de Dios y pedir su perdón y Misericordia.

Jesús nos señala que es malo creerse justo y juzgar a los demás por sus errores, despreciándolos.

La humildad abre al pecador a la misericordia de Dios, facilitando su camino a la real conversión.

Pidamos a María, la humilde sierva, vivir humildes y en conversión, seguros del Amor de Dios.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXX

Lo que nos atrae la Bondad de Dios es la humildad de reconocer nuestra pequeñez y necesidad de su misericordia. Lo demás nos aleja de Dios

Eclo. 35, 14.16-18:
El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial... y escucha al oprimido... El que rinde el culto que agrada al Señor es aceptado... La súplica del humilde atraviesa las nubes y...: no desiste hasta que el Altísimo interviene para juzgar a los justos y hacerles justicia.

Sal. 332-3.17-19.23: El pobre invocó al Señor y Él lo escuchó

2Tm. 4, 6-8.16-18:
Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la Fe. Ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor... me dará en su Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa,... todos me abandonaron... Pero el Señor estuvo a mi lado... para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio... El Señor me librará de todo mal... hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria...! Amén.

Lc. 18, 9-14: Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo para orar. Uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres... ni tampoco como ese publicano...” En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba, si siquiera, a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” Les aseguro que éste último volvió justificado a su casa, pero no el primero. Porque todo el que se eleva, será humillado, y el que se humilla, será elevado.»





octubre 19, 2013

"Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor"

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 20 de octubre.

Quien cree de verdad en el Señor de la vida, no cede ante las dificultades y camina en su presencia más allá de lo que le parezca valioso o no a él, le guste o no, le consuele o no, le favorezca o no, según sus personales criterios, con tal de que el Señor se lo presente valioso en orden al Reino y al bien que le ha pedido hacer o al mensaje que le ha confiado proclamar a sus hermanos, es decir, de acuerdo a su Voluntad de Vida y Paz. Por eso es tan importante para nosotros crecer en la Fe, y pedirle al Señor que nos aumente la Fe sin cesar, precisamente para poder hacer su Voluntad, pase lo que pase; pues estamos en un mundo demasiado lleno de promesas y teorías, que, casi siempre, a la larga, nos dejan vacíos y con el sabor de que nos hemos engañado al creerlas.

Orar es caminar en esta actitud y vivir siempre en la presencia del Señor, “alzadas las manos hacia Él” como Moisés y buscando en todo lo que Él desea. Para eso deberemos sin fin pedir, pero vivir en Él siempre y como Él nos indique, aunque duela o cueste más de lo que nos gustaría. Pediremos lo que creemos necesitar y con ahínco, pero agradeciendo lo que nos dé. ¡Es lo mejor!

La fidelidad es el elemento más importante de la vida cristiana, pero fidelidad a Dios y a las Comunidades a las que Él nos integra, aunque hayan muchas explicaciones humanas –y muy razonables y racionales– que nos muestran que han sido las circunstancias las que han generado que lleguemos a estar ahí y no en otro lado, pero tengamos en cuanta, que, aunque esto fuera cierto, Dios sigue esperando que ahí “hagamos su Voluntad así en la tierra como en el cielo”.

Dios hará justicia siempre, pues a Él sí le interesamos y le interesa cada una de las personas que nos rodean, le conozcan o no, le amen o no, le sirvan o no, le acepten o no. Él no juzga jamás, solo ama ¡y basta!: ésa es su Naturaleza, nos dice san Juan en su primera carta, y ese Amor le hace sumamente industrioso; a veces nos pedirá a nosotros algún servicio o que le ofrezcamos algún momento de dolor que la realidad o la naturaleza –por culpa nuestra o de otro o de nadie– nos ha echado encima. No reusemos jamás poner nuestra vida y todas sus circunstancias, aunque sean fruto de algún pecado nuestro o ajeno, en el corazón de Dios, pues Él tiene la capacidad de transformar todo lo que se le ofrece de verdad, en gracia de Salvación para el que la necesita y la ansía, aunque él, reflejamente no lo acepte y hasta crea rechazarlo... ¡No olvidemos que Dios nos conoce perfectamente por dentro a todos, a Todos, absolutamente A TODOS: somos sus hijos!

Dios nos bendice y nos ayuda; que cada día nos fiemos más de su Amor Providente.

