VIERNES SANTO
El viernes santo es el día del amor hasta el extremo: dar la propia vida en sacrificio expiatorio por nuestro bien y esto hasta el punto de no quedarle nada... solo el sepulcro.
¡No existió para otra cosa que para salvar y socorrer a los débiles, pecadores y enfermos; a los que mal viven según sus limitadísimas posibilidades y no comprenden sus reales necesidades para cumplir el fin objetivo de su vida, el que les tiene existencialmente inquietos! Fue masacrado por nuestras rebeliones, dice el profeta. La salvación fue su confianza en el Padre.
1. Nacimos para algo más que para vendernos a los aplausos.-
El éxito personal del creyente en maduración continua está en la vida que se desarrolla al darla, sin buscarse a sí misma ni el aplauso de los demás.
Es evidente que cuesta y duele. Nada valioso se consigue sin dolor y sin sacrificio.
El autor de la carta a los Hebreos lo dice con claridad: sufriendo aprendió a obedecer... y la obediencia le enseñó el camino de la libertad que da sentido a la vida: aceptar el dolor que trae dar vida, lo más valioso, y la disciplina de buscar la verdad para no quedarse en las apariencias del brillo de lo que digan los ‘maestros’ pasajeros que mañana ya no lo serán.
El Señor da la vida porque la tiene en abundancia para que seamos felices desde el fondo.
2. Todo Dios se nos entrega en amor para la Vida de todos sin distinción.-
Esta entrega redentora del Señor en sacrifico de amor para la Vida Nueva de todos, no tiene otra motivación que comunicarnos y compartir con los que la acepten, el amor libérrimo de la Comunión Trinitaria, comunicada a nosotros por el Hijo obediente al Padre por la fuerza transformadora del Espíritu.
Las tres personas de la Santísima Trinidad estuvieron, y lo siguen estando, presentes en el sacrificio del calvario, tanto el cruento de hace 20 siglos, como el incruento en cada uno de los sacrificios Eucarísticos del mundo, celebrados en cada momento de nuestra historia.
Hoy el pueblo de Dios ora al Padre, como Jesús en la cruz, por todos los hombres, de cualquier cultura, sexo y condición social y religiosa, porque Cristo se dio por todos.
3. No es el sacrificio ni las razones lo que salva sino el Amor del Dios que ama la vida y la da.-
La horrible experiencia de Jesús debe ser mirada desde la sapientísima obediencia de Jesús a la Voluntad salvífica del Padre; esta mirada nos da la perspectiva adecuada.
O miramos desde arriba o nos perdemos en la maraña complicadísima, y por eso muchas veces incomprensible, de la historia. Son millones de visiones y muchísimas de ellas están seguras de tener la razón casi en forma incuestionable. Ellas pueden cuestionar a los demás, porque ellas están convencidas que saben, conocen, tienen la verdadera perspectiva. ¿Quién, que sea inteligente, podrá atreverse a dudarlo? Al menos ellos no lo dudan.
¿No hace esta actitud complicadísima la convivencia? Veamos nuestras guerras, pequeñas y grandes, sociales, familiares, supuestamente religiosas, e ideológicas. Preguntémonos sobre sus razones. Los que las armaron no se creían necios ni incompetentes. Creían, y creen, tener razones justas... Lo que, de ordinario, no tienen es la perspectiva adecuada, y menos la divina, que sí tenía Jesús y por eso no hizo guerra, sino que entregó la vida, su vida, por la nuestra.
Necesitamos vivir en el Amor del Señor hasta el final para poder hacer nuestra la Vida Nueva que Él nos ofrece en cada celebración litúrgica.
Pidamos a María enseñe y ayude a cada familia cristiana a vivir el don de la propia vida.
¡No existió para otra cosa que para salvar y socorrer a los débiles, pecadores y enfermos; a los que mal viven según sus limitadísimas posibilidades y no comprenden sus reales necesidades para cumplir el fin objetivo de su vida, el que les tiene existencialmente inquietos! Fue masacrado por nuestras rebeliones, dice el profeta. La salvación fue su confianza en el Padre.
