marzo 29, 2008

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Como cada semana, el querido Padre José María nos comparte su sugerencia homilética para la liturgia de mañana domingo.

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El Señor nos llama a construir una relación muy íntima con Él. La razón es simple: nosotros somos poco hábiles, por nuestra debilidad y grandes pobrezas, a la hora de construir comunidades. Ellas dependen de la comunión de las personas, y es ahí donde está nuestra debilidad endémica, nuestra ‘tara’ o pecado original: desde el principio nuestra decisión estuvo más inclinada al individualismo que al don solidario de la vida.

Pero Dios es Providencia y siempre está pendiente de nosotros. Nos llama sin cesar a dar vida para que experimentemos la felicidad profunda. Nos alimenta con la oración y la Palabra, con el Pan Eucarístico y con la comunidad que comparte su vida Fe con nosotros.

1. Dios es Comunión que nos regala su Vida y nos invita a fiarnos de Él sin condiciones.-

La Comunión de Dios es la que nos permite vivir como resucitados: centrados en Él y no en nosotros mismos. La vida que la primera comunidad recibía de Dios impulsaba a sus miembros a ser dóciles incondicionales al Espíritu que les conducía, abriéndoles a los demás.

La primera comunidad es presentada como una comunidad centrada en el Señor y, por eso, atenta a lo que los hermanos podían necesitar. Compartían no porque estaba normado, sino porque era signo y fruto de la vida que vivían en el Señor.

2. Lo que nos pide es que vivamos en comunión compartiendo nuestra vida.-

Fijarse en las propias debilidades es perder opciones de vida y abrirse a muchos errores.

No tenemos derecho a sentirnos excluidos, pues Dios no excluye a nadie. Pedro nos hace notar que el Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha enriquecido con una Nueva Vida. No nos ha quitado nada de lo que somos ni de nuestra historia, nos ha llenado de su Vida para que seamos más grandes y fuertes que nuestros errores y debilidades.

Solo hay un modo de hacer madurar los dones de Dios: compartirlos.

Los compartía la primera comunidad, los compartieron los apóstoles con Tomás, aun imaginando su ingrata reacción, los comparten todos los hombres, varones o mujeres, de buena voluntad. Pero, para eso, es necesario fiarse incondicionalmente de lo que el Señor nos sugiere en la conciencia, para todos los hombres, y, además, en la Iglesia, para los creyentes.

3.Para eso Jesús nos da y confía su Paz y su Perdón, pero es necesario creer en Él.-

Jesús sabe bien que perdemos con facilidad la paz y nos regala la suya, que no depende de las circunstancias sino de la intimidad que vivamos con Él. Él es incondicionalmente fiel.

Cuántas cosas, respecto a Dios, a los hombres y a la naturaleza, sentimos que nos ofenden ¡A cuántos sentimos que necesitamos perdonar, si queremos vivir en paz! ¡¡Pero no podemos, nos da la impresión de que vamos a morir!! ¡¡¡No temamos los dones de Jesús!!!

La verdad es que lo que nos mata la felicidad y paz para vivir es el no perdonar: por eso Jesús nos ofrece su perdón y pide a la Iglesia que lo regale al mundo en nombre de Dios.

Pidamos a María mirar a Jesús como es y ofrecerle el homenaje de nuestra confianza.
P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO II

Hch. 2, 42-47: "Los hermanos eran constantes en la enseñanza de los apóstoles, en compartir sus bienes, en la fracción del pan y en la oración... Todos vivían unidos... Todo el pueblo los apreciaba. Cada día el Señor agregaba a nuevos hermanos para fueran salvados."

Salmo 117: "Glorifiquen al Señor porque es bueno: su amor se mantiene para siempre"

1P. 1, 3-9:
"Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo... nos hace renacer de nuevo y nos ha dado una esperanza viva gracias a la resurrección de Jesucristo... Ustedes, sin haberlo visto, le aman... porque han creído en él... están llenos de una alegría tan grande... tienen segura la salvación de sus vidas, como fruto de la Fe."

Jn. 20, 19-31: "...Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con Uds.» Les enseñó las manos y el costado... les volvió a decir: «La paz sea con ustedes.... Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengan, les quedan retenidos.» Tomás... no estaba con ellos... Siete días después... Tomás también estaba... Jesús entró...: «La paz sea con Uds.» Y dirigiéndose a Tomás, le dice: «...No seas incrédulo sino creyente.» Tomás le dijo: «Señor mío y Dios mío»..."

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