Unidos en oración con María, la Madre de oración perseverante y Fe inquebrantablemente fiel:

P. José Mª Domènech SDB

"Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor"

¿Cuál es el cuestionamiento al que desea Dios que afrontemos? Es como si Dios nos dijera: ‘¿Ustedes creen en mí lo suficiente como para fiarse de Mí? De eso depende la vida, justicia y paz en la tierra’

Solo la Fe permite una seria fidelidad, es decir, una que mantenga la perseverancia en la oración y las buenas obras, fruto de una intimidad atenta con Dios y al servicio del bien de los hombres, sobre todo de los que necesitan el don de la vida y de la libertad en la verdad del Amor de Dios.

La confirmación ratifica la voluntad bautismal de vivir en Cristo y como Cristo en medio de las dinámicas de la vida con sus beneficios e injusticias; propuestas enaltecedoras y ofertas degradantes; aperturas ilusionadas y concretas a la paz y a la vida y tentaciones de muerte y destrucción.

La verdadera oración no es negociación con el Todopoderoso para que haga lo que le proponemos, sino diálogo, en confiada y cariñosa intimidad amorosa, con el Padre-Madre Dios que nos guía y cuida para que lleguemos a su grandeza, para la cual Él nos creó a cada uno de nosotros.

El fin más importante de la oración es esforzarse por comprender y vivir la Voluntad de Dios, que es, con mucho, lo más valioso y seguro para nosotros y para toda la Humanidad. No tiene nada que ver con la magia, el conjuro o la presión para lograr algo de una divinidad a nuestra medida.

La oración cristiana y la Fe van inseparablemente unidas: a mayor Fe, mejor oración. La primera y más constante oración debería ser: “Auméntanos la Fe” y la segunda, “¡Hágase tu Voluntad!”, pues todo lo demás vendrá por añadidura, ya que Dios es Padre personal de cada uno de nosotros.

Jesús nos invita a no cansarnos en nuestra oración y buenas obras de conversión y servicio: ¡jamás bajar los brazos por duro y difícil que parezca lo que ansiamos o pedimos!

Perseverar en la oración confiada y en el esfuerzo por superar las dificultades, eso es creer

Es necesario enfrentar los momentos difíciles, pero sin descuidar la oración.

Para vencer todo mal, la oración en la Fe debe ser perseverante, pues eso nos abre a la verdad del Amor de Dios y, en ella, a la libertad de su Amor y, con este Amor llega, sin duda, la Victoria.

La Palabra de Dios escuchada con perseverancia, nos educa en la Fe y en la fidelidad para el bien

Lo substancial de la vida cristiana es la Fidelidad al Señor, que vive y se alimenta de la Fe en Él.

La mejor ayuda para afianzar la Fe en todo momento es meditar cada día la Palabra de Dios.

Ella nos prepara, guía y educa para todo servicio real que busque el bien-salvación de los hermanos.

La justicia de Dios, nacida de su Amor eterno e incondicional, es más eficaz que toda injusticia

Entre los judíos, el juez lo era todo y la viuda, nada, dependía de la buena voluntad de los demás.

Con la perseverancia en su fe y la súplica insistente, la viuda logra lo que creía que era justo.

Jesús nos invita a orar sin desalentarnos, pues Dios atiende al que ora con perseverancia.

Pero actuar así exige una Fe en renovación constante; Fe que sabe confiar en quien nos ama sin condiciones y busca siempre y solo lo mejor para cada uno de nosotros, sus hijos amados.

Pidamos a María nunca ‘bajar los brazos’ en la oración y hacer de la Palabra nuestro alimento.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIX

La fidelidad a la Fe verdadera nos permite superar todas las batallas de la vida y conseguir del Señor todo lo que verdaderamente necesitamos.

Ex. 17, 8-13:
Los amalecitas atacaron a Israel... Moisés dijo a Josué: «Elige a alguno de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte teniendo en mi mano el bastón de Dios.» Josué... fue a combatir... Entre tanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel, pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec... Moisés [que tenía los brazos muy cansados] se sentó... mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado... De esa manera, Josué derrotó a Amalec y sus tropas a filo de espada.

Sal. 1201-8: Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor.

