Ayer celebramos en todo el mundo la fiesta de nuestra dulce Auxiliadora. Cuántos alegres reencuentros con maestros y compañeros, cuántas alegrías al entonar los hermosos cánticos de nuestra infancia!
Cuánta emoción al recorrer las calles acompañando la hermosa imagen de nuestra Madre, acogiendo en la Procesión a los vecinos que salen a su encuentro, saludando a los que han adornado con ilusión sus puertas y calles para honrar el paso de Ella.
Es precisamente el ambiente que vivimos en la Procesión de Breña. Los adornos de papel uniendo los postes de luz, las alfombras de flores, las flores, los globos, las bombardas, los castillos y fuegos articiales de todo tipo, que -como homenaje- preparan diversas asociaciones para hacer la fiesta.
Este año, la Auxiliadora entró pasadas las 9 pm a la Basílica, entre bombardas y castillos, entre los tradicionales Salve Salve y Venid y vamos todos que entonaban sus hijos ancianitos, bebitos llevados por sus padres, exalumnos y exalumnas, parroquianos, pasajeros de los buses que transitaban por la siguiente vía de la Av. Brasil, que al observar la Procesión se conmovían y elevaban una plegaria a nuestra Madre.
Por seguridad de todos, el colegio Salesiano había formado un cordón humano con los muchachos mayores frente a la Basílica, para evitar que la gente se cruce en el camino del anda. Sólo se podía pasar a través del atrio de la misma. Esta medida de orden fue necesaria sobre todo cuando la imagen estaba a punto de entrar para la Misa final, pasadas las 9 de la noche, entre los fuegos artificiales y cohetecillos que se lanzaban desde la Inspectoría.
Los chicos, muy serios en razón al papel que se les había encomendado, cuando empezaron las notas del Venid y vamos todos, no dudaron en abrazarse hombro con hombro y balancearse lado a lado, mientras todos cantaban la clásica canción con entusiasmo y alegría.
En ese verdadero ambiente de familia, nuestra Madre avanzaba despacio, bendecía a sus hijos, entraba a la Basílica.
Cuánta emoción al recorrer las calles acompañando la hermosa imagen de nuestra Madre, acogiendo en la Procesión a los vecinos que salen a su encuentro, saludando a los que han adornado con ilusión sus puertas y calles para honrar el paso de Ella.
Es precisamente el ambiente que vivimos en la Procesión de Breña. Los adornos de papel uniendo los postes de luz, las alfombras de flores, las flores, los globos, las bombardas, los castillos y fuegos articiales de todo tipo, que -como homenaje- preparan diversas asociaciones para hacer la fiesta.
Este año, la Auxiliadora entró pasadas las 9 pm a la Basílica, entre bombardas y castillos, entre los tradicionales Salve Salve y Venid y vamos todos que entonaban sus hijos ancianitos, bebitos llevados por sus padres, exalumnos y exalumnas, parroquianos, pasajeros de los buses que transitaban por la siguiente vía de la Av. Brasil, que al observar la Procesión se conmovían y elevaban una plegaria a nuestra Madre.
Por seguridad de todos, el colegio Salesiano había formado un cordón humano con los muchachos mayores frente a la Basílica, para evitar que la gente se cruce en el camino del anda. Sólo se podía pasar a través del atrio de la misma. Esta medida de orden fue necesaria sobre todo cuando la imagen estaba a punto de entrar para la Misa final, pasadas las 9 de la noche, entre los fuegos artificiales y cohetecillos que se lanzaban desde la Inspectoría.
Los chicos, muy serios en razón al papel que se les había encomendado, cuando empezaron las notas del Venid y vamos todos, no dudaron en abrazarse hombro con hombro y balancearse lado a lado, mientras todos cantaban la clásica canción con entusiasmo y alegría.
En ese verdadero ambiente de familia, nuestra Madre avanzaba despacio, bendecía a sus hijos, entraba a la Basílica.