1. Nacimos para algo más que para vendernos a los aplausos.-
El éxito personal del creyente en maduración continua está en la vida que se desarrolla al darla, sin buscarse a sí misma ni el aplauso de los demás.
Es evidente que cuesta y duele. Nada valioso se consigue sin dolor y sin sacrificio.
El autor de la carta a los Hebreos lo dice con claridad: sufriendo aprendió a obedecer... y la obediencia le enseñó el camino de la libertad que da sentido a la vida: aceptar el dolor que trae dar vida, lo más valioso, y la disciplina de buscar la verdad para no quedarse en las apariencias del brillo de lo que digan los ‘maestros’ pasajeros que mañana ya no lo serán.
El Señor da la vida porque la tiene en abundancia para que seamos felices desde el fondo.
2. Todo Dios se nos entrega en amor para la Vida de todos sin distinción.-
Esta entrega redentora del Señor en sacrifico de amor para la Vida Nueva de todos, no tiene otra motivación que comunicarnos y compartir con los que la acepten, el amor libérrimo de la Comunión Trinitaria, comunicada a nosotros por el Hijo obediente al Padre por la fuerza transformadora del Espíritu.
Las tres personas de la Santísima Trinidad estuvieron, y lo siguen estando, presentes en el sacrificio del calvario, tanto el cruento de hace 20 siglos, como el incruento en cada uno de los sacrificios Eucarísticos del mundo, celebrados en cada momento de nuestra historia.
Hoy el pueblo de Dios ora al Padre, como Jesús en la cruz, por todos los hombres, de cualquier cultura, sexo y condición social y religiosa, porque Cristo se dio por todos.
3. No es el sacrificio ni las razones lo que salva sino el Amor del Dios que ama la vida y la da.-
La horrible experiencia de Jesús debe ser mirada desde la sapientísima obediencia de Jesús a la Voluntad salvífica del Padre; esta mirada nos da la perspectiva adecuada.
O miramos desde arriba o nos perdemos en la maraña complicadísima, y por eso muchas veces incomprensible, de la historia. Son millones de visiones y muchísimas de ellas están seguras de tener la razón casi en forma incuestionable. Ellas pueden cuestionar a los demás, porque ellas están convencidas que saben, conocen, tienen la verdadera perspectiva. ¿Quién, que sea inteligente, podrá atreverse a dudarlo? Al menos ellos no lo dudan.
¿No hace esta actitud complicadísima la convivencia? Veamos nuestras guerras, pequeñas y grandes, sociales, familiares, supuestamente religiosas, e ideológicas. Preguntémonos sobre sus razones. Los que las armaron no se creían necios ni incompetentes. Creían, y creen, tener razones justas... Lo que, de ordinario, no tienen es la perspectiva adecuada, y menos la divina, que sí tenía Jesús y por eso no hizo guerra, sino que entregó la vida, su vida, por la nuestra.
Necesitamos vivir en el Amor del Señor hasta el final para poder hacer nuestra la Vida Nueva que Él nos ofrece en cada celebración litúrgica.
Pidamos a María enseñe y ayude a cada familia cristiana a vivir el don de la propia vida.
P. José María Doménech Corominas, sdb
SEMANA SANTA - VIERNES SANTO
Is. 52, 13-53, 12: "Él fue traspasado por nuestras rebeliones"
Salmo 30: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."
Hb. 4, 14-16; 5, 7-9: "…sufriendo aprendió a obedecer y se ha convertido, para todos los que le obedecen en autor de salvación."
Jn. 18, 1-19, 42: "Prendieron a Jesús y lo ataron... ¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy... Mi reino no es de esta mundo... Lo crucificaron y con él a todos dos... Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre... Está cumplido... Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo con aromas..."
Salmo 30: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."
Hb. 4, 14-16; 5, 7-9: "…sufriendo aprendió a obedecer y se ha convertido, para todos los que le obedecen en autor de salvación."
Jn. 18, 1-19, 42: "Prendieron a Jesús y lo ataron... ¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy... Mi reino no es de esta mundo... Lo crucificaron y con él a todos dos... Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre... Está cumplido... Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo con aromas..."
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