2Tm. 3, 14-4, 2:
Querido hijo: permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido... las Sagradas Escrituras... pueden darte al Sabiduría que conduce a la Salvación, mediante la Fe en Cristo Jesús... a fin de que el hombre sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien. Yo te conjunto delante de Dios y de Cristo Jesús... proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión y sin ella, arguye, reprende, exhorta con paciencia incansable y con afán de enseñar.

Lc. 18, 1-8: Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar sin desanimarse: «En una ciudad que no temía a Dios ni le importaban los hombres; en la misma ciudad había una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario.” Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después se dijo: “...como esta viuda me molesta, le haré justicia...”.» Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le claman día y noche...? Les aseguro que... les hará justicia. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará Fe sobre la tierra?»



septiembre 21, 2013

«No se puede servir a Dios y al dinero»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 22 de setiembre.

¿Es malo tener dinero y buscarlo? ¿Es perversa la riqueza o el poder? Lo malo es la codicia, la avaricia, el egoísmo y toda esclavitud o idolatría.

Jesús nos pone en guardia contra todo esto, pero también nos pone en guardia para que nos fijemos bien en qué es lo que realmente para nosotros es de verdad importante, aunque no sea el poder o el dinero directamente. Él nos hace notar que si lo más importante para nosotros no es Dios y su Amor, estamos perdidos, porque, si a alguien nos tenemos que “ganar”, no es a quien será ‘engullido’ por la muerte y deberá dar cuenta de su vida, sino precisamente al que es Señor de la vida y juez de vivos y muertos, es decir, criterio de vida exitosa para todos y cada persona, sea o no creyente, pues toda persona no solo ha sido creada por Dios, sino que ha sido creada para ser como Él: “a su imagen y semejanza” (Gn. 1, 26-27). El administrador deshonesto no es felicitado por serlo, pues precisamente por eso pierde su puesto de trabajo, sino porque sabe asegurarse su futuro. ¿Sabemos nosotros cuál es nuestro futuro verdadero? ¿Nos lo aseguramos? En realidad, la vida concreta diaria ¿qué nos muestra sobre lo que es importante para cada uno de nosotros?

No basta hablar y cumplir con ritos religiosos vacíos de alma: son las actitudes de nuestra vida las que nos muestran dónde está lo que es verdaderamente valioso para nosotros: ¿Dios o ‘el dinero’?

Las palabras se las lleva el viento: la vida se construye con actitudes que nos llevan a decisiones concretas y reales que nos afectan no solo a nosotros sino también a los que nos rodean.

Por eso san Pablo nos pide que recemos por todos los hombres, pero en especial por los gobernantes para que no se dejen engañar por los espejismos que les hace ver el poder y la riqueza que sueñan que van a conseguir... ¿a qué precio? La vida no vale un gramo de oro. ¡¡¡Es de Dios y solo a Él pertenece, por eso la defiende y Pablo nos pide que hagamos lo mismo con la oración universal para que la salvación sea un hecho aceptado por todos.

Dios nos bendiga y nos ayude a abrirnos cada día más y mejor a su Amor y Providencia para que podamos ser también nosotros constructores de vida, de justicia y de paz con nuestras actitudes.

Unidos en oración con María, Madre del Amor y de la Vida eterna y feliz:

P. José Mª Domènech SDB

«No se puede servir a Dios y al dinero»

¿Cómo administramos nuestra vida, con todas sus oportunidades y medios –internos y externos–? ¿Qué es lo verdaderamente nuestro ahora? La muerte de nuestro cuerpo es una realidad que se nos impone, ¿morimos también nosotros o caminamos hacia un futuro eterno? ¿Lo preparamos?

Jesús nos cuestiona. Pues es muy importante saber qué es lo nuestro; así podremos defenderlo.

En realidad, nuestra vida no es nuestra definitivamente, la recibimos y deberemos dar cuenta de ella.

Si alguien en su vida busca sobre todo su propio interés fingiendo servir a los demás, pero usándolos para lograr sus propios fines, está degradándose, pues usurpa los bienes que Dios le confió para hacer el bien –como Él lo hace– a los que más necesitan ayuda generosa y desinteresada.

Dios nos creó para ser grandes como Él; y su grandeza está en ser dador y estimulador de la vida, del perdón, de la dignidad personal y social, de la serenidad interior, de la concordia con los que nos rodean, del servicio personal y social al Bien Común y al diálogo con Dios y los hombres.

Para eso necesitamos luchar para ser así cada día mejores y ayudar a los que nos rodean, y a los que amamos, a que lo intenten constantemente; si no lo hacemos, estaremos traicionando nuestra vida, fracasaremos nosotros y perjudicaremos el mundo que nos rodea, aunque se note ahora poco.

En última instancia, solo una cosa importa: ¿tratamos de ser como Dios? Lo demás son medios.

En Amós Dios condena la actitud criminal del que usa su poder para aprovecharse de los débiles

La Salvación de un pueblo sólo está en la honestidad de su conciencia, no en su riqueza exterior.

La religión será verdadera y de Dios si lleva a cada persona al Bien Común y a la justicia social.

Pablo nos dice que la oración por las autoridades es un deber para tener una vida digna y en paz

Pablo nos hace notar que la salvación de Dios es universal y misionera, por tanto, nadie debe quedar fuera de nuestras súplicas, pero mucho menos los que tienen alguna autoridad, pues tienen graves responsabilidades respecto al Bien Común, la paz y la dignidad humana de nuestras sociedades.

Nos toca asumir este amor salvador de Dios y hacerlo oración universal para el bien de todos.

Es vital tener la astucia de aprovechar toda ocasión para transmitir a otros el Amor de Dios

La riqueza-poder, de por sí, no es enemiga de Dios, pero sí un real peligro. O la riquezapoder se somete a Dios y le sirve, o nos aparta de Él y matando nuestro futuro y felicidad profunda y destruyendo nuestra sociedad, su paz, su cultura y la dignidad de los ricos y poderosos al embrutecerlos.

Administrar los dones de Dios significa usarlos para glorificar a Dios sirviendo al bien de todos.

La astucia cristiana está en valorar tanto el Amor de Dios, que lo aceptamos sirviendo a todos.

Pidamos a María ser astutos viviendo el Amor que Dios nos da y dándolo honestamente a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXV

Construimos el futuro eterno al servir –como Dios– a los hermanos marginados por la falta de comprensión y apoyo en sus reales necesidades

Am. 8, 4-7:
Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen: “...Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias y venderemos hasta los desechos del trigo.” El Señor ha jurado, por el orgullo de Jacob: jamás olvidaré ninguna de sus acciones.

Sal. 112 1-2.4-6.7.8: ¡Alaben al Señor, que alza al pobre!

1Tm. 2, 1-8:
Querido hijo: Ante todo te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, suplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por las autoridades para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos...

Lc. 16, 1-13: Jesús decía a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me dicen de ti? Dame cuenta de tu administración porque no ocuparás más este puesto.” El administrador pensó entonces: ¿Qué voy a hacer ahora...? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa! Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” “Vente barriles de aceite.”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate... y anota, diez.” Después preguntó a otro... Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en el trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en el que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas... Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero.»




septiembre 15, 2013

«Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 8 de setiembre.

Jesús, este domingo, nos presenta cómo es el ‘corazón’ de su Padre, que también es Padre nuestro. Por un lado, es exigente con sus hijos, para que no se vuelvan a esclavizar con ninguna idolatría, que los irá aniquilado como personas y como sociedad; y, por otro, lleno de misericordia y cercanía. Nada lo gana, nada lo detiene, nada lo cansa, nada lo anula: su Amor es infinito, eterno y fiel. Éstas son características correlativas en la realidad divina. Dios, al ser es eterno, es, por su misma naturaleza, infinito, inmutable y, por consiguiente, fiel a sí mismo y también, precisamente por eso mismo, a todo y a todos los que se dirige. Si no fuera eterno e infinito, sería limitado y, por tanto, parcial –no lo abarcaría todo– y sería mutable y, como tal, corruptible y perecedero, es decir, no fiable, como lo es –aunque duela decirlo– el amor humano, cuando está limitado a las solas fuerzas de persona humana, tan llena de limitaciones e ignorancia de sí, de los demás y de la misma realidad –natural, personal o social– que la abarca e inevitablemente le influye.

Este Amor de Dios está todo Él –y no puede ser de otro modo– inclinado hacia la limitación y ‘miseria’ consecuente de toda persona humana, a la que Él mismo, con su Amor, creó y redimió por la muerte y resurrección de Jesucristo. Eso significa la misma palabra “Misericordia” (‘corazón’ inclinado al que está en la miseria).

El sacramento de la reconciliación –o de la misericordia– lo celebra y es ofrecido por el mismo Amor de Dios a todo creyente que desee liberarse de toda cadena, pequeña o grande, y busque llenarse del Amor de Dios para poderlo esparcir, como salud y buen olor, en su ambiente.

Dios nos bendiga y nos ayude a abrirnos cada día más y mejor a su Misericordia para que podamos ser también misericordiosos con cada uno de los hermanos que nos rodean.

Unidos en oración con María, Madre de la Misericordia:

P. José Mª Domènech SDB

«Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido»

Dudar de la capacidad de Dios para perdonarnos, es signo de vivir muy cerrado en uno mismo y desconocer –por falta de intimidad real con Él– su eterno y omnipotente Amor hacia cada uno.

Dios es misericordia porque es Amor. ¡Esta es su naturaleza! Por eso nos crea y nos redime.

El egoísmo en la realidad –pecado– contradice el Amor de los dones de Dios, pero no lo paraliza.

Si estamos atentos a la presencia de Dios en nuestra vida nos daremos cuenta de tantas intervenciones de su Providencia para llevarnos por caminos de mayor dignidad y maduración personal.

Dios vive atento: nos busca por los caminos de la vida; nos espera con ilusión. ¿Qué esperamos?

La alegría del real reencuentro es maravillosa porque el Amor encuentra la respuesta esperada.

Moisés conoce a Dios porque vive en intimidad con Él, por eso defiende al pueblo de su pecado

El pecado tiene consecuencias graves, pero la misericordia de Dios es mayor. Moisés lo sabe.

Por eso no duda interceder por el pueblo: conoce a Dios, por muy débil y duro que sea el pueblo.

La experiencia personal de Pablo le lleva a no descansar en su afán de anunciar el Amor de Dios

Pablo ha recibido de Cristo la misión apostólica, no por ser bueno, sino por selo Él, que le amó.

Sencillo, lo confiesa y, así, nos anima a vivir cada día más abiertos al perdón del Amor de Dios.

Cristo también espera de nosotros que le confiemos nuestra vida para ser testigos del Evangelio.

Jesús muestra –pues lo conoce– la profundidad del ser de Dios: su fiel Misericordia incansable Cristo presenta a su Padre porque lo conocer bien, ya que su intimidad con Él es permanente.

El cristiano tiene la vocación de ser otro Cristo hoy y aquí, por eso necesita intimar con Dios,

alimentarse de Él, escucharle en su Palabra, vivir en su Comunidad y mostrar su Amor al mundo.

Pidamos a María vivir en la Misericordia de Dios correspondiendo a ella y mostrándola a todos.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIV

La misericordia de Dios no tiene límites y jamás nuestros errores y pecados, por graves que sean, podrán cansarla, pues es su Vida y su Amor.

Ex. 32, 7-11.13-14:
El Señor dijo a Moisés: «Baja enseguida, porque tu pueblo..., se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él y le ofrecieron sacrificios... Ya veo que éste es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré...» Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, el que Tú mismo hiciste salir de Egipto con... mano poderosa? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores...» Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.

Sal. 50 3-4.12-13.17.19: Iré a la casa de mi Padre.

1Tm. 1, 12-17:
Querido hijo: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque... fortalecido... me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis... insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia... Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor... y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta, y digna de Fe, que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores... Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en Él para alcanzar la vida eterna...

Lc. 15, 1-10[32]: Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban... Jesús les dijo...: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja... las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se le había perdido, hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la carga..., lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.» Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende... la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo porque encontré la dracma que se me había perdido.” Les aseguro que [igual] se alegrarán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.» Y añadió: «Un hombre tenía dos hijos... El... menor... emigró a un país lejano [con su herencia]. Cuando gastó todo... se puso... a cuidar cerdos... Entonces recapacitando, pensó: “...me pondré en camino a la casa de mi padre y le diré: ‘He pecado contra Dios y te he ofendido... Trátame como a uno de tus jornaleros’. Y se puso en camino... su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, salió a su encuentro... y le besó. El hijo le dijo: “Padre, he pecado...” Pero el padre dijo: “Enseguida... celebramos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido...” El hijo mayor... oyó la música y danzas... y llamó a uno de los sirvientes para informarse...: “Ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.” Irritado, no quería entrar. Su padre salió a rogarle que entrara...»